Entre los muchos progresos que el siglo XXI ha realizado respecto de su precedente, no se cuenta el de haber podido construir clásicos literarios de la misma envergadura que los del siglo XX, por su potencia estética, su osadía de pensamiento o su radicalidad política. Antes del fin, que hoy nos parece inminente, conviene recordar el principio de todo: En busca del tiempo perdido.
En
busca del tiempo perdido
es un libro muy exigente. Nos pide que tengamos tiempo suficiente
como para dedicar a las 2.100 páginas a lo largo de las cuales se
desarrolla la novela. Tal vez la única felicidad que la peste nos
depara sea ésta: la suspensión del tiempo le convienen al libro
proustiano.
Qué
aprenderemos de En
busca del tiempo perdido?
Que la literatura es una vocación: “Entonces
surgió en mí una nueva luz. Lo mismo que el grano, podría yo morir
cuando la planta se desarrollara, y resultaba que había vivido para
ella sin saberlo”. Que escribir es traducir: “ese libro esencial,
el único libro verdadero, un gran escritor no tiene que inventarlo
en el sentido corriente, porque existe ya en cada uno de nosotros, no
tiene más que traducirlo”. Y que la “obra” es, por lo tanto,
lo que preexiste en nosotros: “no somos en modo alguno libres ante
la obra de arte, sino que, preexistente en nosotros, tenemos que
descubrirla, a la vez porque es necesaria y
oculta,
y
como
lo haríamos tratándose de una ley de la naturaleza”.
La
obra nos precede con su rumor que sólo hay que aprender a escuchar.
La música está también ahí, precediéndonos en el canto de los
pájaros, y el ritmo está en el movimiento de las olas y de los
árboles. El arte, tal vez no sea demasiado tarde para reconocerlo,
es un geomorfismo. Es la canción de la tierra.
Proust
nació en París el 10 de julio de 1871, hijo de Adrien Proust,
médico célebre (como el padre de Daniel Schreber), precursor de la
higiene corporal y los ejercicios terapéuticos que hoy desarrollamos
en encierro.
En
1896 comienza la prehistoria de La
recherche, con
la publicación de
Los
placeres y los días,
una colección de fragmentos narrativos inconexos. Proust tiene en
ese momento 25 años y los relatos de Los
placeres y los días
son ya como depósitos que contienen ese "tiempo perdido",
desperdiciado, al que alude la novela.
Entre
1895 y 1900 Proust escribe Jean
Santeuil,
cuya trama equivale a la vida de Proust hasta finales de 1895, el
momento en que empieza a escribir esta obra. En Jean
Santeuil se
encuentra
más
o menos el mismo material que aparece en La
recherche.
La imagen del niño luchando por obtener el beso de la madre, unido
con la descripción del jardín iluminado por la luna está ya allí.
El método, tanto en Los
placeres y los días como
en Jean
Santeuil
es el mismo. Se trata de armar un texto narrativo a partir de
fragmentos inconexos.
Proust
publica en 1900, en Le
Figaro
un artículo que se llama "Peregrinaje ruskiniano en Francia",
un texto en el que cuenta los recorridos que Ruskin (inglés,
enloquecido por la sífilis) había realizado en Francia describiendo
las catedrales.
En
1904 traduce la Biblia
de Amiens,
un libro de Ruskin en
cuya introducción Proust inctroduce el concepto de idolatría:
la
adoración de una imagen en lugar de la deidad que el icono
representa, e identifica la idolatría con el tiempo perdido. La
verdad oculta tras la idolatría sería el tiempo recobrado, y la
llave que permite pasar del tiempo perdido al tiempo recobrado es la
memoria inconsciente.
Entre
noviembre de 1908 y agosto de 1909, Proust escribe un estudio sobre
Sainte-Beuve, una crítica al biografismo positivista. En el prólogo
del Contra
Sainte-Beuve
(publicado después de su muerte), Proust expone una vasta estructura
narrativa sin nombres, que es ya la estructura de En
busca del tiempo perdido.
