Tiene casi 72 años y ha sobrevivido a cánceres, operaciones varias y la sucesiva devastación de su familia. Es una viuda enérgica y autosuficiente que vive sola y prefiere no deberle nada a nadie. Últimamente, sin embargo, un viejo síntoma suyo se ha agravado y le impide dormir (o debe hacerlo en lapsos breves, sin que ninguno de los hipnóticos y ansiolíticos que consume regularmente puedan ayudarla).
Le han realizado estudios complejísimos (algunos ambulatorios, otros no, como un estudio de sueño durante el cual oyó o alucinó, jamás podrá saberse con certeza, que el enfermero que monitoreaba sus señales físicas le decía: "Usted tiene un demonio en el cuerpo").
Siente, dice, un hormigueo en las piernas, que le impide estar acostada. Los análisis de sangre revelaron un exceso de amonio, lo que tal vez explicaría el ardor consecuente en sus extremidades. Aceptó tomar un medicamento para mejorar esos indicadores. Pero el síntoma persistió: el hormigueo insoportable que le impide dormir y le hace desear cortarse las piernas con un hacha.
Una amiga le llevó un recorte de internet: una nota de Clarín donde se presentaba una "nueva enfermedad": el Síndrome de Piernas Inquietas, "descubierto" (inventado) durante la década del noventa, que afectaría a por lo menos doce millones de norteamericanos. De inmediato, adscribió a esa teoría peregrina y consideró que las "abrumadoras evidencias científicas" avalaban que ella sufre de ese síndrome, completamente incurable y de origen más bien desconocido. Sus familiares insisten en que tal vez se trate de lo que los buenos psicoanalistas de antaño, discípulos de Charcot, llamaban "histeria", pero ella se rebela ante la sóla posibilidad de que su dolencia no sea completamente biológica (es decir: ajena a su conciencia). La medicina moderna ha inventado un rótulo que en nada sirve a las personas, pero que, en todo caso, permitirá multiplicar la dependencia de ella (y de cualquiera) a la máquina farmacológico-hospitalaria*.
Cada vez que uno pretende hacerla razonar en esta dirección se pone nerviosa, insulta ("idiota", dice), insiste en la neurología (especialidad muy de avanzada, y por lo tanto objeto de todos los esnobismos) y se niega a intentar cualquier tipo de terapia "alternativa". Mientras tanto, sigue durmiendo mal y poco, fantaseando con hachas que acaben con su sufrimiento y negando enfáticamente que, cuando está acompañada, duerme como un bebé siestas que duran horas.
*No es lo más grave que la medicina moderna ha hecho: basta recordar que en la década del cincuenta inventó la talidomina o que, hace varias décadas (la hipótesis extraplanetaria carece hasta ahora de sustento), sintetizó un virus extremadamente específico (probablemente con vistas a su utilización militar) que, descontrolado, hoy siembra terror por el mundo. Más al alcance de cualquiera, pero con la misma irresponsabilidad y la misma soberbia, la ciencia propuso la noción de "fumador pasivo", extremadamente exitosa en los tribunales norteamericanos.
(anterior)
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
2 comentarios:
La viuda sabe de la anfibología de la palabra Pharmakon: remedio / veneno.
Le hace bien el calor del abrazo pero sabe que sentirse un bebé, a su edad, es estar cerca de la muerte (completar el círculo). Y entonces lo niega.
Eso cree Oh Dae-su.
Linkillo: tenés razón en todo lo referente al "microfascismo". No soy fumador (lo fui) y rechazo la prohibición. También acertás con tu hipótesis conspirativa respecto del HIV (tengo parientes que se dedican a investigaciones químicas y defienden la verosimilitud de tal hipótesis recurriendo razones "técnicas"). Lo que no comparto es tu gestualidad aristocrática cuando hay un comentario que no te gusta: no me parece apropiado descalificar a alguien porque sostenga una posición equivocada. Vos me podés decir que es tu blog y decís lo que se te canta, y probablemente tenés razón, pero, dado que soy una bella alma de la socialdemocracia, no puedo evitar sentir que, en términos comunicativos, la discusión se empobrece. Por último, ¿por qué no analizás en términos de "microfascismo" tu posición de poder en tanto moderador de los comentarios (lo que incluye desde el dispositivo técnico que te permite excluir comentarios hasta la posesión del capital cultural suficiente para descalificar y humillar a los comentaristas)?
L.(un lector frecuente)
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