El ensayista y carismático docente Daniel Link se despide de la UBA con una apoteosis
Un poco inspirado en aquel hecho barthesiano, también lo empujó la realidad –casi siempre es difícil decir adiós–, y al mejor estilo de quien todo lo conoce acerca del arte de traer discursos al presente, para transformarlos, a los acontecimientos históricos, el 25 de junio de 2024 Daniel Link decidió dictar su Lección final.
El último teórico de Daniel Link en Literatura del siglo XX antes de jubilarse fue una lección final impecable en la que recorrió el tema del programa (las ideas sobre el pueblo) hablando sus autores favoritos de teoría y ficción. La sala 324 estaba estallada
— Malena Rey (@noeselcaso) June 26, 2024
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. 18:10. Aula 324 del Tercer Piso. Un grupo de estudiantes, que este año no alcanzó a leer Pedro Páramo, la novelita de Juan Rulfo, se predispone a escuchar a su profesor. Todos los miembros de su cátedra –entre ellos Claudia Kozak, que hace poco también emprendió el camino de la jubilación–, exalumnos, escritores, docentes e investigadores de reconocida trayectoria como Laura Ramos, Gonzalo Aguilar, Renata Rocco-Cuzzi y las editoras Leonora Djament y Malena Rey, así como también fotógrafos de diferentes medios, se dan cita para presenciar lo que se presupone será un verdadero acontecimiento intelectual. La sala, en la que hay más de mil asistentes, está presidida por un pupitre central. Sobre la mesa hay un micrófono, una pila de libros, una lámpara, una tablet.
Es difícil estar atentos a aquellos indicios que marcan que estamos ante un cambio de época. Pero es seguro que esos indicios a veces no se nos presentan como algo rotundo, sino más bien como pequeñas marcas, rastros de carmín en medio de un camino constantemente sembrado por hechos que falsamente se autorepresentan como históricos. ¿Es de verdad una última clase?, sobre todo porque Daniel Link continuará con la docencia en la Universidad Tres de Febrero. ¿O se trata más bien de una performance?
Comienza a hablar
Hace tan solo un momento Miguel Rosetti, uno de los miembros de la cátedra de Lin, Literatura del siglo XX, recibía las monografías de la materia cuatrimestral; una estudiante le comentaba a otra que pronto viajará a Londres, para realizar un posgrado en Artes y Finanzas... Después de los murmullos previos y la alegría del encuentro, se hace por fin el silencio. Y allí, en ese contexto, el docente, el profesor, el literato, el catedrático, el maestro, el investigador, comienza a hablar:
“Las inteligencias artificiales no conocen el tic tac de lo viviente”, sostiene. Y señala entonces que los sujetos de letras pertenecemos a una especie que vive en y para los textos. Cita a Peter Sloterdijk, a Kafka, a Gilles Deleuze. Su estilo no está solo en el lenguaje. Está también en su tono, portador de un estilo envolvente.
Acaso el gran método de Daniel Link haya consistido en mezclar, como nadie, la cultura pop con lo más dilecto de su erudición barthesiana. ¿Está bien hablar en pasado? ¿Es eso correcto? Aquí no se trata de la muerte, si no más bien y tan solo de un cambio de proyectos. ¿De verdad no se trata de una performance?
Es entonces cuando una “estudiante nueva” irrumpe en clase y toma la palabra. “Disculpas Profesor. Soy de una nueva agrupación estudiantil y quisiera decir unas palabras”. Daniel Link, como es habitual, accede a dar la voz. “Soy de La Agrupación Libertaria de Izquierda”. Se trata nada menos que de la dramaturga y directora teatral Vivi Tellas, estrella del under de los años 80, quien ha venido esta tarde hasta Puán para saludar a su amigo, a su colega, a su investigador.
