por Hernán Ferreirós para Radar
En términos muy generales, hay dos clases de monstruos. Por un lado están aquellos cuya alteridad se revela en un detalle, algo que no necesariamente se ve a simple vista: el meñique tieso en Los Invasores, la mente colectiva de las réplicas en La invasión de los ladrones de cuerpos, la incompresión de los “valores” familiares que demuestra Alex en Atracción fatal. Este tipo de monstruo parece más apropiado para representar horrores cotidianos porque encarna lo siniestro, esa categoría freudiana que describe lo horrible en el corazón de lo conocido. Por ello, fue el antagonista característico de la ciencia ficción de la guerra fría, que señalaba que un vecino o un familiar podía ser un otro, un monstruo, un comunista. Aunque la lista de momentos perturbadores debidos a tales seres puede ser inagotable, el mejor monstruo es aquél cuyo cuerpo mismo revela el caos, la ausencia de límites y de ley natural o social que es el punto de fuga del género fantástico, el arma con que el horror amenaza la vida de sus protagonistas y la nuestra. Esa es la otra gran clase de monstruos. Aquellos seres cuya alteridad es abrumadora, inocultable, los monstruos horribles, los que toman la mayor distancia posible de lo humano –lo reptílico y lo maquínico serían los extremos: el alien de Giger, no en vano, es una combinación de ambos. El monstruo que mejor nos interpela es esa fiesta enloquecida de la carne que se hace difícil de mirar, esa cosa sin una forma estable, como el alien, como, justamente, la Cosa en El enigma de otro mundo (otra vez Carpenter, 1981), como el mutante de Host, simplemente porque su monstruosidad radical hace que se vuelva un significante sin significado fijo. ¿Qué representa el monstruo en Alien: la sexualidad, la violación, la inclemencia del deseo, el horror a lo femenino, el temor al otro? Es indecidible, porque el monstruo es un intento de articular lo innombrable, lo que está oculto o no se puede mostrar, de ahí su poder subversivo. El monstruo se resiste a ser alegoría o metáfora, a ser integrado en un sistema de significados previsto.
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
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Hace 1 día.
1 comentario:
Para mi los monstruos mas horrorosamente atractivos son los lovecraftianos, aquellos "ominosos" que anulan el lenguaje humano porque no hay palabras para describirlos.
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