domingo, 5 de septiembre de 2010

Títeres del destino



El espectáculo que habíamos venido a contratar por encomienda de Arturo Carrera, presidente de Estación Pringles (que patrocinaba nuestro viaje a la Magna Grecia), Orlando al giardino incantato di Drogantina, no iba a estar disponible, nos dijeron los hermanos Vaccaro, hasta el mes de diciembre, porque durante noviembre ya habían firmado contrato para el Teatro della Posta Vecchia (Agrigento) y, luego, para una gira por Andalucía, en homenaje a La Barraca de Lorca. Incluso, nos dijeron mientras comíamos en una trattoria de la Giudecca, partían ya mismo, es decir mañana, es decir antes de ayer (o hace dos días: nos hemos perdido en un rizo temporal), para cerrar el Festival de Verano de Taormina, a donde los acompañamos porque (nos habían asegurado), John Malkovich, que presentaba una obra con dirección propia, había insistido (enloquecido por el titiriterismo desde Being John Malkovich) para que ellos formaran parte de la doble función.



“¿Taormina?”, preguntaron desde Pringles, con un tonito suspicaz. No creyeron que hiciera falta un traslado semejante, y mucho menos conociendo los precios del lugar, de modo que nos dijeron que esa parte del viaje quedaría a nuestro cargo (y, de paso, nos dijeron que éramos unos cholulos porque corríamos tras Malkovich como antes Robert Graves tras los faunitos que fotografiaba).
Nos ofendió la comparación, y por eso persistimos en nuestro propósito. Los Vaccaro, en cuanto vieron que no teníamos dónde dormir, se desentendieron de nosotros y tuvimos que ingeniárnoslas para conseguir un lugar donde pasar la noche después de la función de cierre a toda gala y todo trapo.



Mientras tanto, los Carrera ya habían reemplazado una encomienda por otra y ahora (pero "ahora" no es hoy sino hace unos días) exigían que nos trasladáramos a Roma, para ver los pupi de cierta casa especializada regenteada por los hermanos Cavalcanti en las inmediaciones de Piazza del Popolo.





No sé qué rencor les había dado, pero en castigo por la noche que pasamos en Taormina (para nada memorable, si tengo que decir la verdad) nos mandaron a un hospedaje cerca de Viterbo.




Por supuesto, la casa especializada estaba todavía "chiusa per ferie", así que seguiremos por aquí hasta que abran, comiendo cus-cus con nuestros vecinos africanos, esperando poder concretar algo, que para eso nos pagan.


1 comentario:

Sasa dijo...

En Taormina tuvimos una jornada de snorkel en la que fui atacada por una agua viva gigante. Sus filigranas dibujan arabescos sobre mi brazo izquierdo que me unen para siempre a vuestro romano taxista dominical.