domingo, 29 de marzo de 2020

Siglo XX: Grandes éxitos, 4

por Daniel Link para Perfil Cultura 

Entre los muchos progresos que el siglo XXI ha realizado respecto de su precedente, no se cuenta el de haber podido construir clásicos literarios de la misma envergadura que los del siglo XX, por su potencia estética, su osadía de pensamiento o su radicalidad política. Antes del fin, que hoy nos parece inminente, conviene recordar el principio de todo: En busca del tiempo perdido


En busca del tiempo perdido es un libro muy exigente. Nos pide que tengamos tiempo suficiente como para dedicar a las 2.100 páginas a lo largo de las cuales se desarrolla la novela. Tal vez la única felicidad que la peste nos depara sea ésta: la suspensión del tiempo le convienen al libro proustiano.
Qué aprenderemos de En busca del tiempo perdido? Que la literatura es una vocación: “Entonces surgió en mí una nueva luz. Lo mismo que el grano, podría yo morir cuando la planta se desarrollara, y resultaba que había vivido para ella sin saberlo”. Que escribir es traducir: “ese libro esencial, el único libro verdadero, un gran escritor no tiene que inventarlo en el sentido corriente, porque existe ya en cada uno de nosotros, no tiene más que traducirlo”. Y que la “obra” es, por lo tanto, lo que preexiste en nosotros: “no somos en modo alguno libres ante la obra de arte, sino que, preexistente en nosotros, tenemos que descubrirla, a la vez porque es necesaria y oculta, y como lo haríamos tratándose de una ley de la naturaleza”.
La obra nos precede con su rumor que sólo hay que aprender a escuchar. La música está también ahí, precediéndonos en el canto de los pájaros, y el ritmo está en el movimiento de las olas y de los árboles. El arte, tal vez no sea demasiado tarde para reconocerlo, es un geomorfismo. Es la canción de la tierra.
Proust nació en París el 10 de julio de 1871, hijo de Adrien Proust, médico célebre (como el padre de Daniel Schreber), precursor de la higiene corporal y los ejercicios terapéuticos que hoy desarrollamos en encierro.
En 1896 comienza la prehistoria de La recherche, con la publicación de Los placeres y los días, una colección de fragmentos narrativos inconexos. Proust tiene en ese momento 25 años y los relatos de Los placeres y los días son ya como depósitos que contienen ese "tiempo perdido", desperdiciado, al que alude la novela.
Entre 1895 y 1900 Proust escribe Jean Santeuil, cuya trama equivale a la vida de Proust hasta finales de 1895, el momento en que empieza a escribir esta obra. En Jean Santeuil se encuentra más o menos el mismo material que aparece en La recherche. La imagen del niño luchando por obtener el beso de la madre, unido con la descripción del jardín iluminado por la luna está ya allí. El método, tanto en Los placeres y los días como en Jean Santeuil es el mismo. Se trata de armar un texto narrativo a partir de fragmentos inconexos.
Proust publica en 1900, en Le Figaro un artículo que se llama "Peregrinaje ruskiniano en Francia", un texto en el que cuenta los recorridos que Ruskin (inglés, enloquecido por la sífilis) había realizado en Francia describiendo las catedrales. En 1904 traduce la Biblia de Amiens, un libro de Ruskin en cuya introducción Proust inctroduce el concepto de idolatría: la adoración de una imagen en lugar de la deidad que el icono representa, e identifica la idolatría con el tiempo perdido. La verdad oculta tras la idolatría sería el tiempo recobrado, y la llave que permite pasar del tiempo perdido al tiempo recobrado es la memoria inconsciente.
Entre noviembre de 1908 y agosto de 1909, Proust escribe un estudio sobre Sainte-Beuve, una crítica al biografismo positivista. En el prólogo del Contra Sainte-Beuve (publicado después de su muerte), Proust expone una vasta estructura narrativa sin nombres, que es ya la estructura de En busca del tiempo perdido. Se refiere, para definir esta estructura narrativa, a la estructura temporal de la Comedia Humana de Balzac. En Contra Sainte-Beuve aparece la más larga frase que se haya jamás escrito. Entre punto y punto, esa oración está comprendida por 1.496 palabras, lo cual habla ya de la consolidación del estilo proustiano, que se caracteriza no sólo por el largo aliento de la vasta novela que escribe, sino por la longitud de la frase.
En 1908 Proust cuenta, en una carta, haber pasado 60 horas sin dormir (del 4 al 6 de julio), sin precisión sobre qué sustancias le permitieron semejante proeza. La hipótesis de los biógrafos y los críticos es que en ese período comienza a escribir La recherche... Es decir: encuentra los “nombres” de personajes, pero también de esa “forma de vida” que Proust llama la “raza maldita”, inspirada en una noticia sobre los escándalos homosexuales que se produjeron en el seno de los altos mandos del ejército prusiano. El caso fue documentado en la prensa europea y en particular la francesa, donde la homosexualidad pasó a llamarse “el mal alemán”. El nombre que Proust se negará a pronunciar por pedante y germanófilo, pero del cual toda En busca del tiempo perdido es su explicación y su despliegue es “homosexualität”.
El 21 de marzo de 1912 Proust publica un anticipo de La recherche... en Le Figaro. La publicación de ese primer tomo, Por el camino de Swann, fue rechazada varias veces.
Entre agosto de 1912 y agosto de 1913, La recherche... tiene dos partes de la misma longitud, de 700 páginas en total (un tercio de la extensión final de la novela). Cuando en 1913 Grasset acepta publicar la novela, ésta tiene ya tres volúmenes y 800 páginas. El plan de publicación se atrasa y el primer tomo de la novela aparece publicado recién el 14 de noviembre de 1913, con una segunda edición en diciembre.
El 14 de agosto de 1914 se declara la guerra, y el plan de publicación se interrumpe. Entre febrero de 1916 y marzo de 1917, La recherche... crece al doble del plan original y abarca ya 1.500 páginas.
La publicación de la novela se reanuda en 1919 con A la sombra de las muchachas en flor, cuando la novela ya ha triplicado su extensión. En 1921 aparece la segunda parte de El mundo de Guermantes. Y en 1922 Sodoma y Gomorra (con una faja que dice "No apta para señoritas jóvenes"). En noviembre de 1922 muere Proust, antes de que se termine la publicación de La recherche...
Durante 27 años (desde 1895 hasta su muerte), Proust escribe y reescribe En busca del tiempo perdido, cuyo plan maestro está ya formulado entre 1908 y 1912 y en relación con el cual los fragmentos encuentran un lugar: los dos caminos que, en el fondo, eran uno solo.
Leemos en La recherche la historia de una escritura, la glorificación de la forma modernista y, en tercer término, un mundo, el “mundo proustiano”, que funciona a partir de la descripción infinitesimal de objetos, situaciones y personajes. Mucho tiempo he estado acostándome temprano... revolviéndome en la cama... y así, 70 páginas sobre el insomnio, 70 páginas sobre la galletita, sobre los amores homosexuales como verdad de todo amor, etc. El mundo proustiano supone una tensión infinita entre la estetización y la distancia irónica. El poder del "mundo proustiano" nos alcanza a nosotros, que somos hijos de la televisión, la barbarie, y las indelicadas redes sociales y nos interpela: nos provoca una nostalgia de un mundo que nunca ha existido para nosotros. El pensamiento no es nada sino algo que lo violente y lo fuerce a pensar, y ese algo es el libro, lo novelesco que nos salva de la vulgaridad y del encierro.



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