Bajo sospecha
por Diego Rojas para Veintitres.
OTRO PREMIO LITERARIO CUESTIONADO POR PLAGIO. ESCÁNDALO Y EL DEBATE ENTRE ESCRITORES Y ACADÉMICOS
Esta vez se trató de la novela Bolivia Construcciones, de Sergio Di Nucci, ganadora del concurso La Nación 2006. Por qué el jurado revocó el galardón. Qué dijo el autor.
La noticia cayó como un balde de agua fría en el ámbito literario local: el jurado del premio de novela La Nación decidió revocar el galardón que le había otorgado a Sergio Di Nucci por su novela Bolivia Construcciones. El jurado, alertado por un lector de 19 años, consideró que existían "extrañas similitudes" entre el texto de Di Nucci y la novela Nada, de la catalana Carmen Laforet, escrita en 1944. Cuestionó la "ética y honestidad intelectual" del escritor ya que Di Nucci -según el jurado integrado por el mexicano Carlos Fuentes y los argentinos Griselda Gambaro, Tomás Eloy Martínez, Luis Chitarroni y Hugo Becacece- debía "adjudicar a quien corresponda lo que no es fruto de su propio trabajo". Di Nucci se defendió: "Desde la primera entrevista con La Nación hablé de la reescritura como un principio constructivo de la novela, que por algo se llama Bolivia Construcciones", dijo. El autor se refiere a un antiguo recurso literario, que usaron con maestría desde Shakespeare hasta Borges: la intertextualidad, mediante el cual se intercalan párrafos de una obra en otra. El recurso funciona como un homenaje a través de los guiños que remiten a la obra original.
"Nunca quise perjudicar a Carmen Laforet -agregó el autor-. Por el contrario, quise que Nada tuviera más lectores y no menos. Nada es una novela clásica que se enseña a los chicos en el secundario. Se quiso mostrar a Nada, no se la quiso ocultar, lo cual hubiera sido muy fácil. Se quiso señalar a esta otra novela, no ocultarla, se la quiso homenajear, no cancelarla. Esto de la reescritura de Nada se hace en música con el sampleo, o en artes plásticas, como lo que hizo Warhol con La Ultima Cena."
Pese a la argumentación, el jurado revocó el fallo que, además del diploma, incluía el incentivo adicional de sesenta mil pesos, suma que el escritor anunció que donaría a una institución boliviana para ayudar a solucionar el drama de los indocumentados. Y la polémica estalló.
Escritores, académicos, estudiantes y miembros prominentes del campo cultural, pertenecientes a todas las tendencias posibles, se pronunciaron a favor y en contra de Sergio Di Nucci, reivindicando su novela o, directamente, acusándolo de ser un vulgar ladrón. Algunos denostaron al jurado por su decisión revocatoria, otros elogiaron su postura con fervor. La primera piedra la lanzó Agustín Viola, estudiante de Economía de 19 años que envió sus dudas al diario. "Soy un lector apasionado y por eso, en junio del año pasado, una amiga me prestó Nada; la leí y me gustó mucho", contó Viola -cuya existencia y verdadera identidad muchos intelectuales pusieron en duda-. "A principios de enero me compré Bolivia Construcciones y, en cierto momento, me empezaron a sonar conocidos algunos personajes y situaciones. Cuando empecé a adivinar cómo continuaba la acción, me pareció todo muy raro y busqué la novela española. Ahí me di cuenta de dónde surgía el parecido", señala el orgulloso Sherlock Holmes de las letras argentinas. Cuatro días después de la denuncia, el jurado revocaba el premio.
La reacción no se hizo esperar. Indignada, la plana mayor de la carrera de Letras de la UBA contraatacó defendiendo a Di Nucci, también profesor en esa casa de estudios. Hicieron circular un texto que muchos académicos firmaron y enviaron a La Nación, aunque el diario todavía no lo publicó. En él declaran su "sorpresa" ante la decisión del jurado y plantean que la novela recurre a la transformación de "pasajes de otros textos con una finalidad estética precisa". Consideran "injusto y paradójico que se pretenda una limitación de Bolivia Construcciones aquello que constituye una de sus excelencias".
Los académicos se pusieron en pie de guerra. "A mí todo esto me sorprendió muchísimo", confiesa Susana Santos, profesora de Literatura Latinoamericana. "Apenas salió la novela se realizó en la facultad un congreso internacional de literatura y yo participé con una ponencia en la que resaltaba que una de las características de Bolivia Construcciones es que se aparta de la mera denuncia social y se convierte en una exhibición del uso de procedimientos literarios, se apropia de textos y los interviene", señala. "Es tan exasperante la exhibición del procedimiento que puede ser visto como un valor o un disvalor, pero no pude resultar indiferente. Me llama la atención que los jurados no hayan podido apreciar la relación con Nada, una novela que, para la gente de mi generación, era de lectura obligada", concluye.
"No conocía la novela de Carmen Laforet", dice sin tapujos Luis Chitarroni, miembro del jurado. "Leí los párrafos de las dos novelas y, excepto por el cambio de nombres y algunas circunstancias menores, son iguales. Nosotros leímos esas palabras como si hubieran sido escritas por el autor y las apreciamos como tales, no como un homenaje intertextual a Nada y a su autora." Y se apura a rebatir: "El gesto de superioridad intelectual con que se da por cierto que Nada, un libro que sólo es clásico y escolar en España, debería estar en la memoria del lector como el comienzo del Quijote o del Martín Fierro parece un recurso postrero al que se echa mano para borrar otro anterior", dice contundente. Y señala: "El jurado hubiera agradecido, y el autor tuvo muchas oportunidades de hacerlo, unas palabras de agradecimiento que nos guiaran en dirección a la obra de Carmen Laforet, presuntamente homenajeada".
En sentido similar se pronuncia el escritor, y también profesor de Teoría Literaria, Martín Kohan. "A mí me parece que hay un uso tramposo de la noción de intertexto. Sabemos qué es una reelaboración y que todo texto es potencialmente intertextual, pero entre eso y el plagio hay una diferencia. Si no fuera así, nos perdemos el chiste del cuento de Borges sobre Pierre Menard, donde se abusa de la idea del intertexto. En nombre de Bajtin, el teórico que comenzó los estudios sobre este procedimiento, hay gente que no tiene ganas de escribir, pero publica novelas", señala con ironía. Coincide con la dramaturga Griselda Gambaro, miembro del jurado: "Acá no hay un trabajo de intertextualidad, no hay trabajo de Di Nucci, salvo la sustitución de nombres y algunas palabras. Todo el resto le corresponde a la autora de Nada. Yo he usado mucho procedimientos intertextuales en mis obras y creo conocer su funcionamiento. Considero que, en este caso, hay copia. De cualquier manera, creo que en el gran panorama de la literatura este episodio es algo menor, no trascenderá", dice optimista, pero el revuelo que provoca el incidente la desmiente.
