Brasil tiene una vocación metropolitana de la que Argentina carece por completo (por fortuna, porque es tan disparatado este país que difícilmente podría sostener una fantasía semejante). Para comprobarlo, cuéntense los graduados argentinos que han hecho sus estudios de posgrado en las hoy maltrechas (pero todavía poderosísimas) universidades brasileñas. Como contrapeso de esa evidencia, basta señalar que Argentina jamás pudo instrumentar un Instituto de la Lengua que, en lugar del Cervantes, se encargara de los aspectos culturales de la integración que el Mercosur suponía.
De Francia (y otras naciones europeas preocupadas por la difusión de su literatura más allá de sus reducidos ambientes lingüísticos), el gigante amazónico copio un programa de subsidios a las traducciones que ha redundado en un beneficio mutuo, porque así como Brasil puede exportar literatura, nosotros podemos estar al tanto (perezosos como somos para leer en portugués) de las tendencias de una de las principales canteras de la imaginación de nuestro tiempo. Los argentinos, en cambio, soñamos con que nuestros libros se distribuyan en España y sólo eso (porque con eso alcanzaría para que la distribución rebotara en los demás países latinoamericanos, y desatara cataratas de traducciones, etc.). En materia cultural y literaria, se ve, Brasil no rinde vasallaje a ninguna metrópoli, mientras que Argentina, más allá de las protestas, sí.
Como para nosotros es más importante Brasil que España, seguiremos soñando con la anexión definitiva de nuestros territorios como el Estado do Rio de la Prata do Sul. Ojalá que sea pronto, porque parece que la Corona española ya mandó sus carabelas allende Tordesillas.
De Francia (y otras naciones europeas preocupadas por la difusión de su literatura más allá de sus reducidos ambientes lingüísticos), el gigante amazónico copio un programa de subsidios a las traducciones que ha redundado en un beneficio mutuo, porque así como Brasil puede exportar literatura, nosotros podemos estar al tanto (perezosos como somos para leer en portugués) de las tendencias de una de las principales canteras de la imaginación de nuestro tiempo. Los argentinos, en cambio, soñamos con que nuestros libros se distribuyan en España y sólo eso (porque con eso alcanzaría para que la distribución rebotara en los demás países latinoamericanos, y desatara cataratas de traducciones, etc.). En materia cultural y literaria, se ve, Brasil no rinde vasallaje a ninguna metrópoli, mientras que Argentina, más allá de las protestas, sí.
Como para nosotros es más importante Brasil que España, seguiremos soñando con la anexión definitiva de nuestros territorios como el Estado do Rio de la Prata do Sul. Ojalá que sea pronto, porque parece que la Corona española ya mandó sus carabelas allende Tordesillas.
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