martes, 3 de marzo de 2015

Muerte de un republicano

por Beatriz Sarlo para Perfil

Poco después del Juicio a las Juntas, una noche, Strassera entró en un restaurante  de la calle Talcahuano (un restaurante que ya no existe). La gente que estaba allí lo aplaudió. El fiscal saludó apenas, y encendió un cigarrillo, ya sentado a su mesa. Era la primera vez que yo asistía a algo así: que un fiscal fuera recibido como una celebridad. La época está muy lejos. Hace un mes, la muerte de un fiscal movilizó a decenas de miles. Las noticias judiciales van a la primera plana; los jueces se afanan por hacer conocer los avatares de sus decisiones al periodismo bajo la forma del off o el on the record; los fiscales, por la fuerza o la debilidad de sus denuncias, han pasado a ser figuras públicas. Pero en 1985 la justicia no estaba bajo los reflectores como hoy.
El fiscal ya había pronunciado su alegato. Ya había dicho: “Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más”.  Son palabras que podríamos recitar de memoria, pero que Strassera pronunció por primera vez. El Juicio a las Juntas militares había terminado con condenas y ese acto de justicia nos ofrecía una razón valedera, por lo menos una, para sentir orgullo patriótico.


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