domingo, 17 de diciembre de 2006

Libros recibidos

Rodolfo Walsh, modelo 2007

Por Daniel Link

En los últimos diez años, la obra de Rodolfo Walsh no ha dejado de crecer ni en cantidad (gracias a la publicación en libro de su obra dispersa o inédita) ni en calidad (gracias a la creciente valoración por parte de la crítica y el público). El año próximo, en ocasión de una nueva conmemoración de uno de los autores mayores de nuestra literatura (el 24 de marzo se cumplirán 30 años de su desaparición), Ediciones de la Flor reeditará su obra periodística (El violento oficio de escribir) y su diario (Ese hombre y otros papeles personales).
Pero ninguna obra es sólo los textos firmados por el autor sino también sus lecturas, y por eso que hay que saludar la aparición de Rodolfo Walsh. La palabra y la acción de Eduardo Jozami (ver aparte), un libro que, sin ser el primero en fijar su mirada en la producción literaria, periodística y política de Walsh, es el que lo hace con el más obstinado rigor, y con la más dichosa elegancia.
A lo largo de su libro, Jozami se declara "sensible a un legado" y la palabra "sensibilidad" aparece más de una vez en sus cuidadosas argumentaciones. No es casual: basta una somera revisión de la biografía de Walsh para notar que él no era, como tanto se ha dicho, sólo "un hombre de conciencia" sino, sobre todo, un hombre sensible a su tiempo. Es eso, seguramente, lo que permite explicar las tensiones que lo atravesaron.
Rodolfo Walsh. La palabra y la acción es un libro, pues, que recibimos como un don anticipado que nos permitirá pensar mejor lo que de Walsh hemos recibido como un precioso legado.

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Rodolfo Walsh nació en 1927. Desde sus 17 años, y hasta fines de 1950 trabajó en editorial Hachette. Corrector de pruebas, traductor, editor de antologías, autor premiado de esa casa: nada de lo que tiene que ver con la producción material del libro le fue ajeno. En 1950, "Las tres pruebas de Isaías Bloom" recibió una mención en el Primer Premio de Cuentos Policiales que Vea y lea y Emecé organizaban. Al año siguiente, cuando ha cumplido ya los 24 años, Walsh comienza a publicar cuentos en Leoplán. "Los nutrieros" (1951) encabeza la lista. En 1953 publica la antología Diez cuentos policiales argentinos y su libro de relatos Variaciones en rojo, que obtendría el Premio Municipal de Literatura. Ésa es la obra de un joven escritor de 26 años sin fortuna personal ni respaldo familiar, que tiene además una esposa (Elina Tejerina, con quien se casó en 1950) y dos hijas de tres y de un año, y que no simpatiza con el gobierno de Perón.

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Con el triunfo de la Revolución Libertadora en 1955, Walsh abandona el terreno específicamente literario para incursionar en lo que hoy se llamaría "información general" (el sello de publicaciones como Leoplán: fait divers). Interesado por los personajes excepcionales, Walsh escribe sobre el mundo de la política con notas que exaltan el heroísmo, como las que dedica a los pilotos que bombardearon Plaza de Mayo ese mismo año. Walsh abandona el lugar de literato más o menos liberal y se pone a discutir con las instituciones. Comienza, al mismo tiempo, a escribir notas en serie, un sello característico del "nuevo periodismo" del cual Walsh será, al mismo tiempo, su profeta y su Cristo.
1956 es el encuentro de Walsh con su destino literario y político. "Hay un fusilado que vive", le dicen. "Yo quería ganar el Pulitzer", recordaría él años más tarde, refiriéndose a Operación masacre, un libro que comienza siendo una serie de notas publicadas en Revolución nacional entre enero y marzo de ese año: el embrión de un libro monstruoso (ése es su mérito mayor) que se va modificando edición tras edición.
Durante 1957 escribe dos "obras" que considera mutuamente excluyentes: la segunda serie sobre los fusilamientos de José León Suárez, que publica en Mayoría, y las notas que sigue entregando a Leoplán y que firma muchas veces con el seudónimo Daniel Hernández, su alter ego de Variaciones en rojo.