Distinto piensa el catedrático y también novelista Daniel Link, antiguo director del suplemento Radar de Página 12: "Creo que el uso de pasajes de otros textos para construir la obra propia es una operación legítima. Toda la literatura ha sido escrita sobre la base de textos previos. Las obras del mismo Shakespeare son reescrituras de textos que existían previamente. Lo único que podría objetarse es la falta de una nota al pie, de una dedicatoria". Y se las agarra con el jurado: "Indigna que un jurado compuesto por figuras tan respetables no haya podido defender una decisión propia y mantener el premio. Esto sucede porque tienen cola de paja debido a los conflictos que ocurrieron con otros premios polémicos y por eso se previenen", acusa.
Jorge Asís también apunta sus dardos contra el jurado: "Sus miembros se deshicieron en elogios estremecedores con ese libro. Yo pude llegar a la página treinta y no encontré nada que justificara esos elogios. La entrega de este premio es una consecuencia de la falta de rigor. Se celebra una especie de literatura del espectáculo. Todo este asunto promueve mi misericordia, es decir, me da lástima", señala con la acidez que lo caracteriza.
El polémico Fogwill agrega pólvora al incendio: "Yo a este chico Di Nucci le sacaría el premio por lo mal que escribe", dice y agrega: "Reescribir una novela no me parece una mala idea. Si viene de un escritor es legítima, pero me parece que Bolivia Construcciones no es un texto auténticamente literario".
Para Ana María Shua, todo el debate surgió por la inventiva de Di Nucci: "Él dijo que era un homenaje a Carmen Laforet. Tal vez Di Nucci planificó todo este escándalo para que se diera a conocer el nombre de esta autora, ya que ahora somos muchos quienes tenemos la curiosidad de leerla". Más seria, dice: "El jurado de La Nación no está compuesto por improvisados. Lo integraba gente como Chitarroni, que es un exquisito no menos sofisticado que los intelectuales de Puan (calle donde se sitúa la Facultad de Letras). Si él no vio el juego intertextual es que no estaba. Para que sea válido, debe haber alguna cita al autor. Sólo vale no mencionar al otro autor cuando se juega con un texto muy popular. Pero, convengamos, Laforet no es una escritora conocida", concluye.
En una discusión donde la mayoría de los escritores denuesta a su colega, mientras los popes de la teoría literaria lo defienden, Federico Andahazi, reciente ganador del Premio Planeta (galardón que fue objetado por varios de sus colegas escritores), también opina: "Leí declaraciones de Di Nucci en las que decía que esto es usual en la música, pero si yo registro una obra y pongo de fondo un sampleo de un tema de los Rolling Stones, estoy obligado a pagar derechos". Y se enoja: "A un escritor se le puede perdonar cualquier cosa menos el plagio, me pregunto si alguno de estos académicos que suelen levantar el dedito aleccionador encontró el supuesto homenaje", dice.
Quienes no se sintieron homenajeados son los miembros de la comunidad boliviana a quienes Di Nucci dedicó su libro. La novela nació como un cuento que el escritor envió a Vocero, una publicación de la colectividad. "Convocamos a un certamen para que los lectores nos envíen historias de vida de la inmigración. Él se presentó como Bruno Morales", cuenta Victoria Rocha, directora de Vocero. "A pesar de que ganó, nunca fue a buscar el premio y cuando hicimos la presentación en la Feria del Libro tampoco apareció. Hasta que ganó el premio La Nación no tomó contacto con nosotros", dice Rocha.
Fidel Colque, presidente de la Asociación Deportiva del Altiplano -institución que Di Nucci eligió para donar el premio-, espera que la decisión revocatoria no afecte sus proyectos. "A pesar de que todavía no está depositada la plata en nuestra cuenta, ya compramos algunas computadoras, impresoras, una fotocopiadora y una cámara para poder ayudar a los compatriotas que todavía no tienen sus documentos", señala Colque con el acento boliviano que tan bien Di Nucci supo retratar.
Otras demoliciones
Los premios literarios en el país no descansan a la hora de producir escándalos. Basta decir que esta no es la primera vez que el jurado del certamen de La Nación quita el galardón que había otorgado. En 1997 se anuló el resultado del concurso de cuentos del diario de los Mitre debido a que Daniel Omar Azetti, el ganador, había copiado casi textualmente un texto no muy conocido del italiano Giovanni Papini. Pero no es el único premio con escándalo: ese mismo año, el Premio Planeta fue cuestionado cuando se denunció que el galardón para Ricardo Piglia estaba arreglado de antemano. En 2005, la Justicia le dio la razón Gustavo Nielsen, el escritor denunciante.
En contra
Por Elsa Drucaroff*
La semiología y el análisis del discurso sostienen que nadie puede hablar como la Biblia dijo que habló Adán, por primera vez, sacando palabras de la nada. Toda palabra que se pronuncia ya ha sido dicha, viene contaminada de connotaciones, juicios de valor, tradiciones, etc., y por lo tanto hablar es citar a muchos, escribir también. Esto no supone que quien escribe sea un pasivo repetidor, porque se trata de dialogar. Cada palabra que se dice o escribe dialoga con ella misma, dicha o escrita antes por otros. En literatura este fenómeno es constante. Pero a veces opera a partir de un procedimiento muy consciente, que en la posmodernidad está de moda: ese procedimiento se llama intertextualidad. Ahora bien, ¿cuándo hay intertextualidad y cuándo simple plagio? El grupo Bajtin sostiene que entre el discurso referido y el discurso que refiere "se dan relaciones dinámicas de gran complejidad y tensión". Por mi parte, he leído las dos novelas y no considero que en las transcripciones que hace Di Nucci de Nada, de Carmen Laforet, estas relaciones estén dadas. La transcripción es casi textual, sólo se cambia la primera persona femenina por una primera masculina y las palabras españolas por palabras verosímiles para el narrador boliviano: es decir, se borran las marcas en vez de producir ese diálogo al que se alude en la intertextualidad.
