sábado, 21 de septiembre de 2013

Lo que vuelve


Por Daniel Link para Perfil


Ya estaba por empezarme a quejar de la seca cuando la lluvia se instaló con una persistencia pesadillesca sobre nuestro jardín del conurbano. Veremos los resultados de las últimas lluvias en la producción agrícola-ganadera, pero yo ya estoy contento, sobre todo porque la lluvia vino mezclada con uno de esos saltos abruptos de la temperatura que enloquecen la percepción de las plantas.
El trompetero naranja (o bignonia de invierno) todavía era un fuego cuando en los manzanitos de adorno empezaron a despuntar sus flores rosas y púrpuras. 

De inmediato vino el turno de las coronas de novia, que volcaron su pesada blancura a lo largo del cerco ceremonial (si hay novia vestida, uno imagina esponsales de inmediato) 

y una mañana nos despertamos con la glicina agobiada de flores. 


Las últimas flores del invierno y las primeras de la primavera se conjugaban en una paleta indescriptible (dejo de lado las margaritas amarillas, con su elegancia silvestre, y los farolitos chinos o abutilones, porque empalidecieron ante todo lo demás). 


El jazmín de Madagascar, que visualmente no rinde, se hizo notar sobre los demás olores, que se le superponían con una alegría que los pájaros reproducían cantando y retozando en los charcos de agua. 

En los canteros nicotinizados por mi mamá, los conejitos invernales dieron sus mejores ejemplares en muchos años.

El azar quiso que este espectáculo (el de la repetición, el ritornello de las horas, las estaciones, los colores y la dicha) esta vez no se nos escapara. 

1 comentario:

Viviana dijo...

Aquí, en cambio, volvió el otoño.
A ver si un invierno nos tomamos un café en la bella París, como yo lo soñé.

Un saludo.