Entre abrazos y risas, Daniel Link aprovecha la ocasión. Como todo profesor universitario “ideologizado” que desea “bajar línea”, para “adoctrinar” a sus estudiantes, pero absolutamente convencido de que será el pensamiento crítico lo único que salvará a nuestra especie, aprovecha la intervención de Tellas para verter algunos conceptos políticos de ocasión.
Contra la dicotomía de "pueblo vs. casta", han emergido ahora las acechantes fuerzas de un “liberalismo mersa”, señala, mordaz. Para Daniel Link, quien se ha especializado en el estudio de obras literarias del siglo XX que vieron la luz entre los fascismos europeos y la Primera y la Segunda Guerra, es un hecho evidente que los autoritarismos del siglo pasado han sembrado también sus vástagos en el siglo actual.
Sus epígonos del XXI, para él, también llegan con sus viejas y ya conocidas fantasías de exterminio. La enseñanza que nos deja el siglo XX es que esas fantasías de exterminio, antes de Auschwitz, circularon “inofensivamente” por las calles y fueron también producidas por la radio o la prensa impresa. Frente a este nuevo estado de situación, ante la crisis generalizada del humanismo y ante el vacío al que nos arroja la crisis de la cultura escolar –la crisis incluso del proyecto de la Ilustración–, la literatura se ha vuelto depositaria de un conocimiento fundamental. Paradójicamente, en la medida en que más necesario se vuelve ese saber, es también una evidencia grande de que la literatura ocupa ahora el lugar de un saber subalterno.
Un saber resistente
Puesto que lo que otrora ocupara un lugar de poder –los hombres y mujeres de letras dominaron el mundo: ”los imperios europeos marchaban rumbo a sus saqueos acompañados de filólogos”–, se ha vuelto ahora un saber resistente –que perdura–, se vuelve imperativo subrayar que la labor fundamental de nuestro tiempo no trata tanto por la conquista de “la libertad”, sino por el diseño de un proyecto que sea capaz de “encontrar una salida”.
Para Daniel Link es absurdo que la humanidad haya destinado tantos años de diseño de teorías de la lectura y de edificación de la teoría de la recepción –teoría de la imagen, la tradición psicoanalítica y un largo etc.–. Tantos años destinados a la edificación de bibliotecas, escuelas y librerías universitarias, para terminar desbarrancando en un mundo que instituye un punto de vista sobre todas las personas dispersando viralmente su propia auto-representación.
¿Cómo puede ser verosímil el propio punto de vista sobre uno mismo? En ese sentido, un mundo de emoticones y de selfies se vuelve un mundo en el que el trabajo de la lectura sencillamente pareciera dejar de existir. Es cierto que la última lección de Link tiene motivaciones biográficas, biológicas, etc. –el eterno profesor joven está ya próximo a su jubilación–. Pero puede que su retiro se deba también a causas más profundas.
“Sigan sin mí en un mundo de selfies y de emoticones, sobre todo si piensan que ese camino, que de seguro conduce al infierno, les parece transitable”. Dijo en la fría noche de junio el profesor de literatura quien, luego de haber tenido por largos años un blog súper popular, Linkillo, se ha abstenido hasta ahora de incursionar en las nuevas redes sociales. Aunque sí tiene, hay que decirlo, uno de los blogs más antiguos y más leídos de toda la Argentina: linkillo.blogspot.com (cosas mías).
Para Daniel Link, quien entre sus muchísimos libros también publicó uno con el título de, precisamente Clases. Literatura y disidencia (2005), la clase –escolar, universitaria– es el lugar de todos los intercambios. Sus clases, a lo largo de varias décadas, fueron un emporio de citas literarias y de reflexiones a partir y a través de ellas.
Frases del tipo “la náusea como un anonadamiento del mundo”, “los momentos de peligro”, “la guerra, la revolución”, “las formas de vida”, “cómo vivir juntos” y un largo etcétera, conformaron algo así como un misal de voces propias y entremezcladas. “Daniel nos ha enseñado a leer con las voces de quienes han leído antes”, había dicho el editor Diego Bentivegna un rato antes, en la presentación inaugural. Link hizo del cruce de territorios distantes toda una poética, un estilo.