*Novelista y crítica literaria
A favor
Por Jorge Panesi*
La novela está planteada como un juego. Y Di Nucci no es el primero en utilizar este procedimiento. Basta citar al Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, en el que en algunos momentos hay pasajes calcados del Ulises de James Joyce. La acusación de plagio implica cuestionar toda la literatura moderna. Además, la literatura es el territorio del robo, todos roban, todo aquel que escribe roba, la literatura implica la suspensión de la moral. Esto cambia cuando está la ley de por medio. Y un jurado, un premio y el dinero son las representaciones de la ley en la institución literaria. En un certamen de esa naturaleza entran en consideración cuestiones económicas, éticas e institucionales. Creo que el jurado está compuesto por lectores de primera línea. De cualquier modo, cuando leyeron y premiaron Bolivia Construcciones por primera vez, leyeron la novela como literatura. Cuando la leyeron por segunda vez, la leyeron desde el punto institucional, desde el punto de vista económico, del qué dirán. Hay dos lecturas, ¿con cuál se queda el público? ¿Con la primera o con la segunda?
La decisión sobre la cuestión de la copia se realiza en el acto de lectura: cualquiera que lea un mismo escrito en contextos diferentes, lo lee de distinta manera. El plagio en la literatura no existe, en cambio, existe el robo. Así, hay quienes adoran a los ladrones y consideran al robo como una de las bellas artes. Por eso, hay robos mal hechos y robos bien hechos. En este sentido, considero que Bolivia Construcciones es un robo bien realizado.
*Director de la carrera de Letras en la UBA (testimonio telefónico)
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
-
"Conversación con Césare Gárboli. Eneas, aquel que ha sobrevivido a sí
mismo, que comienza su historia cuando ésta ya ha terminado, como personaje
emb...
Hace 2 días.
16 comentarios:
no hay excusa. es afano. punt y aparte.
No puedo creer que se siga discutiendo este tema. Y me extraña además la opinión de Martín Kohan, uno de los mejores profesores que hay en Puán.
Cuándo se dice que no hay trabajo del escritor en los pasajes copiados, ¿¿eso supone que era lo mismo copiar esos pasajes de Nada que dos capítulos de "Werther" o cuarenta páginas de "Trópico de Cáncer"??
Yo no leí "Bolivia..." pero ¿no habría que leerla y pensar en la función de las páginas copiadas dentro de la estructura narrativa e ideológica? Tal vez tenga algún sentido ¿no?
Por otro lado, el haber escrito las páginas que anteceden al "robo" y las que le suceden ¿no cuenta? ¿o lo único bueno del libro era "lo de Laforet"?
Para la próxima el premio debería anunciar: "No hinche las bolas: no se haga el pícaro y no intertextualice".
¡Saludos!
Yo creo que la novela está planteada como un juego. Y Di Nucci no es el primero en utilizar este procedimiento. Basta citar al Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, en el que en algunos momentos hay pasajes calcados del Ulises de James Joyce. La acusación de plagio implica cuestionar toda la literatura moderna. Además, la literatura es el territorio del robo, todos roban, todo aquel que escribe roba, la literatura implica la suspensión de la moral. Esto cambia cuando está la ley de por medio. Y un jurado, un premio y el dinero son las representaciones de la ley en la institución literaria. En un certamen de esa naturaleza entran en consideración cuestiones económicas, éticas e institucionales. Creo que el jurado está compuesto por lectores de primera línea. De cualquier modo, cuando leyeron y premiaron Bolivia Construcciones por primera vez, leyeron la novela como literatura. Cuando la leyeron por segunda vez, la leyeron desde el punto institucional, desde el punto de vista económico, del qué dirán. Hay dos lecturas, ¿con cuál se queda el público? ¿Con la primera o con la segunda?
La decisión sobre la cuestión de la copia se realiza en el acto de lectura: cualquiera que lea un mismo escrito en contextos diferentes, lo lee de distinta manera. El plagio en la literatura no existe, en cambio, existe el robo. Así, hay quienes adoran a los ladrones y consideran al robo como una de las bellas artes. Por eso, hay robos mal hechos y robos bien hechos. En este sentido, considero que Bolivia Construcciones es un robo bien realizado.
la literatura aun esta cuidada por la vieja escuela legitimadora extremista. En las artes plasticas y la musica la comparacion/relacion/violacion, copypasteo, como quieran decirle es mucho mas libre porque no es necesario un entorno institucionalizado para que exista. el copyleft casi ni existe en literatura. si en manuales y trabajos de colaboracion y aprendizaje.
los mixtapes, la intervension callejera, myspace, son espacios que liberan las fronteras porque existen justamente para invetigar.
paradojjj en los blogs suele trabajarse mas la critica que la contruccion de textos literarios.
sera que los novelistas son mas mercantes que lo que parecen?
...en los espacios donde hay mucho que perder se ajustan mas las reglas de juego.
ojala sigan las piñas y no quede todo en el latigo de la nacion.
ultimamente me gusta mucho tu blog, antes era diferente (!)
saludos!
Panesi hablando por teléfono logra un discurso más cohertente y cohesivo que unos cuantos escribiendo especialmente para la ocasión.
la defensa que de Sergio Di Nucci hacen Susana Santos, Secretaria Académica de la carrera de letras, y Jorge Panessi, su director, habla de la miseria ontológica de la actual carrera de letras en la principal universidad del país. Ninguno de los dos sabe nada de intertextualidad y lo único que hacen es defender a quien no es ni un escritor ni siquiera un hábil plagiario. Da pena que la que fue una gloriosa Facultad se haya convertido en un antro de oscuros defensores de sus kioscos.
