martes, 29 de julio de 2008

Hermandad gaúcha

Qué raro es volver de una ciudad donde "los argentinos" (esa mala figura que designa a "los porteños") son bien recibidos pese a la arrogancia de la que los nativos de la ciudad de Buenos Aires han hecho un sello de presentación en el mundo. Sí: en Porto Alegre los argentinos (es decir, bla, bla, bla) somos bien recibidos. Se podría decir que se nos quiere.
La ciudad es preciosa y es difícil encontrar un equivalente entre nosotros. Por cantidad de habitantes se parece a Rosario o Córdoba (naturalmente, como es una ciudad incluida en un país dominado por la manía reproductiva, no es ni la segunda ni la tercera ciudad del país, sino la décima, lo que tal vez explique su parsimonia). Por su topología, también oscila entre una y otra ciudad: como Rosario, es acuática, porque se asienta a la vera de una llamada laguna (que es, en verdad, un estuario en el que desembocan siete ríos) y, como Córdoba, está llena de desniveles.
Mucho más americana que cualquiera de las dos anteriores, Porto Alegre ha sufrido un proceso de modernización salvaje que dejó el centro de la ciudad, con su preciosa arquitectura finisiecular y modernista, hecho una ruina (hay un plan, ahora, para recuperarlo) y trasladó la gravitación del comercio a zonas más acomodadas, como Moinhos de Vento, donde un shopping linda con otro.
Para llegar desde el centro de la ciudad hasta ese barrio del norte hay que atravesar unas calles encantadoras, franqueadas por casas parecidas a las de cualquier vecindad acomodada, pero mucho más arboladas (aunque no lo parezca de inmediato, Porto Alegre es una ciudad brasileira). La primera vez que hice ese recorrido pregunté cómo se llamaba ese barrio y pensé que me contestaban con una broma: Montserrat, me dijeron. "Sí, claro". Pero era cierto. Como el Montserrat de acá, aquél también fue originariamente barrio de esclavos, pero el tiempo lo transformó en otra cosa muy distinta del nuestro.
Hacia el sur de la ciudad, donde se encuentra el recién inaugurado museo Fundación Iberê Camargo, tan hermoso, una promesa de futuro: alrededor del estadio de fútbol y a la vera del río sucederá la nueva expansión que la ciudad planea para el 2010, cuando sea subsede del mundial de fútbol.
Qué raro es volver a Buenos Aires, desde una ciudad donde es posible pensar el futuro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Link: ya produjiste un efecto con tu nota. No sabìa adonde ir a "pasar unos dìas fuera de BsAs". Como soy animal de ciudad, la naturaleza no me seduce. Conozco demasiado Rosario y Còrdoba como para encontrar allì un mìnimo de exotismo. Ahora sé que iré a Porto Alegre, cuyo nombre ya me promete alguna sonrisa por la que no haya que pagar.