domingo, 18 de abril de 2010

Miré los muros de la patria mía...

Como siempre es penoso que alguien hable bien de su propia actuación, me apresuro a subrayar aquellas épocas gloriosas de la fundación del Festival de Cine Independiente, con Andrés Di Tella como su director.
No sé si Andrés lo recordará, pero este blog le debe mucho y es bueno que se sepa: hace tantos años (en el comienzo del tiempo y el nacimiento de las eras), nos reuníamos con Andrés y Alan Pauls en un departamento (si no recuerdo mal) de la calle Las Heras, para preparar una revista ¡sobre cine!
Durante días y meses fuimos dando forma a las secciones en charlas un poco bizantinas en las que todo era una transacción entre nuestros gustos personales, nuestro snobismo y un deseo irrefrenable de intervenir públicamente. Una de las secciones, defendida y titulada por Andrés, para esa revista que sólo existió en potencia (salieron varios números imaginarios, todos ellos excelentes) era "Diario de un televidente", que yo robé para este blog.
Muchos años después, Andrés fue llamado ("convocado" tiene una connotación militar que no viene al caso, sobre todo cuando se trata de una interpelación que, en algún sentido -un sentido agambeniano, pastoral- disuelve toda vocación) para inventar el BAFICI (cuya denominación, entonces, no estaba tan establecida en ese siglerío que siempre sonará a MANLIBA).
No hace falta recordar a los formalistas rusos, pero lo cierto es que el momento más alto de un género (o de una institución, como en este caso) es su momento fundacional. Todo lo que viene después es ya epigonal o decadencia y debe juzgarse en relación con ese big bang que pone sobre el mundo lo que antes había sido una pura potencia (¿cuánto habrá en el BAFICI de hoy de aquellas charlas en la calle Las Heras?).
Yo fui un espectador fiel de las dos primeras ediciones del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (al que llamábamos, sencillamente, Festival) y después, cuando la política consideró que Andrés era, tal vez, demasiado exquisito (por su formación, por sus gustos, por sus expectativas) para ese espacio, dejé de ir (salvo cuando amigos estrenan allí sus
ejercicios audiovisuales) y, con los años, me convertí en un fervoroso detractor del BAFICI (no tiene sentido, ahora, detenerme en mis argumentos).
Andrés rememora sus discusiones de entonces con Darío Lopérfido. Yo también discutí con Darío, y mucho, algunas de sus políticas, pero al menos siempre fue claro para mí que, en aquel entonces, había una discusión posible (y, al mismo tiempo, necesaria) sobre políticas culturales e, incluso, siempre comparé los dos festivales porteños promovidos por Darío (el de cine y de artes performativas) como modelos que la Feria del Libro debería haber seguido alguna vez. Más allá de los pareceres personales (y los razonamientos políticos), en su momento esos festivales produjeron una transformación en la percepción y en la producción de las artes que consideraban (la Feria nunca aspiró a algo semejante y, por cierto, jamás lo consiguió), y eso siempre es prometedor (que hoy no pueda sostenerse la misma certeza es tal vez algo que habría que poner a jugar con la decadencia irremediable de la cultura contemporánea, independientemente de los países que se consideren).
Pero no quiero ponerme plañidero y rasgarme las vestiduras por los tiempos idos, porque conviene siempre mirar hacia adelante y si me detuve en este instante para mirar hacia atrás fue sabiendo secretamente (como Orfeo) que pondría en peligro precisamente aquello que quería salvar del infierno. Andrés fue el mejor director de ese festival hoy muy decadente, muy autocelebratorio, muy endogámico. Sea.
Pero lo que debemos preguntarnos es qué hacer hoy con nuestras experiencias, nuestros sueños y nuestros delirios: no encerrarlos en el aislamiento celeste, sino ponerlos a chirriar por las calles... No sé, algo de pánico, de embriaguez y de disturbio.

3 comentarios:

hombre de mundo dijo...

no fuiste a ver las de chris petit? se los vio a tu amigo pauls y a marcelo cohen en las butacas. supongo que radio on y london orbital (que me informaron que ya fueron exhibidas en otra ocasión) te hubieran interesado.

Anónimo dijo...

esas épocas... hablás como un viejo?

Anónimo dijo...

Cuántas sandeces, Daniel. ¿Qué tuvo de endogámico o de decadente, por ejemplo, la restrospectiva dedicada al cine marginal brasileño?