Se refiere, para definir esta estructura narrativa, a la estructura
temporal de la Comedia
Humana
de Balzac. En Contra
Sainte-Beuve
aparece la más larga frase que se haya jamás escrito. Entre punto y
punto, esa oración está comprendida por 1.496 palabras, lo cual
habla ya de la consolidación del estilo proustiano, que se
caracteriza no sólo por el largo aliento de la vasta novela que
escribe, sino por la longitud de la frase.
En
1908 Proust cuenta, en una carta, haber pasado 60 horas sin dormir
(del 4 al 6 de julio), sin precisión sobre qué sustancias le
permitieron semejante proeza. La hipótesis de los biógrafos y los
críticos es que en ese período comienza a escribir La
recherche...
Es decir: encuentra los “nombres” de personajes, pero también de
esa “forma de vida” que Proust llama la “raza maldita”,
inspirada en una noticia sobre los escándalos homosexuales que se
produjeron en el seno de los altos mandos del ejército prusiano. El
caso fue documentado en la prensa europea y en particular la
francesa, donde la homosexualidad pasó a llamarse “el mal alemán”.
El
nombre que Proust se negará a pronunciar por pedante y germanófilo,
pero del cual toda En
busca del tiempo perdido
es su explicación y su despliegue es “homosexualität”.
El
21 de marzo de 1912 Proust publica un anticipo de La
recherche... en
Le
Figaro.
La publicación de ese primer tomo, Por
el camino de Swann,
fue rechazada varias veces.
Entre
agosto de 1912 y agosto de 1913, La
recherche...
tiene dos partes de la misma longitud, de 700 páginas en total (un
tercio de la extensión final de la novela). Cuando en 1913 Grasset
acepta publicar la novela, ésta tiene ya tres volúmenes y 800
páginas. El plan de publicación se atrasa y el primer tomo de la
novela aparece publicado recién el 14 de noviembre de 1913, con una
segunda edición en diciembre.
El
14 de agosto de 1914 se declara la guerra, y el plan de publicación
se interrumpe. Entre febrero de 1916 y marzo de 1917, La
recherche... crece
al
doble del plan original y abarca ya 1.500 páginas.
La
publicación de la novela se reanuda en 1919 con A
la sombra de las muchachas en flor, cuando
la novela ya ha triplicado su extensión.
En 1921 aparece la segunda parte de El
mundo de Guermantes.
Y en 1922 Sodoma
y Gomorra
(con una faja que dice "No apta para señoritas jóvenes").
En noviembre de 1922 muere Proust, antes de que se termine la
publicación de La
recherche...
Durante
27 años (desde 1895 hasta su muerte), Proust escribe y reescribe En
busca del tiempo perdido,
cuyo plan maestro está ya formulado entre 1908 y 1912 y en relación
con el cual los fragmentos encuentran un lugar: los dos caminos que,
en el fondo, eran uno solo.
Leemos
en La
recherche
la historia de una escritura, la glorificación de la forma
modernista y, en tercer término, un mundo, el “mundo proustiano”,
que funciona a partir de la descripción infinitesimal de objetos,
situaciones y personajes. Mucho
tiempo he estado acostándome temprano... revolviéndome en la
cama...
y así, 70 páginas sobre el insomnio, 70 páginas sobre la
galletita, sobre los amores homosexuales como verdad de todo amor,
etc. El mundo proustiano supone una tensión infinita entre la
estetización y la distancia irónica. El poder del "mundo
proustiano" nos alcanza a nosotros, que somos hijos de la
televisión, la barbarie, y las indelicadas redes sociales y nos
interpela: nos provoca una nostalgia de un mundo que nunca ha
existido para nosotros. El pensamiento no es nada sino algo que lo
violente y lo fuerce a pensar, y ese algo es el libro, lo novelesco
que nos salva de la vulgaridad y del encierro.
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