por Daniel Link para Perfil
Hace unas semanas recibí el informe trimestral de Nación AFJP donde durante los últimos años fueron a parar mis aportes jubilatorios correspondientes a mi sueldo como trabajador del Estado y también los de los sueldos que alguna vez cobré en la actividad privada. Alarmado, comprobé que quedaban sólo unas monedas en la cuenta. Llamé por teléfono de inmediato a la administradora y una señorita muy amable me explicó que los fondos habían sido retirados por la ANSES e incorporados al sistema de reparto, dado que mis aportes ("yo"), según la ley tal, ahora formaba parte de los regímenes especiales. Recibí de mal talante la noticia, porque nunca había sido advertido sobre esa transferencia y me pareció que la operación podía ser tildada lisa y llanamente de confiscatoria, sobre todo porque el retiro había afectado a la totalidad de los fondos y no los que, en todo caso, correspondían al cargo "especializado". Lo que todavía aparecía en mi cuenta, se me explicó, era una devolución de comisiones mal liquidadas y seguramente habría de ser objeto de la rapiña real antes de fin de año.
Consulté a mis compañeros de trabajo y nadie sabía nada sobre el tema y, además, todos confían ciegamente en el sistema de reparto porque el otro, diseñado por los ideólogos de Menem, les parece éticamente inaceptable. Puedo compartir esa convicción ideológica, pero lo cierto es que mis dineros se perdieron en la caja común a la que el Tesorero Real recurre cada vez que necesita pagar algún souvenir o tranquilizar a los buitres que todavía atesoran bonos argentinos.
Transmití mi alarma a mi mamá, jubilada 100 % oficialista, que no hace sino aplaudir todas las ocurrencias estatales. Me comentó que estaba iniciando una demanda precisamente por su jubilación, que en los últimos tiempos ha alcanzado niveles escandalosos de miseria (lo sé, porque contribuyo principalmente a su sostén). Ella calcula que lo que cobra representa un 25 % de lo que deberían estar pagándole (tiene "papeles", dice, que lo demuestran). La nueva ley de movilidad no la ha convencido (¡cómo podría!), dado que los porcentajes que se le aplicarán el año próximo no le alcanzarán ni para amortizar los crecientes costos de los medicamentos que necesita.
Le dije que no se preocupara, porque ya me buscaré otro trabajo para poder solventar sus adicciones farmacológicas. En cuanto a mí, quiero creer que mis hijos se harán cargo de mis necesidades. ¿Siempre habrá un Tesorero Real que confisque nuestros aportes jubilatorios?
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 3 semanas.
1 comentario:
Tarde llego a esta entrada, pero eso me permite comprobar que te adelantaste a tu tiempo una vez más... Y te animaste a decir lo que ahora nadie se anima, porque parece que es menemista hablar de confiscación.
Sí, Daniel, te confiscaron y ahora nos van a confiscar a todos los boludos que tuvimos que pasarnos al sistema de capitalización aun despreciándolo, porque hace sólo 14 años otro gobierno justicialista decidió destruir el sistema estatal. Y ahora asistimos a otro episodio de pereza intelectual en que parece que dos problemas fueran uno y el mismo.
Una cosa es la cuestión de si el sistema previsional es responsabilidad del estado (mi posición es que sí)y otra cuestión aparte es si el estado tiene derecho a meter sus garfios en nuestros ahorros para que el día de mañana tengamos una jubilación como la de tu mamá (mi posición es que no; y no me hace ninguna diferencia la posibilidad más o menos cierta de que con el sistema de capitalización mis haberes jubilatorios hubieran sido iguales o peores: la única diferencia es si te roba el estado o te roba una empresa privada).
Hay todavía una tercera cuestión y es la de para qué cuernos preguntaron el año pasado si la gente quería volver al sistema de reparto, cuando ahora la hacen volver compulsivamente.
Bien es cierto que las tres cuestiones reconducen a lo mismo: seguimos en manos de un gobierno de ladrones que, además, no tiene nada parecido a un plan económico ni menos aun a un proyecto político, sino que lo único que quiere es robar. Creo que a esto lo llaman la continuidad del cambio.
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