martes, 21 de septiembre de 2010

(...) Imaginación y sociedad

Casi no habíamos terminado de hablar de Gino Landi, cuando S. decidió (con una energía y una decisión para mí totalmente desconocida) saludarlo él mismo, mientras yo terminaba de puntear la tierra alrededor de los rosales y limpiaba las herramientas de jardín antes de guardarlas. Lo vi partir rumbo a la Recepción, con la intención preguntar el paradero del anciano coreógrafo a algunas de las empleadas del lugar y yo me fui caminando entre los cipreses hasta el Tabak más cercano (tenía que comprar un encededor que S. había olvidado traerme junto con los cigarrillos).



Cuando volví a encontrarme con S., media hora después, me acusó de haberle mentido con la sola intención de obligarlo a interactuar con los nativos (algo que detesta, no importa en qué lugar del mundo se encuentre). Le recordé que el propósito de saludar a Landi surgió de él mismo y que, si no lo detuve, fue porque me pareció que se trataba de uno de esos arrebatos contra los cuales uno no puede esgrimir razón alguna. Pero, en todo caso: ¿qué había pasado? La enfermera (no hay enfermeras en este "retiro voluntario", pero dejé pasar el error) le había dicho que no había en el establecimiento ningún Gino Landi y, a juzgar por los registros de los últimos cinco años, cargados en el ordenador, no lo había habido nunca. Bueno, bien podía ser (dije) que yo hubiera malinterpretado las palabras de Gino (después de todo, hablamos en una entrelengua algo confusa) y, a lo mejor, él no era un huesped del lugar sino una visita. De hecho, eso explicaría que yo no lo hubiera visto hasta entonces ni tampoco después de nuestro breve encuentro. Volví a la recepción, devolví las herramientas que se guardaban en la administración y, luego de que la empleada las hubo revisado (no solo controlaban que estuvieran todas, sino que además no las devolviera con restos de tierra o, siquiera, húmedas), le pregunté una vez más por Landi, confiado en que me confirmaría que, efectivamente, tal día Gino había visitado a tal persona (a quien podríamos, tal vez, interrogar con aire casual). Para mi sorpresa, la posibilidad me fue negada de plano: previendo este nuevo rumbo de nuestras requisitorias, Margherita Grassini ya había revisado los registros de visitas (que se llevaban, en un país tan dado a la antipsiquiatría como Italia, para nuestro beneficio. No eran, se nos decía, una "aduana", sino una manera de cuantificar nuestra mejoría: cuantas más visitas, mejor integración con el mundo, ellos suponían) y había comprobado que ese día sólo había entrado a la casa, además de los huéspedes regulares y algún que otro proveedor, la madre de uno de los internos más jóvenes.
Escépticos (sobre todo yo, porque S. insistía en que todo era una broma de mal gusto que yo había urdido para ridiculizarlo), decidimos preguntar directamente a los demás huéspedes (una docena), porque tal vez alguien había entrado sin registrarse (la disciplina no era férrea, ni mucho menos, en esta institución de retiro voluntario).
Una, dos, tres, cuatro, cinco veces empezamos con la misma sonrisa y la misma pregunta: Scuzi... Lei conosce....?, o la versión más juvenil Ciao, avete trovato in questa settimana....?
Nessuno. Nadie había visto a nadie con la características de Gino Landi y ninguno de los demás huéspedes conocía su nombre.
La casualidad quiso que asistiera a nuestros interrogatorios uno de los guías de una tumba vecina celebérrima y de peregrinación obligatoria para los fieles católicos. Nos preguntó a quién buscábamos, por qué, y ante nuestro apresurado resumen (no nos interesaba cambiar de papel y ser nosotros los interrogados) comenzó a inquietarse visiblemente. Preguntó en qué momento había sucedido la aparición (las palabras no me llamaron la atención en ese momento porque las atribuí a mis titubeos sintácticos en relación con el italiano, tan parecido y tan diferente al castellano). Cuando le dije que yo estaba escuchando un disco que me habían regalado, restañó los dedos y preguntó: Credete ai fantasmi?



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo mejor de Link: estas anécdotas contadas de manera absolutamente literaria.

pancho dijo...

Aguante, Dani! Abrazo, desde Chivilcoy, Pancho.

Anónimo dijo...

Entro seguido a este blog para encontrar estas historias.

Anónimo dijo...

Che dani, y cuando se te va a aparecer giorgio en el campito excepcional para hablar al pedo un rato??...