sábado, 1 de junio de 2024

Siete diferencias

Por Daniel Link para Perfil

Un poco en chiste, nos hemos lanzado a comparar los años noventa con este presente que nos ha tocado en suerte (y que, justo es decirlo, nos lo merecemos, por más odioso que sea). La culpa es un poco de Milei, que no deja de compararse con la reencarnación del Tigre de los Llanos (convengamos que lo de Leon le queda demasiado grande: los leones no patalean, con la cara enrojecida).

Pero hay diferencias. Menem fue perdiendo las patillas de a poco, hasta que desaparecieron del todo. Milei, por el contrario, se las dejó crecer para hacerse el canchero. Menem era astuto como un encantador de serpientes y sabía seducir (Mirtha Legrand, tan luego, lo recordó como “Siempre carismático y simpático","El único invitado que terminado el programa iba a la cocina y saludaba a todos los empleados"). Milei, en cambio, sería capaz de preguntarle a la conductora cada cuánto se cambia los pañales.

Menem tenía un partido, Milei tiene una hermana y, con mucha buena voluntad, una banda.

El riojano metió varias patas que nos costaron caro: desmanteló el sistema de ferrocarriles, envió tropas a la Guerra del Golfo, instaló al país como blanco del terrorismo internacional. Las bravatas de Milei van en la misma dirección, pero todavía no hizo (por fortuna) casi nada.

Durante la década menemista, muchas personas pudieron acceder a créditos hipotecarios. Hoy esos créditos han vuelto, pero es muy probable que se transformen en pesadillas atadas a coeficientes de actualización inalcanzables.

A Menem lo votaron dos veces, tanto los sectores populares como los intelectuales. A Milei, como siga el camino de odio que ha emprendido de la mano de los más desagradables estrategas, no lo van a votar ni sus ex-funcionarios (que ya son legión).

No estoy contando, así que no sé si llegado a las siete diferencias, pero agrego dos más: cuando terminó el menemato pudo verse todo lo que la prensa canalla había escondido celebrando las noches de pizza con champagne. Fue el comienzo del cartoneo y de la gente que sobrevivía revolviendo la basura. Hoy el presidente dice que la gente no la está pasando tan mal porque si así fuera ya estaría muerta. Y lo dice al comienzo de su, por llamarla de algún modo, gestión. Y lo dice teniendo ya esa parte de la ciudadanía enterrada en ese pozo de ignominia.

Cuando Menem, quienes tuvimos la suerte de viajar nos comprábamos alguna ropita. Ahora vamos al super extranjero y compramos café, desodorante, espuma de afeitar.

Digámoslo así: Menem tenía un proyecto, Milei tiene un delirio.

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