domingo, 8 de enero de 2012

Políticas de riego

por Daniel Link para Perfil


Reviso las columnas que escribí para Perfil en todos estos años, con vistas a la publicación de un libro. Escribí sobre política (lo que se entiende por política: formas de gobierno, elecciones, partidos, ese aburrimiento) y también sobre políticas (del conocimiento, de la sexualidad, de la amistad, de la publicación). De esas políticas, la que más me entusiasmaron fueron (son) las políticas de transporte, sobre las que nuestros gobernantes (nacionales y municipales) no dan pie con bola. Estuve esperando hasta último momento una convocatoria de Freddie para que le organice un cuadro tarifario para subterráneos, ómnibus y trenes, pero.... cuando el teléfono sonó, yo ya estaba instalado en otro de mis temas predilectos: la seca. La última vez que llovió, acá, fue el 21 de diciembre (hace ya más de dos semanas) y la tierra parece un elemento del paisaje de Juan Rulfo.

Hay que regar, acá en le campo, todos los días, para salvar el pasto. La gran seca de 2008 nos dejó una experiencia y ahora sabemos cómo hacerlo. Lo primero es adaptarse al calendario de lluvias y prevenir los efectos de su falta. Empezamos a regar cuando todavía hay heladas, para que el pasto no se queme con el frío y, a partir de septiembre, los riegos diarios son imprescindibles. Naturalmente, como todo no se puede, enero nos encontró con los cercos verdes mermados en su capacidad de ocultamiento y ahora alternamos la riega: un día el pasto, las plantas, los canteros. Otro día, los cercos (ligustros y cañas, mayormente). Es fácil darse cuenta dónde y cuánta agua falta: el pasto se enrula antes de morir, las hojas del sauce amarillean, y las ranas no croan.

He leído en los diarios que la sequía actual ya está en los niveles de la de 2008 y que las cosechas peligran. Entiendo perfectamente la dimensión del problema, pero, al mismo tiempo, sé que hay soluciones al alcance de la mano de cualquiera: el riego. Por cierto, no es lo mismo regar un terrenito suburbano que incontables hectáreas. Pero, ¿qué otra solución habría? ¿Perderlo todo, sentarse a llorar la propia mala fortuna y culpar al gobierno?

Más vale darse cuenta de una vez por todas: aunque yo descrea de las predicciones de los cultores del cambio climático, la Pampa Húmeda ya no es lo que era. Aferrarse al viejo paradigma de que cualquier cosa que uno tire al suelo germina es ya una nostalgia de algo irrepetible. Mejor es diseñar programas de trabajo para garantizar las cosechas, la felicidad de los pájaros, el croar de las ranas.


5 comentarios:

pupi dijo...

además hay mil modos de regar alternativos al manguereo y mucho más prácticos, económicos y eficientes

_ dijo...

O se puede invertir en propiedades de la capital federal en vez invertir en un sistema de riego para el campo. Total si se pierde la cosecha el gobierno compensa con un crédito blando o haciendo vista gorda a la evasión y de paso sube el precio de la soja porque hay menos oferta; para la próxima temporada.

Anónimo dijo...

daniel, tu ignorancia sobre la escala de un sembrado de trigo o soja y la posibilidad real de riego en la pampa es asombrosa. ¿de verdad penás que si el riego fuera una opción mínimamente válida los productores preferiríamos sentarnos a llorar?

Linkillo: cosas mías dijo...

No ignoro las escalas, estuve en Egipto. ¡Vayan a laburar, atorrantes!

Anónimo dijo...

y bueno, tal vez no solo no sepas de riego, sino tampoco de como se trabaja en el campo, saludos, Alejandro