En Mi mundo privado, los personajes hablan con textos de Shakesperare. En ningun lado se dice que sean de S. No tiene credito en el guión, no lo mencionan los personajes. Sin embargo, el tono de los dialogos es totalmente anómalo, son arcaicos para el ambiente de la película. Cualquiera, aunque no reconozca la cita, puede darse cuenta de que ahí pasa algo y puede investigar de que se trata. En el caso de Di Nucci sucede exactamente lo contrario: las unicas modificaciones que hizo en los textos fueron para ocultar las anomalias, los terminos españoles. Es obviamente falso que su intención haya sido mostrar a Laforet. Las unicas intevenciones son para borrar las marcas de que esos textos provienen de otro lado. Es obvio que se los robo. ¿Por qué nunca mencionó “Nada” en entrevistas hasta que alguien dijo “plagio”? Dice que tal cosa esta explicitada en el titulo Bolivia construcciones… parece una cargada. Que haya construccion, artificio, es un atributo de toda la literatura: en modo alguno explicita la intertextualidad. Y si es una operación tan importante, porque no hay mas? Si es un libro basado en la reescritura, deberia haber muchos otros intertextos, sin embargo, hasta ahora no aparecieron y el no los menciono, de modo que probablemente no los haya. Esta claro que la apropiación de otros textos es un procedimiento valido, es mas, la intertextualidad es inevitable. Pero en el caso de que sea plenamente conciente y voluntaria (Di Nucci tomo el texto y copio los parrafos porque eso no esta puesto de memoria) hay que explicitarla de algun modo, para que pase a ser parte del texto. Si Di Nucci hubiera copiado un texto tal cual, con los nombres de los personajes de la novela original, me pareceria mucho mas valido, porque esta señalando que ahí pasa algo. Pero, repito, la unica intervención que hizo sobre el texto fue para borrar que venian de otro lado. Eso es intertextualidad, si, pero ademas es robo. Me pregunto si todos los que defienden a Di Nucci con estos argumentos, los usarían tambien con Bucay. Como vos decis, Daniel, le falto poner un agradecimiento, algo, pero no es menor, un descuido que pueda ser obviado. Como dice Panesi, hay una ley que no tiene que ver específicamente con la escritura pero publicar, enviar libros a concursos, estar en librerias, cobrar derechos, etc implica entrar en relacion con esa ley. Di Nucci no actuo para desarmarla, revertirla o exponerla. Quiso pasarla por encima en una avivada y le salio mal. Una vez mas, el intertexto no es parte de su proyecto estetico porque obviamente aspiraba a que nadie lo notara, en consecuencia no es algo que enriquezca su libro sino que habla de sus limitaciones como escritor.
Detecto un problema en el argumento de Panesi (que es, por lo demás, el mejor que escuché). Panesi dice que el jurado le otorgó el premio a Di Nucci cuando leyó la novela "literiamente", y se lo quitó en cuanto la leyó "institucionalmente". Pero entregar un premio no es un acto meramente literario, sino institucional-literario. Según Panesi, el problema es que la lectura institucional opacó la lectura literaria (la verdaderamente importante, diríase). Pero si eliminamos la lectura institucional, ¿cómo podría "darse" un premio? Si nos oponemos a una medida institucional como lo es la quita de un premio mediante la idea de que lo que importa es la literatura, entonces deberíamos oponernos a la entrega misma de todo "premio literario", dado que lo que importa es la literatura y no las medidas institucionales (como lo es la entrega de un premio). En síntesis, Di Nucci sólo podría mantener su premio a condición de no haberlo ganado antes.
Guiados por la llama de la lógica, deberíamos apoyar la decisión del jurado.
¿No es medio boluda esa oposición "escritores versus académicos" en la que se empeña Diego Rojas?
Encima que la presente a Drucaroff en el "bando" de los escritores, como si no tuviera, también, sus seminarios en Puán (¿o eso no la hace "académica"?) es un poco... ¿tendencioso?
"Creo que el uso de pasajes de otros textos para construir la obra propia es una operación legítima. (...) Lo único que podría objetarse es la falta de una nota al pie, de una dedicatoria"
Pero daniel! es justamente esa falta de una referencia a la obra original la que hace que se trate de un plagio! No me parece un dato menor y coincido plenamente con Drucaroff, Chitarroni y Shua. La intertextualidad es otra cosa y la falta de referencia a la obra original puede ser aceptada en caso de obras muy famosas. Vease el ironico ejemplo de Pierre Menard y las geniales relaboraciones de Warhol.
Pero me gustaria leer una opinion tuya mas completa
No es lo mismo intertexto que robo. Eso está en el mismo Bajtín. Cfr. el último capítulo del Dosto. La categoría de intertexto es importanta para pensar las relaciones teóricas entre textos. Eso no quiere decir que a partir de ella se pueda legitimar el robo, que es una relación puntual y específica entre textos. Decir que toda literatura es robo es sencillamete invàlido desde la lógica silogística más elemental: "Algunas relaciones interextuales son robo" no nos lleva a concluir que "Toda relación interxtaul es robo". Me parece básico.
Me parece que en posiciones como las que se dejan ver en la carta de algunos personajes de Puán hay un uso débil de una categoría potente como la de interexto, afeado todo con la cita de un orate como Bioy: Un uso más cercano al sentido común de la crítica bienpensante que a su potencialidad de intervención política.
Bravo, Pablo, si no me equivoco practicaste la intertextualidad con las declaraciones telefónicas de Panessi y las insertaste en tu comentario. Pero yo me di cuento, ja ja ja.Y una curiosidad: cuando el periodista de veintitrés anotaba, ¿Panessi intertextualizaba? Pongamos de moda este verbo e intertextualicemos todo el tiempo, como aquella vejez del veo veo. Pero con los ojos tapados, como la gallina ciega.
Pobres bolivianos, usados para la publicidad de ese no-escritor y que estarán esperando la plata... Por razones de imagen La Nación les pagará aun cuando el no-escritor no devuelva. ¿Y los que compraron el libro? ¿Les regalarán un ejemplar de la novela de Laforet como indemnización? Dónde estás, Fogwill, ahora que te necesitamos...
Una cosa es el tema de la relectura y del lector como autor y otra cosa es el tema de ¨Me copio un parrafito que me viene bárbaro pa mi novela¨.
NO aceptemos falsos escritores entre nosotros.
"Si afana y se ufana es escritor. Pero si no se ufana es chorro, como si no lo fuera de haber afanado y ufanádose." Y como si eso estuviera mal.
El comentario completo en mi blog www.rapidoparalaboludez.blogspot.com
Estos son algunos de los parecidos. Hace falta decir algo más:
a. Descripción del cuarto de Sylvia / Gloria y su retrato desnuda:
"Yo iba. Su pieza se parecía en algo a la jaula de una fiera. El espacio mínimo para deambular. Estaba toda ocupada por una cama matrimonial, y una cuna grande para el niño. Me gustaba conversar con ella porque nunca había que contestarle nada.
