666 Park Avenue tiene como protagonista al último resto de Lost: Locke (Terry O'Quinn). El actor, ahora lo sabemos, tiene la cara exacta para representar al siniestro Gavin Doran, dueño del edificio neoyorquino sito en 999 Park Avenue, y con grandes proyectos inmobiliarios.
En ese edificio plagado de misterios y secretos (una niña vidente, un depósito clausurado en el sótano, indicios de símbolos masónicos o, incluso, de brujería) sucederá de todo, ante las atónitas conciencias de los nuevos responsables de su mantenimiento, una encantadora arquitecta y su marido, de una ética inquebrantable que colusionará más temprano que tarde con sus ambiciones políticas.
La serie va planteando casos en lo que parece ser un esquema de sucesivos pactos demoníacos: los inquilinos de cada unidad habitacional quieren algo y se convertirán, de la mano de Doran (que tiene, aparentemente, vínculos con lo peor del más allá) en víctimas de sus propios deseos.
La serie es una sombra de algo ya muy visto (el pacto fáustico, el edificio endemoniado, la fatalidad de elegir la vía rápida para triunfar en la vida) pero se deja ver sin sobresaltos, lo que tal vez sea su mayor defecto.
American Horror Story: Asylum, por el contrario, comenzó su segunda temporada muy arriba, presentando unos personajes extremadamente desquiciados y unas situaciones de infinita repulsión. Si bien hay flashforwards al presente, la serie se desarrolla en 1964, cuando un antiguo hospital para tuberculosos ha sido transformado en sanatorio para dementes a cargo de la iglesia. O sea: esta vez el terror no será de fantasmas, sino de las figuras asociadas con el catolicismo (que tanto fascinan a los norteamericanos, desde Kennedy, y que tan mal las entienden).
Sombría, con una habilidad para explotar lo desagradable que hace mucho tiempo no veíamos en la televisión, AHS tiene, además, un elenco de primer orden: Jessica Lange hace una monja con pasado prostibulario; Zachary Quinto interpreta a un psiquiatra moderno, Chloë Sevigny es una ninfómana desatada, el fantasma rubio de la primera temporada es ahora Kit Walker, acusado de desollar mujeres (pero él se defiende diciendo que fueron los extraterrestres)....
Si 666 Park Avenue es un thriller módico con toques sobrenaturales, AHS es una (nueva) exploración de las relaciones entre el terror y la sexualidad (¿no son, acaso, lo mismo?). Sarah Paulson desempeña a una lesbiana curiosa. Quiero decir: una periodista lesbiana cuya curiosidad (sumada a la debilidad de su pareja) la condenan a vivir en ese infierno regido por la siniestra Hermana Jude (Lange) y el médico que realiza experimentos, todavía no revelados, con los pacientes. La inclusión de Joseph Fiennes como el Monseñor de quien Jessica Lange está prendada no es un acierto: sabido es que el actor es Jettatore y hace naufragar a todos los proyectos de los que participa (Camelot, Flashforward). Pero bueno, son esos momentos en los que la producción se deja arrastrar por el mismo tema que trabaja.
Hay un demonio suelto en el asilo, que salió del cuerpo de un adolescente que se masturbaba compulsivamente y ahora ocupa otro. No diré más, por el momento, pero corresponde susurrar: Dios dirá...
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
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