sábado, 21 de mayo de 2016

Cerca de la revolución


Por Daniel Link para Perfil
 

Hace unos días, tuve el honor de presentar los dos tomos de las Obras Completas de Roberto Carri, desaparecido durante la última dictadura militar, junto con su esposa, Ana María Caruso.
Más allá del acto de justicia, el acontecimiento de haber editado estos libros espléndidos (que incluyen libros, artículos, entrevistas y clases dictadas por Roberto Carri) permite seguir el temblor de un pensamiento originalísimo y muy radical, inscripto en lo que Alcira Argumedo indentificó como Iluminismo de la Revolución del Tercer Mundo.
La obra de Carri es la de un sociólogo enfurecido contra “la ciencia” “lo científico”, “la sociología científica”, el “formalismo” en las ciencias sociales, entendido como “empirismo acrítico”: la voz de alguien que se detiene a discutir la oposición entre “ciencia” y “práctica” porque le parece que eso afecta al estatuto posible de una verdad: “para nosotros hay una sola verdad y es la necesidad de la lucha popular por la liberación de la patria. Nuestra ciencia expresa esa necesidad”, escribe Roberto Carri.
La otra sociología era para él, como cualquier otro nombre disciplinar, una especie de aduana del pensamiento, un espacio donde no se inventan o crean conceptos sino donde se administran Universales.
¿Cómo sería una ciencia de lo singular? Una interrogación semejante pone en crisis el edificio entero de la ciencia sociológica. Se podría pensar en una alianza al mismo tiempo pública y privada (es decir: político y económica) entre teoría, arte y ciencia, registros plegados en un umbral de indiscernibilidad y las condiciones de un saber: nosotros, educados en la filología, llamamos “crítica” a ese umbral.
Y en ese punto convendría recordar a Gabriel Tarde, el fundador de una sociología de las cualidades a quien Roberto Carri no cita, que perdió completamente contra Durkheim en los momentos fundacionales de la disciplina. Tarde sostuvo, y creo que a Roberto Carri lo hubiera entusiasmado este camino, una concepción inversa de la que sostiene la sociología clásica: no explicar lo pequeño por lo grande y el detalle por el conjunto, sino “las semejanzas de conjunto por la agrupación de pequeñas acciones elementales, lo grande por lo pequeño, lo englobado por lo detallado” (en Las leyes sociales). Una sociología de las simpatías y de las urgencias, una teoría de las inminencias, la ciencia de lo singular y de lo necesario. Una microsociología de los pliegues y de las moléculas.

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