– ¿Qué opinas de mí? – era una de sus preguntas favoritas –. ¿No soy muy linda y muy joven"
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 121)
"El cuarto de Gloria se parecía en algo al cubil de una fiera. Era un cuarto interior ocupado casi todo él por la cama de matrimonio y la cuna del niño. (…)
– ¿Qué opinas de mí? – me decía a menudo.
A mí me gustaba hablar con ella porque no hacía falta contestarle nunca.
– ¿Verdad que soy bonita y muy joven? ¿Verdad?"
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 29)
"– Ya sé que te gusta fumar.
– No, pues no me gusta.
– ¿Por qué me mientes a mí también? ¿Por qué eres tan oscuro?"
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 121)
"– Ya sé que te gusta fumar.
– No; pues no me gusta.
– ¿Por qué me mientes a mí también?"
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 32)
"Esa tarde de sábado fui a buscar un lápiz, por consejo de Estefi, que me dijo que allí me prestarían, a la pieza de un boliviano grande, que siempre se enojaba con la gente y les hablaba a gritos. (…)
Creo que ahí nació mi simpatía por Sylvia. Estaba desnuda, sirviendo de modelo a Mariano. La había sentado en un banco en una posición incómoda, arriba de una tela de plástico rojo oscuro.
El aspecto de la pieza era muy curioso. Siguiendo la tradición de los demás cuartos de la pensión de Estefi, todo estaba amontonado en desorden. En un rincón había un esqueleto, colgado de un armazón de madera balsa y alambre de gallinero, como los que usan los estudiantes de medicina en las películas. (…)
Ahí supe que Mariano era pintor. Pintaba trabajosamente, y me parecía que sin talento. Trataba de representar pincelada a pincelada el cuerpo fino y elástico de Sylvia.
Sylvia era más difícil que los pescados. Sin la campera, ni la remera, no los jeans, ni nada, Silvia parecía increíblemente linda y blanca entre la fealdad de todas las cosas, como un milagro de la Virgen de Urkupiña.
– Mira, muchacho, mira –me decía Mariano.
Yo miraba. En el papel donde Mariano pintaba iba apareciendo un muñeco acartonad, tan estúpido como la expresión que había visto otras veces en la cara de Sylvia vestida."
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág 118, 119 y 120)
"Creo que mi simpatía por ella tuvo origen el día en que la vi desnuda sirviendo de modelo a Juan.
(…) Fui una mañana a buscar un lápiz, por consejo de la abuela, que me indicó que allí lo encontraría.
El aspecto de aquel gran estudio era muy curioso. (…) Siguiendo la tradición de las demás habitaciones de la casa, se acumulaban allí, sin orden ni concierto, libros, papeles y las figuras de yeso que servían de modelo a los discípulos de Juan. (…) En un rincón aparecía, inexplicable, un esqueleto de un estudiante de Anatomía sobre su armazón de alambre (…)
Vi todo ese conjunto en derredor de Gloria, que estaba sentada sobre un taburete recubierto con tela de cortina, desnuda y en una postura incómoda.
Juan pintaba trabajosamente y sin talento, intentando reproducir pincelada a pincelada aquel fino y elástico cuerpo. (…) En el lienzo iba apareciendo un acartonado muñeco tan estúpido como la misma expresión de la cara de Gloria al escuchar cualquier conversación de Román conmigo."
Ahí supe que Mariano era pintor. Pintaba trabajosamente, y me parecía que sin talento. Trataba de representar pincelada a pincelada el cuerpo fino y elástico de Sylvia."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 30)
b. La huída inesperada de Mariano o de Román:
"Al final, Sylvia se acercó a la cocina de Estefi, y le preguntó a Dense, que cocinaba y limpiaba para ella:
– Diga, Denise, ¿sabe cuándo volverá Mariano?
La mujer torció hacia ella, veloz, su risa espantosa…
– Él volverá. Él nunca deja de volver. Se va y viene. Viene y se va. Pero no se pierde nunca. ¿Verdad, Pedo? No hay que preocuparse.
Se volvía hacia Pedo, el perro que cuidaba, y que estaba, como de costumbre, detrás de ella, con su roja lengua afuera.
– ¿Verdad, Pedo, que no se pierde nunca?
Los ojos del animal relucían amarillos mirando a la mujer y los ojos de ella brillaban también, chicos y oscuros, entre los humos del fuego de brasas que estaba encendiendo para asar anticuchos.
Estuvieron los dos así, fijos, hipnotizados. Tuve la seguridad de que Denise no iba a agregar una sola palabra sus poco informadores comentarios."
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 128)
"Una tarde me acerqué a la cocina:
– Diga, Antonia, ¿sabe usted cuando volverá mi tío?
La mujer torció hacia mí, rápidamente, su risa espantosa…
– Él volverá. Él nunca deja de volver. Se va y vuelve. Vuelve y se va. Pero no se pierde nunca. ¿Verdad, Trueno? No hay que preocuparse.
Se volvía hacia el perro que estaba, como de costumbre, detrás de ella, con su roja lengua afuera.
– ¿Verdad, Trueno, que no se pierde nunca?
Los ojos del animal relucían amarillos mirando a la mujer y los ojos de ella brillaban también, chicos y oscuros, entre los humos de la lumbre que estaba comenzando a encender.
Estuvieron así los dos unos instantes, fijos, hipnotizados. Tuve la seguridad de que Antonia no añadiría una palabra a sus poco informadores comentarios."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 49)
"No hubo manera de saber nada de Mariano hasta que el mismo reapareció un atardecer. Estaba yo con gente en lo de Estefi, y como en prisión correccional, porque el Quispe me había atrapado en el momento en que me estaba escapando en puntas de pie a la Bonorino. En un instante así, la llegada de Mariano me llenó de una alegría inesperada.
Me pareció más moreno, con la frente y la nariz quemadas por el sol, pero demacrado, sin afeitar y con el cuello de la camisa sucio.
Sylvia lo miró de arriba abajo.
– ¡Querría saber donde has estado!
El sólo parecía preocupado por una cosa.
– ¿Dónde está? ¿Dónde está mi loro?
Ahí mismo encontró la cacatúa, y empezó a acariciarla.
– Puedes estar segura que te lo voy a decir, Sylvia…¿Quién ha cuidado mi loro, Estefi?
– Yo, Mariano, yo. –dijo Estefi, que no se llamaba Estefi pero sonreía –. No me olvido nunca.
– Gracias Estefi, gracias.
