Enterados de mi revés, llegaron hasta mi hostal de la Via Appia Antica los bailarines que integran el dúo "Hermanos Macana", con un disco de regalo. Es el último de Mina, que incluye una versión extraordinaria de "Io e te" del milanés Paolo Benvegnù y "Solo se sai rispondere", del guitarrista Massimiliano Casacci, tal vez uno de los mejores momentos del disco, que acompaña mis melancólicos crepúsculos romanos.
La tercera vez que lo estaba escuchando, en la galería trasera del palazzo, mientras limpiaba las herramientas de jardín que había usado esa tarde, se presentó ante mí un "huesped" (más de veinte años mayor que yo) que hasta entonces no había visto ni siquiera en las comidas comunitarias. Llegó, me confesó, atraído por la música, que le traía recuerdos (y no del todo gratos).
No soy bueno para conversar con desconocidos, y mucho menos en una lengua que no sea la mía (la "lengua materna"), pero por fortuna Gino hablaba un poco de español.
De hecho, el malogrado artista (coreógrafo de varios de los números musicales de Rafaella en sus sucesivos y casi infinitos programas para la RAI) fue además responsable de algunas traducciones de sus letras al castellano. Me interesó particularmente la circunstancia porque siempre fue para mí un misterio filológico que ni el Pianigiani pudo resolver el hecho de que el hitazo por todos recordado "53.53.456" llevara por título en la versión castellana: "0303456". El cambio no podía obedecer a necesidades de rima ni de ritmo y, efectivamente, fue una exigencia de las compañías discográficas, que temían (con razón) una catarata de llamados al número de referencia.
No eran esos los recuerdos más penosos de Gino, sino las larguísimas sesiones durante las cuales trataba de que Rafaella reprodujera algún movimiento mínimamente parecido al baile. De Mina, con quien él no había trabajado sino ocasionalmente (cuando la gran diva visitaba a Rafaella), conocía muchas anécdotas sobre sus déficits motrices (particularmente en lo que se refiere a le mani), que en sucesivos videos, obligaron a los directores y camarógrafos a ir cerrando progresivamente el plano porque no había manera de contener sus movimientos espásticos. Hacia el final de su vida pública (antes de su desaparición física), Mina sólo podía mover los ojos, en primerísimo primer plano, y hasta eso resultaba inquietante.
En cambio Rafaella.... No había forma para contenerla, me decía Gino. Las jornadas eran extenuantes, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de bailarines que ella imponía para todas las coreografías (nunca menos de veinte) y los complicadísimos escenarios tan característicos de la RAI...
Como bien podía yo imaginar, me dijo Gino, fatalmente un día se dijo "Non posso piú" y se entregó irreversiblemente a las potencias infernales (y anestésicas) de la cocaína. En pocos años se convirtió en un despojo humano, se vio obligado a vivir de la caridad de sus amigos y, finalmente, las autoridades sanitarias del distrito 11 decidieron confinarlo en Appia Antica, a donde volvía por lo menos una vez al año, después de sucesivas altas y recaídas. Trabajo no le faltaba, pero después de los disparates que había urdido bajo los efectos conjuntos de Cocó y Rafaella, ya casi nadie lo tomaba en serio.
Rafaella le había arruinado la vida.
Me atreví a contradecirlo: a sus años, se lo veía en mejores condiciones que otros de su misma edad. Sonrió melancólicamente, me acarició el pelo como si yo fuera un ragazzo de los muchos que albergaba la institución y se retiró sin decir nada.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
5 comentarios:
Qué interesante anécdota. Al leér el título pensé que se trataría de un artículo sobre estética. Lo es, de todas formas. Pobre desconocido.
saludos
Tus relatos italianos me vienen haciendo acordar todo el tiempo al Guzmán de Alfarache y los sinsabores que pasa el pícaro en Italia, los trabajos forzados, la confusión de identidades, las grandes diferencias entre unos y otros... (En fin cosas que están en tantos lados, pero ya sabemos que cada uno lee con la infección que tiene ya metida en la cabeza.)
Ahora completaste el círculo con el cautiverio y los labores de jardinero, como el moro Osmín de una novela intercalada.
De verdad hilarante, hasta ahora éste es de mis preferidos.
¿Qué sería del mundo si no existiese Italia? Por favor escribí la novela de Via Appia... Desde Montserrat que estamos esperando.
Tus comentarios italianos están repletos de frases y giros del libro de Marta Royo... ¡Increíble! A todos nos sale espontáneamente eso cuando vamos a Roma.
Por favor, tené piedad de nosotros, que la envidia sana no existe.
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