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Poco antes de su viaje a Cuba, a mediados de 1959, donde organizará la agencia de noticias Prensa Latina a pedido de Jorge Masetti, Walsh entrega una nota a Leoplán que prefigura la serie futura de artículos de "antropología cultural". Walsh publica, esta vez sin seudónimo, una "investigación" sobre la vida cotidiana de los sectores populares, titulada "El hombre del guardapolvo gris. Villa Soldati se subleva?". Ya en mayo, como un "Servicio especial de Prensa Latina", Leoplán comienza a publicar una sección fija, que aparece hasta agosto de 1959, titulada "Argentina en el ojo del mundo", la última colaboración de Walsh para la revista.
En Cuba, Walsh no sólo organiza la agencia de noticias Prensa Latina sino que comienza a pensar en términos de "la revolución latinoamericana cuya semilla está en Cuba", como escribirá años después. El más memorable de los episodios de esa época es la decodificación de un mensaje cifrado a partir del cual Walsh descubre los planes de invasión a Cuba por parte de agentes norteamericanos con base en Guatemala.
Entre los muchos méritos de Rodolfo Walsh. La palabra y la acción, no es el menor el que haya incorporado al análisis la correspondencia que Walsh sostuvo con la que era entonces su mujer, Poupée Blanchard. La inteligencia de Jozami le permite rastrear en esas cartas algunas hipótesis sobre el desencuentro entre el intelectual argentino y el gobierno cubano, de lo que hasta ahora poco se sabía y que aporta una luz fundamental a una relación muy compleja.

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Si se hiciera una historia del periodismo gráfico en la Argentina que contemplara sobre todo los grandes momentos de modernización y variación estilística, en todos ellos aparecería el nombre de Walsh. En 1966, con 39 años cumplidos, Walsh publica su primera nota en Panorama. En Leoplán, Walsh imprime algo que preanuncia el "nuevo periodismo" de los años sesenta, ese periodismo del cual Primera Plana y Panorama son ejemplos paradigmáticos. Y después estará también en CGT, planeando el Semanario Villero e inventando desde la clandestinidad las herramientas para sostener una luz en el infierno: ANCLA (Agencia de Noticias Clandestinas) y Cadena Informativa.
En Panorama, Walsh escribe notas un poco excéntricas en relación con el tono general de la revista y que pueden pensarse en correlación con los libros de cuentos que publica por esos años, en el contexto de la onda expansiva promovida por el boom latinoamericano: la editorial Jorge Álvarez y la actividad de su mujer de aquellos años, Pirí Lugones (la nieta del poeta), que participaba activamente de los círculos de la vanguardia artística.
Los oficios terrestres (1965) aparece al mismo tiempo que sus obras de teatro; Un kilo de oro es de 1967. Escrito también por esos años (Jozami lo lee en relación con la muerte del Che), la parábola de infancia "Un oscuro día de justicia" se publicará recién en 1973. Cualquier escritor se consideraría satisfecho con esos títulos, que incluyen algunos de los mejores relatos breves de la literatura argentina ("Esa mujer", justamente célebre; el ciclo de los irlandeses, que recupera sus recuerdos en un internado irlandés). Pero Walsh aspira a más.
Años después responderá a la pregunta "¿Por qué ha dejado de ejercer el periodismo?" formulada por la revista Extra (dirigida por Bernardo Neustadt) con una contundente respuesta: "Sólo me interesa escribir para muchos. No quiero escribir para ejecutivos. Esa es hoy la técnica periodística. A veces me tientan con cifras respetables, pero puedo resistir la tentación".
En el seno mismo del "periodismo para ejecutivos" (esa figura de la época cuya burla estaba ya en el Manolito de Quino y en las canciones de protesta de Nacha Guevara), Walsh planifica una serie de notas que constituyen, junto con Operación Masacre, el momento más alto de su producción periodística hasta ese entonces. "Lo esencial", escribirá en un plan de nota para Siete Días, "además de una explicación técnica correcta, es el trabajo humano".

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A comienzos de 1968 Walsh viaja de nuevo a Cuba, donde se realiza el Congreso Cultural de La Habana. Volviendo de la isla hace una escala en Madrid (los vuelos pasaban obligatoriamente por allí). Perón le presenta a Raimundo Ongaro, líder sindical. En mayo de 1968, Walsh está ya en Buenos Aires dirigiendo el semanario CGT, uno de los mejores ejemplos de periodismo sindical de los que se tenga memoria, que responde a los lineamientos de la fracción disidente de la CGT vandorista. Walsh publica allí en mayo y junio de 1968 ¿Quién mató a Rosendo?, entre otras investigaciones. En Rodolfo Walsh. La palabra y la acción, Jozami examina con detenimiento la compleja relación de Walsh con el peronismo y, en particular, con las grandes figuras de liderazgo político y sindical. No hay que confundir sensibilidad a la época con adhesiones sentimentales al movimiento peronista, naturalmente.
El periódico CGT se publica regularmente hasta el 25 de julio de 1969 (número 49). A partir de esa fecha y hasta febrero de 1970, se edita y distribuye clandestinamente. Walsh debe volver al otro periodismo (en mayo realiza con Pablo Alonso la investigación para una nota sobre la gloria y decadencia de La Forestal, la compañía productora de tanino tristemente célebre). Mientras tanto, el libro ¿Quién mató a Rosendo? se convierte en best-seller.

