por Beatriz Sarlo
En Escritos sobre literatura argentina (Siglo XXI), Beatriz Sarlo ha recopilado los artículos que escribió desde los años 80 hasta hoy. La autora reflexiona sobre su aprendizaje y su madurez, al mismo tiempo que evoca los conflictos intelectuales de ese período.
En 1959, contesté una de las preguntas del examen de ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras citando "Un golpe de dados" de Mallarmé. La candorosa pedantería de la cita, improbablemente entendida por mí, sólo demostraba que, en aquellos años, era de rigor leer mucha literatura en los cursos de la Alianza Francesa. Pensaba estudiar filosofía, pero al final del primer cuatrimestre me bocharon en la materia introductoria. Pasé entonces a la carrera de Letras, en la que no dejé como estudiante ningún recuerdo que valga la pena mencionar, excepto mi gusto por el latín. Cuando adopté Letras porque un aplazo me pareció razón suficiente, no sabía qué era la crítica literaria ni me imaginaba que yo terminaría escribiéndola. Conocía apenas una historia de la literatura francesa, el "Lanson y Tuffrau", famoso durante generaciones, que seguía con credulidad ejemplar. Tuve en la universidad dos profesores que me abrieron los ojos: Jaime Rest, adjunto de Borges, y Hugo Cowes. A la pregunta inevitable, contesto: no escuché las clases de Borges. Sencillamente, distraídamente, me las perdí.
Gracias a Rest entendí qué extraño tipo de objeto era un poema. Nos había pedido que leyéramos "The Tiger" de William Blake para la clase siguiente. La biblioteca del Instituto de Literatura Inglesa estaba en un sótano de la calle Reconquista, y yo me mantenía sentada a una de sus mesas tratando de comprender los versos de Blake, sin lograr el menor vestigio de sentido. Me tomaba la cabeza y repetía esos versos que me parecían demasiado sencillos y demasiado abstrusos al mismo tiempo. Como Rest daba vueltas por allí, le pedí auxilio. Juntos leímos el poema y yo sentí que las palabras iban soltando algo. Hasta ese momento habían estado petrificadas sobre la página, pero, de pronto, empezaron a cruzarse en un orden que no repetía simplemente la horizontalidad de la escritura. Aprendí, sin darme cuenta de lo que estaba aprendiendo, que un poema no es sólo sucesión sino espesor semántico y espesor espacial de figuras. Parece increíble, pero mientras Rest hablaba, yo iba percibiendo la estrategia de una lectura (aunque en ese momento no hubiera usado la palabra estrategia).
sigue acá.
Gracias a Rest entendí qué extraño tipo de objeto era un poema. Nos había pedido que leyéramos "The Tiger" de William Blake para la clase siguiente. La biblioteca del Instituto de Literatura Inglesa estaba en un sótano de la calle Reconquista, y yo me mantenía sentada a una de sus mesas tratando de comprender los versos de Blake, sin lograr el menor vestigio de sentido. Me tomaba la cabeza y repetía esos versos que me parecían demasiado sencillos y demasiado abstrusos al mismo tiempo. Como Rest daba vueltas por allí, le pedí auxilio. Juntos leímos el poema y yo sentí que las palabras iban soltando algo. Hasta ese momento habían estado petrificadas sobre la página, pero, de pronto, empezaron a cruzarse en un orden que no repetía simplemente la horizontalidad de la escritura. Aprendí, sin darme cuenta de lo que estaba aprendiendo, que un poema no es sólo sucesión sino espesor semántico y espesor espacial de figuras. Parece increíble, pero mientras Rest hablaba, yo iba percibiendo la estrategia de una lectura (aunque en ese momento no hubiera usado la palabra estrategia).
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1 comentario:
acá http://identificacionesimaginarias.blogspot.com/2007/04/lo-nico-que-me-preocupa-es-la-letra.html
mariano menciona, indignadísimo, que los hippies del cefyl andaban repartiendo volantes -desaconsejando- cursar con vos.
¿qué es eso?
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