sábado, 13 de diciembre de 2025

Saltar la tapia

Por Daniel Link para Perfil

Hay soluciones clarísimas que nadie quiere tomar por no se sabe bien qué compromisos con la realidad, pero que en todo caso dejan entrever una corriente turbia de corrupción, insensatez y locura de poder.

Pongamos por caso el combate de las drogas, del que tanto se jacta su abanderada la Sra. Bullreich. ¿Qué implica ese combate y a quién beneficia? A la política (incluida la tan ciega Justicia) en primer término, cuya complicidad con la narcoesfera es cada vez más evidente. Y a los narcotraficantes, desde ya, que pueden prescindir de tantos o cuantos kilos incautados, pero cuyo negocio no deja de prosperar al amparo de la casta, sencillamente porque la gente quiere drogarse al grito de ¡libertad, libertad! y, digámoslo de una buena vez, tiene derecho a hacerlo.

¿Cuál sería la mejor solución? Pues despenalizar todo el proceso (fabricación, distribución y consumo) y regularlo de acuerdo con principios de sensatez.

¿A quién beneficiaría una solución semejante? Al consumidor, en primer término, que sabría exactamente qué está consumiendo. Al Estado, que incorporaría la base imponible de una industria muy lucrativa como fuente de financiamiento de sus necesarias políticas. Y finalmente, a toda la ciudadanía, para la que habría no sólo un “Estado (realmente) presente” sino una transparencia de gestión que no se conoce en el país desde hace treinta años. Hoy por hoy, leer los diarios da asco, porque no hay política pública detrás de la cual no se pueda ir el ruido de la corriente turbia de corrupción, narco y juego clandestino. A veces la superficie se desgarra y quedan a la vista, con sus ropas mojadas, los más conspicuos Espertos en articulación de lo público y lo clandestino.

Combatir “el flagelo” no hace sino producir el ambiente del que el flagelo mismo se alimenta: crimen organizado y desprecio por la vida, esclavitud y pobreza extrema. Hacerlo en nombre de la “adicción” (que es una estructura para la cual no hay objeto predeterminado) es políticamente cínico y moralmente hipócrita.
Hay que atreverse a saltar la tapia hecha de cinismo e hipocresía. Del otro lado, a lo mejor, hay un mundo feliz.

 

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