Por Daniel Link para Perfil
El Manifiesto de la revista argentina de vanguardia Martín Fierro (1924) terminaba con una apelación más marketinera que vanguardista: “¡Colabore Ud. con “Martín Fierro”! ¡Suscríbase Ud. a “Martín Fierro”!” (¿alguien recuerda otro manifiesto de vanguardia que pidiera plata a sus lectores?). El manifiesto lo redactó Oliverio Girondo, cuyos versos todavía tienen alguna gracia. En la revista escribieron también Jorge Borges, Ramón Gómez de la Serna, Evar Méndez, Norah Lange y publicaron sus dibujos Emilio Pettoruti y Xul Solar.
Una maestra mía, la Seño Beatriz, acuñó la expresión “criollismo urbano de vanguardia” para referirse a ese mazacote de arrogancia, xenofobia y racismo. Otra maestra mía subrayó en el último párrafo un error. El texto dice que Martín Fierro “rectifica para él, la sospecha de que hay muchos más negros de lo que se cree”. Debería decir: ratifica. Y ese error, nos decía la Seño Elvira, era el rastro de un esfuerzo para resolver un problema ideológico.
Los “negros” de los que parece hablar la revista son los que se encandilan con cualquier cosa. Pero luego dice: “Martín Fierro sólo aprecia a los negros y a los blancos que son realmente negros o blancos y no pretenden en lo más mínimo cambiar de color”. O sea: los que saben cuál es su lugar. Pero después me enteré de que a partir de 1874, en los Carnavales, había jóvenes blancos que se disfrazaban de negros para bailar el candombe (se los llamaba “lubolos”). Y, al revés, hubo un poeta afroagentino, Horacio de Mendizábal, que acarició el sueño de llegar a Presidente. ¿A quién se le ocurre?
De modo que el asco que siempre me dieron los martinfierristas ahora adquiere un nuevo estatuto: no sólo fueron xenófobos, racistas y oportunistas sino también transfóbicos (enemigos de lo transracial).
No creo que haya que “cancelar” Martín Fierro, sin embargo. Que se estudie en las escuelas y se sepa lo que fueron como grupo.
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