Podía interrumpir una reflexión sobre La montaña mágica, de Thomas Mann, con una expresión del tipo: “¡Oh!, creo que hoy viene con la remera que uso para dormir”. Decía esas cosas en medio de una sala pletórica de estudiantes jóvenes, sosteniendo el voluminoso libro de Mann entre las manos pero, al mismo tiempo, señalando la impresión de la S de Súperman en la estampa de su pecho.
Docente, literato, autor de teatro, Súper Profesor. Link podía hilvanar una frase en latín al lado de una cita proferida por alguna diva de TV. Como de hecho, la noche del 25 de junio de 2024, lo volvió a hacer. Hacia el final de su clase, cuando amigos y colegas se acercaban para abrazar al amigo, al maestro, al profesor, Daniel Link volvió a tomar el micrófono para decir: “Como diría una gran pensadora argentina contemporánea, Mirtha Legrand: ‘A ustedes les debo todo. Pero yo les he dado mi vida’”.
Al instante, mientras un gran ramo de flores llegaba hasta el escenario, también lo hacía un grupo de estudiantes para acercar el obsequio de ocasión, ese que se da a profesores al terminar el curso. Al abrirse la bolsa de papel madera, allí apareció: ¿un pijama de Micky Mouse? El obsequio, para quien comprende el mensaje, fue algo así como decir: este uniforme de Super Docente de la calle Puán, es sólo suyo, y solo usted se lo puede llevar.
En los tempranos años 2000, Daniel Link fue uno de los primeros docentes de la Argentina en dar bibliografía a través de la plataforma Moodle. Como si la clase fuera también una fiesta, un bar. B de Bebida se llamaba incluso uno de los tópicos de su programa en el aula virtual. Así, entre lágrimas, serio, risueño, bromista, cordial, Daniel Link hacia el final de su clase tomó una copa y brindó. “En el último trago, nos vamos”.
Luego de eso vinieron las lágrimas, los abrazos. Cuando la algarabía se mezclaba y un dejo de nostalgia arreciaba, todavía Link tuvo ánimo para tomar el micrófono y decir algo más: “Perdón. ¿Preguntas?”.
El 2024 under, subalterno y cultural, probablemente sea recordado por la aparición de El último show, la película de José Luis García –que, tras 37 años de estar archivadas sin aparente sentido en una cinta VHS, recupera las imágenes del último recital de Luca Prodan antes de morir–. Y por ser el año en que Daniel Link dictó su última clase en la UBA.
Una cita de Roland Barthes contenida en su Lección Inaugural, acaso podría ser de utilidad para describir lo que allí pasó: “El profesor no tiene aquí otra actividad que la de investigar y hablar [...], soñar en voz alta su investigación. Privilegio enorme y casi injusto en el momento en que la enseñanza de las letras se halla desgarrada hasta la fatiga entre las presiones de la demanda tecnocrática y el deseo revolucionario de sus estudiantes.”
Puede parecer extraño, en el mundo actual, que una clase de literatura pueda transformarse en un acontecimiento intelectual. De hecho, de suceder, todo haría creer que se trata más bien de un malentendido. O de algún tipo de anacronismo que evoca otras épocas. Épocas de oro no solo de la literatura sino también de la teoría y de la crítica literaria. Es eso lo que aconteció una noche de junio de 2024 en Buenos Aires, en el barrio porteño de Caballito, en un reconocido edificio situado en la calle Puán.
(¡Gracias, Juan!)
1 comentario:
te leo, te releo desde hace más de 20 años. me emocionó mucho tu lección final. en el medio tenía sesión y como no me la quería perder obligué a mi psicoanalista a que la escuchara conmigo.
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