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A partir de 1970, Walsh milita en las Fuerzas Armadas Peronistas. Durante estos años publica esporádicamente notas de políica internacional. Walsh ya no podrá sostener ninguna separación (ni siquiera formal) entre literatura y política. En una entrevista célebre de 1973 dirá: "Hoy es imposible en la Argentina hacer literatura desvinculada de la política". Pero ese vínculo no es, para Walsh, meramente retórico: por la misma época dicta talleres con vistas a la publicación de un Semanario Villero.
En 1973, Walsh se incorpora como oficial primero con el alias de "Esteban" (el nombre de su padre) a la organización Montoneros. Será responsable de la inteligencia de la agrupación. Participa en el proyecto del diario Noticias (órgano de difusión de Montoneros que llegó a editar 130.000 ejemplares diarios), donde dirige la sección de policiales. También en 1973 aparece la versión en libro de Caso Satanowsky y se estrena la versión cinematográfica de Operación masacre (dirección de Jorge Cedrón), rodada clandestinamente durante 1971.
A partir de 1976, disiente repetidas veces con la conducción de Montoneros. Walsh se retira. Compra una casa en San Vicente, amparada en la falsa identidad de un profesor de inglés jubilado. Hacia fines de ese año sombrío comienza a planear su golpe maestro a la dictadura. Arma el esquema de la carta que escribirá en conmemoración del horroroso primer aniversario de gobierno, un texto decisivo en la historia de la modernidad occidental.
Walsh, que era buscado especialmente desde hacía tiempo, fue emboscado el día mismo que enviaba las copias de la Carta. Debía ser capturado vivo. Él decidió entregar su vida en la calle y no en la sala de interrogatorios. "Lo bajamos a Walsh, se parapetó detrás de un árbol, lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta", contó uno de sus captores (Jozami reproduce y sitúa el testimonio). Tenía 50 años, muchos más que el promedio de sus compañeros de militancia (una paradoja sobre la que hasta ahora poco se ha dicho), y vivía con Lilia Ferreyra. Soñaba con una vida nueva.

Recuadro: Una vida difícil

Rodolfo Walsh. La palabra y la acción de Eduardo Jozami es la primera entrega de la colección Militancias dirigida por María Moreno y Lila Pastoriza para editorial Norma. Dividido en cinco partes ("El joven Walsh", "Escritura y política", "El peronismo: un drama personal", "Resistencia y lucha armada" y "Restauración y tragedia") el libro es, además de una biografía intelectual de Rodolfo Walsh, una meditada reconstrucción documental de los conflictos políticos y los debates ideológicos que lo involucraron.
Más allá de la minuciosa investigación que funciona como soporte de un libro ejemplar en su género, Jozami ha conseguido sostener (y tratándose de Walsh no es un mérito menor) un punto de vista extremadamente equilibrado, que excluye sistemáticamente los juicios apresurados y las fáciles apologías y le permite problematizar aspectos de la vida y la obra de Walsh hasta ahora poco tratados. Libro urdido fuera de los cánones de la crítica especializada, podría suponérsele una mirada desatenta a las complejidades de la literatura (con la que Walsh sostuvo una relación tan tortuosa que todavía nos interpela), pero afortunadamente no es así. Jozami es un atentísimo lector de los textos de Walsh y ha sabido utilizar las piezas de su obra con tal sobriedad y precisión analítica que aún los más recalcitrantes "especialistas" envidiarían. Rodolfo Walsh. La palabra y la acción es un libro que retoma una de las voces mayores de nuestras letras y la lleva más lejos. Si la obra de un autor incluye también sus lecturas, el libro de Jozami es una pieza central del dispositivo Walsh.

Diario Perfil, suplemento Cultura (Buenos Aires: domingo 17 de diciembre de 2006)

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Por què estàn siempre con mi hermano y a mí no me dan cabida?
Saludos