Según el Manifiesto comunista, la modernidad habría "ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta". Desde una perspectiva teórica e ideológica bien diferente, Max Weber llamó Entzauberung a ese proceso de desencantamiento del mundo: el triunfo de la racionalidad formal o instrumental, que organiza las acciones sociales con arreglo a fines, supone la pérdida de valores.
Abrevando en ambas tradiciones, la Escuela de Frankfurt no hizo sino plantear un análisis de las nuevas realidades históricas derivadas de ese progresivo triunfo del cálculo: el autoritarismo, la transformación de los conflictos sociales en las sociedades altamente industrializadas, la cultura de masas.
Las sucesivas transformaciones culturales que dieron forma al siglo XX no hicieron sino potenciar la necesidad de integrar al examen crítico de las transformaciones culturales (se trate de la subjetividad política, el universo del trabajo, el ocio, los modos de relación social o las tecnologías de la reproducción) con una teoría del valor: la ontología del presente no puede, sin riesgo, autonomizarse de una axiología.
La aceleración de la historia hacia fines del siglo XX y las violentas transformaciones que marcaron el pasaje de una época a otra volvieron imprescindible la elaboración de una teoría axiológica coherente y lo suficientemente amplia como para poner en conexión la múltiple expresión de los valores. La relación que guardan los valores con problemas globales (con el mercado, con la tolerancia política, con el desarrollo de la ciencia, etc.) no ha dejado de ser interrogada por los investigadores de las últimas generaciones (en la línea inaugurada por Marx o en la estela de Weber).
En todo caso, hoy se ha vuelto imposible sostener el reduccionismo que desvinculaba los procesos de modernización tecnológica de los contenidos de naturaleza originariamente social, analítico-social o económico-crítica. Una modernización centrada en una lógica puramente tecnológica, que piense que ha alcanzado el final de la metamorfosis de las formas sociales, a través de la economía de mercado o de las formas actuales de democracia, se descalifica a sí misma.
Como ha señalado Robert Kurz (Marx Lesen. Frankfurt, Eichborn, 2001), la aparente racionalidad de la modernidad sólo representa, en cierto modo, la racionalidad interior de un sistema absurdo objetivado: una especie de creencia secularizada en cosas que se manifiesta en el generalizado sistema de producción de mercancías, de sus crisis y sus consecuencias destructivas para el ser humano y la naturaleza. En la autonomización de esferas propia de la modernidad, la lógica del dinero se opone a los seres humanos, a su propia sociabilidad, al mundo entero de los valores, como un poder extraño y exterior.
El escándalo actual consiste en que esa fantasmagórica y destructiva autonomización de las cosas muertas tomó la forma de la obviedad axiomática. Y ese escándalo se duplicó en las agudas crisis institucionales que esa autonomización desencadenó (como el "caso argentino" no hizo sino plantear dramáticamente).
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
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