Es habitual que antes de las elecciones los círculos íntimos
discutan sus intenciones de voto. Como estuve, en los días previos a
las PASO, arrastrado por vientos laborales contradictorios, no hablé
demasiado del asunto (mi inclinación electoral por el FIT es ya
bastante regular) pero me sorprendió que dos amigas (cuyas simpatías
con el poder regente, del que se beneficiaron en los últimos años)
intentaran “cambiar” mi voto: “Votá por Zamora”, me dijeron,
como si uno, a esta altura del partido, votara nombres y simpatías
personales. Me cae bien Luis Zamora, por supuesto, pero desde los
tiempos de Izquierda Unida no entiendo lo que hace. Todavía más sorprendido me sentí cuando algunos miembros de mi
familia (cuyos vínculos callaré por temor a represalias laborales)
me confesaron, ex post facto, haber votado al FIT. “Persevera y triunfarás” no suena demasiado a un fragmento de
discurso de izquierda (de hecho, ningún uso formulaico del lenguaje
debería ser parte del repertorio discursivo de la izquierda) pero en
este caso me pareció que se aplicaba bien al “batacazo” del FIT:
un trabajo sostenido en las instituciones, un discurso coherente
(hasta la monotonía, como sucede con las verdades sencillas: “la
Tierra rota sobre sí”) y una sutil política de alianzas permitió
una performance electoral que ni los propios integrantes del FIT
(para no hablar de los charlatanes que se dedican a las encuestdas)
hubieran previsto en voz alta. ¿Por qué votamos al FIT? Naturalmente, porque compartimos
algunas de sus premisas, porque suscribimos algunas de sus
posiciones, porque (como decía Manuel Puig) nos gusta la
izquierda, y porque nos parece que, en una sociedad arrasada por los
últimos diez años de ejercicio de un populismo inconsecuente
(porque a la vista está que una cosa es proclamar a bocajarro
determinadas preocupaciones y otra muy diferente llevarlas a la
práctica), el discurso de la izquierda merece un lugar social
(parlamentario, pero también en los medios de comunicación, etc.)
adecuado a su potencia de transformación. No se trata de sentarse a festejar el millón de amigos (o casi)
acumulado sino de seguir construyendo: políticas de alianza cada vez
más inclusivas (sin perder de vista el círculo de tiza que señala
qué cosa se corresponde con una esperanza de izquierda y qué es
meramente una chapucería o un espejismo), relaciones con los
diferentes sectores del electorado cada vez más sólidas, líneas de
acción que vayan más allá de los presupuestos teóricos
históricamente aceptados de la izquierda (porque no se puede
participar de un espacio de izquierda sin revisar permanenentemente
los propios presupuestos teóricos). El ciclo de la bonanza económica parece haber cesado y, con él,
vuelven viejos fantasmas -la inflación, la deuda externa (que ha
estallado en nuestra cara una vez más, y ya van...), la desigualidad
social- a los que se agregan otros nuevos: la depredación de los
recursos naturales, el envenamiento de la tierra, el aire y las
aguas, y, sobre todo, la sempiterna desilusión que provocan los
proyectos populistas cuando se revelan sólo como la máscara más
festiva (más carnavalesca, más libidinal) de la desabrida derecha
liberal. Todo eso deberá constituir la agenda de la izquierda en los
próximos años y de cómo trate todos y cada uno de esos problemas
dependerá su suerte. Como hasta ahora las cosas han venido
haciéndose bien, es probable que las simpatías por la izquierda
(como debe ser) crezcan, y que permitan imaginar un futuro, mucho más
que caracterizar dogmáticamente un pasado -que suele ser lo que más
se le critica a los sectores que todavía sostienen un sueño, una
esperanza, una espera: el final del ciclo capitalista.
Ojala entrara un diputado del Frente de Izquierda (que no es sólo Altamira, porque entiendo que aplicarán un novedoso método de rotación de bancas) y también Zamora, pero lo cierto es que para ser diputado nacional por CABA se necesita alrededor del 7% de los votos. Así fue en agosto: Frente de Izquierda 4,21% Zamora 3,30% Lozano-Hagman 2,17% MST 1,18% MAS 0,95% (estos dos afuera) Ojalá que entren los dos diputados... pero al menos uno, no?
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*Estabilizaciones y burocratizaciones varias.*
*El arte es más destrucción de sentido que construcción de sentido.*
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Me gustaría discutir un p...
Según uno de los contadores de visitas que instalé en el blog, mucho más nuevo que el de shinystat, hemos sobrepasado, gracias a la fidelidad de los lectores, hoy viernes santo, 1001242 visitas. Como no recuerdo cuándo lo instale (aparentemente hacia junio de 2011, disconforme con el conteo del anterior) la cifra no sirve para demasiado. El de shinystat lo instalé el 23/12/04 y ya está por alcanzar los 3.000.000 de visitas. Nada, comparado con las cifras que en las TMA (Tecnologías del Mal Absoluto: facebook y twitter) se manejan. Pero acá somos buenos sin claudicación.
Gracias a los 535 participantes suscriptos a este sitio y a los 220 que me tienen en sus círculos.
2 comentarios:
Además de la inflación, la deuda externa y la desigualidad social, lo que han hecho con la educación pública es imperdonable.
Ojala entrara un diputado del Frente de Izquierda (que no es sólo Altamira, porque entiendo que aplicarán un novedoso método de rotación de bancas) y también Zamora, pero lo cierto es que para ser diputado nacional por CABA se necesita alrededor del 7% de los votos.
Así fue en agosto:
Frente de Izquierda 4,21%
Zamora 3,30%
Lozano-Hagman 2,17%
MST 1,18%
MAS 0,95% (estos dos afuera)
Ojalá que entren los dos diputados... pero al menos uno, no?
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