La enlazó por la cintura, de modo que parecía que iba a levantarla, y le dio un beso en la cabellera"
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 167 y 168)
"No hubo manera de saber nada de Mariano hasta que el mismo apareció un atardecer. Estaba yo sola con la abuela y con Angustias, y además me encontraba algo así como en prisión correccional, pues Angustias me había cazado en el momento en que yo me disponía a escaparme a la calle andando en puntillas. En un instante así, la llegada de Román me causó una alegría inusitada.
Me pareció más moreno, con la frente y la nariz quemada del sol, pero demacrado, sin afeitar y con el cuello de la camisa sucio.
Angustias le miró de arriba abajo.
– ¡Quisiera yo saber dónde has estado!
El la miró a su vez, maligno, mientras sacaba el loro para acariciarle.
– Puedes estar segura que te lo voy a decir… ¿Quién ha cuidado mi loro, mamá?
– Yo, hijo mío –dijo la abuela, sonriéndole–, no me olvido nunca…
– Gracias, mamá.
La enlazó por la cintura, de modo que parecía que iba a levantarla, y le dio un beso en el cabello."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 50)
c. La paliza que recibe Sylvia / Gloria de Mariano / Juan:
"Esa noche, la misma en que llegó Mariano, oímos gritos, insultos. Carreras y tropezones con las cosas. El niño de Sylvia empezó a llorar ahí encerrado y la abuela de Estefi, que también vivía ahí encerrada, en otra pieza, se desesperó. Salimos. Ella golpeaba la puerta. Vimos sus brazos esqueléticos.
– ¡Mariano, Mariano! ¡Essse niño! –hablaba como boliviana y me asombró.
De pronto se abrió la puerta de una patada de Mariano, y Sylvia salió despedida, medio desnuda y chillando. (…)
Mariano la alcanzó, y aunque ella trataba de arañarle y morderlo, la agarró debajo del brazo, la llevó al pasillo, y de ahí a ese baño que estaba separado.
– ¡Pobrecito mío!
Gritó la abuela corriendo hacia el niño, que se había erguido y babeaba sobre la cama matrimonial. Luego, cargada con él, corrió con el resto de la gente por el pasillo.
Mariano metió a Silva debajo de la ducha, y sin quitarle la ropa que le quedaba, soltó la lluvia helada sobre ella. Le agarraba la cabeza, así que si abría la boca no tenía más remedio que tragar agua. (…)
De pronto soltó a Sylvia – cuando ella ya no se resistía – y vino hacia nosotros con tal rabia que Denise, la mujer que trabajaba con Estefi, se escabulló inmediatamente, seguida del perro, que iba gruñendo con el rabo entre las piernas.
– ¡Y tú Estefi, llévate inmediatamente a ese niño donde no lo vea o lo estrello!"
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 168 y 169)
"Oímos dentro tacos, insultos. Carreras y tropezones con los muebles. El niño comenzó a llorar allí encerrado también y la abuela se desesperó. Alzó las manos para golpear la puerta y vi sus brazos esqueléticos.
– ¡Juan! ¡Juan! ¡Ese niño!
De pronto se abrió la puerta de una patada de Juan, y Gloria salió despedida, medio desnuda y chillando. Juan la alcanzó y aunque ella trataba de arañarle y morderle, la cogió debajo del brazo y la arrastró hacia el cuarto de baño.
– ¡Pobrecito mío!
Gritó la abuela corriendo al niño, que se había puesto en pie en la cuna, agarrándose a la barandilla y gimoteando…Luego, cargada con el nieto, volvió a la refriega. Juan metió a Gloria en la bañera y, sin quitarle las ropas, soltó la ducha helada sobre ella. Le agarraba brutalmente la cabeza, de modo que si abría la boca no tenía más remedio que tragar agua. (…)
De pronto soltó a Gloria –cuando ella ya no se resistía- y vino hacia nosotras con tal rabia que Antonia se escabulló inmediatamente, seguida del perro, que iba gruñendo con el rabo entre las piernas.
– ¡Y tú, mamá! ¡Llévate inmediatamente al niño donde no lo vea o lo estrello!"
(Laforet, Carmen, 2001, Nada , Barcelona, Crítica, pág. 96)
"Sylvia había cerrado el agua, pero no hacía ademanes de vestirse. Yo la miraba. Mariano me descubrió.
– ¡A ver si servís para algo en tu vida! ¡Traé una toalla!
Las costillas se le destacaban debajo de la remera que llevaba, y le palpitaban violentamente.
Yo no sabía donde guardaba Mariano las toallas. Traje mi toalla, pero era chica, y también traje una sábana de mi colchón, por si hacía falta. Me daba miedo que Sylvia se atrapara una pulmonía. Yo me había levantado con hambre y con frío. Me pareció oler un caldo de gallina en el pasillo.
Mariano intentó sacar a Sylvia de debajo de la ducha de un solo tirón, pero ella le mordió la mano.
– ¡Pedazo de forro! –le gritó esta vez ella, contenta, mientras él le daba puñetazos en la cabeza.
Después Mariano se paró de pronto ahí, de nuevo quieto y jadeante.
– Por mí puedes morirte, ¡bestia! –le dijo Sylvia, y se fue pateando las puertas del pasillo, por donde seguía saliendo gente."
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 170 y 171)
"Yo estaba encogida en un rincón del oscuro pasillo. No sabía qué hacer. Juan me descubrió. Estaba ahora más calmado.
– ¡A ver si sirves para algo en tu vida! –me dijo–. ¡Trae una toalla!
Las costillas se le destacaban debajo de la camiseta que llevaba, y le palpitaban violentamente.
Yo no tenía ni idea de dónde se guardaba la ropa en aquella casa. Traje mi toalla y además una sábana de mi cama, por si hacía falta. Me daba miedo de que Gloria pudiera atrapar una pulmonía. Yo misma sentí un frío espantoso.
Juan intentó sacar a Gloria de la bañera de un solo tirón, pero ella le mordió la mano. Él soltó una blasfemia y le empezó a dar puñetazos en la cabeza. Luego se quedó otra vez quieto y jadeante.
– Por mí puedes morirte, ¡bestia! –le dijo al fin.
Y se fue dando un portazo dejándonos a los dos."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 96 y 97)
d. La enfermedad del niño:
"Llegué a lo de Estefi con dolor de cabeza. (…) En lo de Estefi me extrañó el gran silencio que había, a pesar de que era la hora de la cena. Denise se movía con desacostumbrada rapidez. En la cocina la vi acariciando al perro, que apoyaba la cabezota en su regazo. De cuando en cuando conmovían a esa mujer sacudidas nerviosas como descargas de electricidad, y se reía mostrando unos dientes verdosos.
