jueves, 20 de noviembre de 2003

Nunca nunca quisiera volver a casa

Salimos de Bellagio a la 1 del mediodía del martes. Llegamos a Buenos Aires a las 11 del miércoles. Fueron 26 horas de viaje, a saber: el ferry hasta Varenna. Esperar el tren. El tren hasta Milano C.le. Esperar el bus. El bus hasta Malpensa. Esperar el avión. El avión hasta San Pablo. Esperar la conexión. El avión hasta Buenos Aires. Primera impresión: mientras todos los demás aeropuertos (incluido el de San Pablo, claro) estaban atestados de aviones, en Ezeiza había sólo cuatro. Como si se tratara de un aeropuerto provincial. La primavera, y los jacarandaes en flor, sin embargo, compensaron la impresión de culo del mundo. En Bellagio nos saludaron afectuosamente y nos esperan de vuelta. Habrá que ver si se puede y si vale la pena.
He perdido los reflejos para conseguir asientos en el tren y me fastidian mucho las manías locales. En cambio, el vértigo y el multiculturalismo de Buenos Aires me hacen sentir bien. Si no fuera por la vida pobre...

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