Soy un dinosaurio herbívoro, un fósil de los tiempos en que la telefonía era un servicio público y no un negocio feroz. La comunicación telefónica sigue siendo para mí tan misteriosa como para Proust. No tengo número fijo y, si conservo un viejo teléfono celular (mis amigos se sorprenden por mi repugnancia a las pantallas táctiles), es sólo porque no puedo prescindir de la hipótesis de la emergencia, el “teléfono rojo” (mi tono de llamada, que casi nunca suena, es el de la serie Batman).
La semana pasada mi celular sonó ¡cuatro veces! Eran cuatro personas diferentes pero un único llamado, cuyo remitente pretendía que cambiara mi plan de telefonía móvil por uno mucho más ventajoso para mí, que me permitiría ahorrar enormes sumas de dinero. “Hemos analizado sus consumos”, me dijeron.
La primera vez me presté al juego porque la voz, acariciadora y firme, me arrastraba hacia ensueños eróticos. Prometí considerar la oferta.
La segunda vez, mentí que estaba al volante y corté con una mezcla de asco y de desolación. La tercera vez respondí sin cortesía porque me importunaban durante un fin de semana. La cuarta vez fue un día inolvidable: brillaba el sol de mayo y todas las vainas de los árboles habían explotado arrojando sobre Buenos Aires una suave nevisca de semillas que yo miraba extático sentado en la plaza de Tribunales.
Mi humor no admitía interrupciones y pregunté si la conversación estaba siendo grabada (amenaza siempre detestable que esa vez quise poner de mi parte). Le expliqué a la voz, en los peores términos, que la persistencia de la empresa en ofrecerme un plan que no necesito ni quiero invalidaba sus argumentos de pacotilla: ¿o acaso es legítimo pensar que una multinacional pague sueldos (de hambre, pero sueldos al fin) a una brigada de desesperanzados para privarse de sus ganancias siderales? ¿Desde cuándo el Mal absoluto trabaja para mi beneficio? ¿Tan idiota me creían?
“Me estás mintiendo”, grité en la plaza. “Y vos sabés que me estás mintiendo”. “Yo no te importo”. Hacía una “escena amorosa” y mi interlocutor era el capitalismo más vil.
Las tres gracias
-
Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay ...
Hace 20 horas.
7 comentarios:
"mi interlocutor era el capitalismo más vil"...excelente.
Odio la telefonía celular, "sus beneficios" y todo lo que tenga que ver con ella. Tengo un nokia, (no recuerdo el modelo), que sirve para mandar mensajes, para hablar, y para iluminar mi cocina cuando se corta la luz. No necesito más.
Cuando los llamados para cambiar mi plan (que era el más bajo, obvio), se hicieron recurrentes, cambié el tono jocoso con el que tratata a mis amables (cuando me decían que me iban a dar un plan acorde a mis necesidades, le respondía a la chica que si le comentaba cuales eran mis necesidades, me iba a cortar la comunicación) interlocutores por uno terriblemente hostil; santo remedio: nunca más me molestaron.
Después de varios llamados (incluido uno un domingo al mediodía!), estallé: "me están llamando mucho, no me llamen más, si tengo celular es porque pasó de ser un necesidad social" le grité, disfónico, a la chica fantasma enunciadora de beneficios. Ahora solo se esconden en el anonimato de los mensajes, que elimino inmediatamente de mi casilla.
Consejo para todos: hostilizar a los/las amables operadoras. Y que no me vengan con argumentos del tipo "pobre chica, ella tan solo tiene que cumplir con su trabajo", porque a eso opongo lo siguiente:
esta bien que ella/el solo sea una pieza (insignificante claro) de un engranaje perverso, pero si quiero quejarme por sus llamados insoportables supongo que si le digo "pasame con el gerente para quejarme porque vos nada más cumplís órdenes", no creo que lo haga, no?..entonces que cada uno se banque lo que implica trabajar para quien se trabaja, bajo las modalidades por las que se trabaja.
Nos obligan, está claro, a recurrir a una fórmula que se hace efectiva: un poco de hostilidad= un poco de paz.
Saludos
Danillo
concuerdo absolutamente con anonimo. nada de amabilidad para el telemarketer. yo tambien gano un sueldo misero y no jodo a nadie
aunque encabezada por la gente de RRHH de cualquier empresa y seguida por los obstetras, los telemarketers también figuran en mi shitilsit
conozco telemarketers que venden planes de salud a los viejitos con argumentos despiadados
De la confrontación con el vil capitalismo descendimos a dispárenle al telemarketer? La vileza del sistema consiste precisamente en eso.
Oh, telefonía celular!Agujero negro donde se pierde hasta la estupidez el último vestigio de cordura humana. No reclamarás.Te paso con fulano, te paso con mengano y vuelta a empezar.
Yo rechacé tus dulces ofrecimientos,tus promesas de amor y aún así, me aumentaste la factura,traidora! Me destrozaste el corazón.
también pueden cortar...
A mí me hostigan en la línea de mi casa. E investigando descubrí una forma mejor que gritarle al telemarketer en cuestión.
Se llama "Registro no llame"
http://www.buenosaires.gov.ar/areas/jef_gabinete/atencion_ciudadana/no_llame.php?menu_id=31694
No sé si funciona con celulares pero debería bastar.
Por otro lado, también se puede llamar a la compañía en cuestión y solicitar amablemente que no lo llamen más para ofrecer promociones.
De hecho, oh, casualidad, hoy hice eso apenas me levanté. Están obligados por ley (no sé exactamente cuál) a no llamar si uno lo solicita.
Publicar un comentario