De golpe vino más cerca, y me dijo a media voz, con satisfacción:
– Muchacho, va a haber entierro. Entierro –acentuaba la palabra.
– ¿Cómo?
– Se va a morir el crío.
Me fijé que Sylvia no estaba ahí, y que en su pieza había luz.
– Fueron a la guardia de la salita. ¿Verdad, Pedo? –le preguntaba la criada al perro que gruñía.
Me levanté y entré a la pieza. Mariano le había hecho una pantalla a la luz para que no molestara al niño, que parecía insensible, encarnado de fiebre. Mariano lo tenía entre sus brazos, porque no soportaba estar sobre la cama matrimonial sin llorar continuamente. También estaba la abuela de Estefi, que parecía atontada. Vi que le acariciaba mecánicamente los pies al niño, metiendo la mano por entre la ropa que lo envolvía. Mariano y la abuela estaban sentados en el borde de la cama, y en el fondo, sobre la cama también, pero apoyada contra la esquina de la pared, vi a Sylvia jugando a las cartas muy preocupada."
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 173 y 174)
"Llegué a casa con dolor de cabeza y me extrañó el gran silencio que había a la hora de la cena. La criada se movía con desacostumbrada ligereza. En la cocina la vi acariciando al perro, que apoyaba la cabezota sobre su regazo. De cuando en cuando recorrían a aquella mujer sacudidas nerviosas como descargas eléctricas y se reía enseñando los dientes verdes.
– Va a haber entierro –me dijo.
– ¿Cómo?
– Se va a morir el crío…
Me fijé que en la alcoba del matrimonio había luz.
– Ha venido el médico. He ido a la farmacia a buscar las medicinas, pero no me han querido fiar, porque ya saben en el barrio cómo andan las cosas en la casa desde que murió el pobre señor… ¿Verdad, Trueno?
Entré en la alcoba. Juan había hecho una pantalla a la luz para que no molestara al niño, que parecía insensible, encarnado de fiebre. Juan lo tenía entre brazos, porque el pequeño de ninguna manera soportaba estar en la cuna sin llorar continuamente… La abuela parecía atontada. Vi que le acariciaba los pies metiendo sus manos por debajo de la manta que le envolvía. Rezaba el rosario mientras tanto y me extrañó que no llorase. La abuela y Juan estaban sentados en el borde de la gran cama del matrimonio, y en el fondo, sobre la cama también, pero apoyada contra la esquina de la pared, vi a Gloria jugando a las cartas muy preocupada."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 123)
"Pensé que Sylvia estaría haciendo solitarios. A veces los hacía.
– ¿Qué tiene el niño? –pregunté.
– No se sabe –dijo la abuela.
Mariano me miró y dijo:
– El médico opina que es un principio de neumonía, pero yo sé que es por algo que comió. Algo que le dio esa puta.
– Ah.
– No tiene ni la más mínima importancia. El niño está perfectamente constituido: ¡raza de bronce! Soportará bien esta fiebre –seguía diciendo, mientras sujetaba con gran delicadeza la cabeza del pequeño, y la apoyaba en su pecho.
– Anda, Mariano, anda, dale el niño a mamá.
Mariano puso el niño en brazos de la abuela, y el niño empezó a llorar.
– ¡A ver! Dámelo a mí.
El niño sólo se calmó cuando lo volvió a tomar Mariano.
– ¡Qué pícaro! –Dijo la abuela de Estefi–. Cuando está bueno solo quiere que lo cargue yo, y ahora que está enfermito, sólo quiere que lo cargue Mariano."
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 175 y 176)
"Pensé que estaría haciendo solitarios. A veces los hacía.
– ¿Qué tiene el niño? –pregunté.
– No se sabe –contestó rápidamente la abuela. Juan la miró y dijo:
– El médico opina que es un principio de neumonía, pero yo sé que es del estómago.
– ¡Ah!…
– No tiene ni la más mínima importancia. El nene está perfectamente constituido y soportará bien esta fiebre –siguió diciendo, mientras sujetaba con gran delicadeza la cabecita del pequeño, apoyándola en su pecho.
– ¡Juan! –chilló Gloria –. ¡Ya es hora de que te vayas! (…)
Juan lo puso en brazos de la abuela y el niño comenzó a llorar.
– ¡A ver! Dámelo a mí.
En brazos de su madre parecía estar mejor el pequeño.
– ¡Qué pícaro! –Dijo la abuela con tristeza–. Cuando está bueno solo quiere que lo cargue yo, y ahora…"
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 123 y 124)
e. El episodio del supuesto encuentro de uno de los personajes con su alma gemela:
"– Anoche encontré mi alma gemela, mi mujer ideal. Nos enamoramos, pero sin decir una sola palabra. Ella es extranjera. Rusa, ucraniana. Es rubia. Tiene pómulos de rusa, y los ojos más misteriosos que vi. Soñadores, si, soñadores. Estaba en el cabaret donde va Hugo, pero parecía descentrada ahí. Iba elegantísima y la acompañaba un tipo que se la comía con los ojos. Ella le hacía muy poco caso. Estaba aburrida, parecía nervios… En ese momento me miró. Un segundo, pero ¡qué mirada! Me decía todo: sus sueños, sus esperanzas…Porque no es una aventura, es una muchacha muy joven, delicada, pura…
– Te conocemos, Jonatan. Ya tendrá cuarenta años, el pelo teñido, y habrá nacido en El Alto.
– Bueno, pero la aventura no termina ahí. En aquel momento el tipo que la acompañaba volvió porque había que pagar la cuenta y los dos se levantaron. Yo no sabía que hacer. Cuando llegaban a la puerta, la muchacha se volvió a mirar hacia dentro del cabaret, como buscándome… Amigos, salté del banco, dejé el café sin pagar…
– Entonces era café, y no singani…
– No pagué la bebida, y corrí tras ellos. Pero en ese momento para mi rubia y su acompañante llegaba un remis, y se subían. Seguro que habían llamado. No sé lo que sentí. Desgarramiento. Porque ella cuando me miró la última vez lo hizo con verdadera tristeza. Era una llamada de socorro. Hoy pasé el día, bueno, cuando no trabajaba – y acá miró a Pedro – buscándola. Es necesario que la encuentre. Esto pasa sólo una vez en la vida.
