miércoles, 12 de noviembre de 2003

Complot

Anoche nos presentaron a los de la conferencia de biotecnología. El encuentro reunía a expertos en manipulación genética y expertos en cultivos en países en desarrollo. O sea: se reunieron para planear el modo en que van a cambiar el mundo. Y yo fui testigo. A la hora del café, le dije a la presidenta de la conferencia que me parecía un tema un poco difícil. Ellos insisten en que de ese modo alimentan al mundo. Yo intenté que entendiera que el hambre del mundo nunca fue un problema de la genética. Y me quejé, desde ya, de los tomates. ¿Acaso no es absolutamente cierto que hemos perdido para siempre el sabor de los tomates? Se rió de mi ejemplo pero le pareció muy atinado. Y me explicó las pruebas que hacen con los tomates para comprobar su grado de manipulación. Es sencillo: reventar un tomate maduro contra el suelo. Los más manipulados prácticamente no explotan. Con medir el radio de la mancha se sabe algo del tomate.
Lo curioso es que Alice, nuestra anfitriona, fue quien me presentó a la clonadora. Ah, usted es el poeta argentino, me dijo. Y parecía que mi punto de vista podía tener alguna importancia para ella. Hablé de la soja, naturalmente, que es la obsesión argentina en la materia.
En fin... Si tuviera que haber un asesinato lo pondría después de esta conferencia. El grupo de becarios ha quedado reducido a su mínima expresión (y no la más favorable), de modo que es muy posible imaginar odios irresueltos. No me explico cómo van a hacer para sobrevivir los que se queden después del martes próximo, cuando nos vamos seis más.
Mañana jueves es prácticamente nuestro último día. El viernes a la mañana (en realidad, antes incluso de que salga el sol, "oscuri, sola sub nocte, per umbras") nos vamos a Bérgamo, Verona, Mantova. Como para decir Ciao! a Italia y Salve! a los italianos.


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