– A ti, que eres privilegiado, te pasa una vez por semana –dijo Pedro."
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones, Buenos Aires, Sudamericana, pág. 129 y 130)
"–(…) Anoche mismo encontré mi alma gemela, la mujer ideal. Nos hemos enamorado sin decirnos una sola palabra. Ella es extranjera. Debe ser rusa o noruega. Tiene pómulos eslavos y los ojos más soñadores y misteriosos que he visto. Estaba en aquel mismo cabaret donde vi a Jaime, pero parecía descentrada allí. Iba elegantísima y la acompañaba un tipo extraño que se la comía con los ojos. Ella le hacía muy poco caso. Estaba aburrida, parecía nervios… En ese momento me miró. Fue un segundo solamente, amigos, pero ¡qué mirada! Me lo decía todo con ella: sus sueños, sus esperanzas…Porque he de advertiros que no es una aventurera, se trata de una muchacha tan joven como Andrea, delicada, purísima…
– Te conozco, Iturdiaga. Ya tendrá cuarenta años, llevará el pelo teñido, y habrá nacido en la Barceloneta (…)
– Bueno, pues no termina ahí la aventura. En aquel momento el tipo que la acompañaba volvió porque había ido a pagar la cuenta y los dos se levantaron. Yo no sabía que hacer. Cuando llegaban a la puerta, la muchacha se volvió a mirar hacia dentro del cabaret, como buscándome… ¡Amigos!, salté de la silla, dejé el café sin pagar…
– Luego era café, y no absenta…
– Dejé el café sin pagar y corrí tras ellos. En aquel momento mi rubia desconocida y su acompañante subían a un taxi. (…) No sé lo que sentí. No hay palabras para expresar aquel desgarramiento…Porque ella cuando me miró la última vez lo hizo con verdadera tristeza. Era casi una llamada de socorro. Hoy he pasado todo el día medio loco buscándola., Es necesario que la encuentre, amigos míos. Una cosa así, tan fuerte, no pasa más que una vez en la vida.
– A ti (que eres privilegiado) te sucede cada semana, Iturdiaga."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 140 y 141)
"Estábamos volviendo con Jonatan, que vivía más lejos en el barrio. Cuando llegábamos a lo de Estefi, vi como Sylvia entraba con el Quispe.
– ¡Es ella! La princesa rusa…Soy un imbécil. ¿Cómo es posible que la conozcas? Habla, habla claro. ¿En qué país nació? ¿Es rusa, polaca?
– Boliviana.
Jonatan quedó atontado.
– Entonces, ¿cómo es posible que estuviera esa noche en el cabaret? ¿De dónde la conocés?
– Vive con Estefi.
– ¿Y todos los hombres que la acompañan?
– Ese es el Quispe. El del cabaret, no sé, claro.
(Y mientras decía esto a Jonatan, se me presentaba nítidamente la imagen de Mariano.)
Entré distraído en lo de Estefi, pensando que por más vueltas que uno crea dar, se mueve en un mismo círculo"
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 198)
"Al volverme encontré a Iturdiaga que había cruzado la calle saltando (…). Miró como atontado hacia el fondo de la portería donde ya subía el ascensor con Ena dentro.
– ¡Es ella! ¡La princesa eslava!... Soy un imbécil ¡Me he dado cuenta en el mismo momento en que me despedía de ti! ¡Por Dios! ¿Cómo es posible que tú la conozcas? ¡Habla, por tu vida! ¿En qué país ha nacido? ¿Es rusa, sueca, polaca quizás?
– Catalana.
Iturdiaga se quedó atontado.
– Entonces, ¿cómo es posible que estuviera en un cabaret anoche? ¿De qué la conoces tú?
– Es compañera de clase…– expliqué vagamente, mientras me cogía del brazo Iturdiaga para cruzar la calle.
– ¿Y todos esos hombres que la acompañan?
– El de hoy era su padre. El de ayer, como comprenderás, no sé…
(Y mientras tanto le decía esto a Iturdiaga, se me representaba nítidamente la imagen de Román…)
Fui distraída todo el camino, pensando en que siempre se mueve uno mismo en el mismo círculo de personas por más vueltas que parezca dar."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 142)
Otras:
"La gorda se irguió amenazadora. Pero en aquel momento cambió de expresión para sonreírle a Sylvia. Ella aparecía de sorpresa, porque no salió del cuarto con luz donde jugaban a las cartas, sino por la puerta lateral. Mariano también la sintió llegar, pero se hizo el que no la veía mirando hacia el vaso. Sylvia parecía cansada. Dijo:
– Vamos, chico.
Y agarró el brazo de Mariano. Indudablemente lo había visto antes. Como diría el Quispe, la Virgen de Urkupiña sabrá lo que habrá pasado entre ellos.
Salimos a la calle. Cuando detrás de nosotros se cerró la puerta, Mariano echó un brazo por la espalda de Sylvia apoyándose en sus hombros. Caminaron un rato sin hablarse. Yo seguía atrás.
– ¿Se ha muerto el niño? –preguntó Sylvia.
Mariano dijo que no con la cabeza, y empezó a llorar. Sylvia estaba espantada. Él la abrazó, la apretó contra su pecho, y siguió llorando, todo sacudido por espasmos. Hasta que ella lloró también."
(Morales, Bruno, 2006, Bolivia Construcciones , Buenos Aires, Sudamericana, pág. 195)
"Ella se irguió amenazadora… Pero en aquel momento cambió de expresión para sonreír a Gloria que aparecía, saliendo de una puerta lateral. Juan la sintió llegar también, pero aparentó no verla mirando hacia el vaso. Gloria parecía cansada. Dijo:
– ¡Vamos chico!
Y cogió el brazo de Juan. Indudablemente la había visto antes. Dios sabe lo que habría pasado entre ellos.
Salimos a la calle. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, Juan echó un brazo por la espalda de Gloria, apoyándose en sus hombros. Caminamos un rato callados.
– ¿Se ha muerto el niño? –preguntó Gloria.
Juan dijo que no con la cabeza y empezó a llorar. Gloria estaba espantada. Él la abrazó, la apretó contra su pecho y siguió llorando, todo sacudido por espasmos, hasta que la hizo llorar también."
(Laforet, Carmen, 2001, Nada, Barcelona, Crítica, pág. 132 y 133)
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