Querido Daniel:
Un día dijeron tu nombre. Creo que fue Ana, ya me olvidé qué dijo de vos (ya nos podemos imaginar), pero fue lo justo y necesario para que saliera de esa clase y fotocopiara tu apunte: un capitulo de Cómo se lee. Hablabas de Rayuela, la novela que no leí. Y que a modo de capricho, siempre me doy el lujo de dejarlo claro “me hablaron tanto de Rayuela que siento como que la hubiera leído. El problema es que no la leí, y eso es lo que me impide leerla”. Vos hablaste de la ciudad, algo que suele desvelarme, de su derecho, del lugar de una ciudad para un cuerpo con cierta lógica (o texto) como el de Trépat. Y ahí todo ocurrió: una destrucción, una fuga de lo que se “es”. No sé, te hice archivo, te inscribí. Y sos el único argumento por el cuál la leería.
No faltó tiempo para que otro profe, Germán, dijera: “Se dieron los permisos para buscar los restos de Lorca, y Link ya se metió en eso, ¿lo conocen chicos? – yo asentí- es el tipo, que para mí, mejor leyó a Barthes en Argentina”, dijo Germán. Abrí los ojos, escanee el suceso y otra marca.
Así, en secreto, empecé a leerte en tu blog. Hablando de Cristina, de la herida de los discursos, de Antelo, de ciertas películas hollywoodenses que exploran otros vínculos sexuales y escapan del dispositivo clasificatorio. Siempre lo mismo, ese cierre ambiguo, con estilo, que uno lee y lee, y es pura trampa, puro eufemismo, pura risa y compromiso. Me río tanto cuando te leo y logro entender a tus troles. Todo este romance textual terminó de cerrarse (o abrirse fatalmente) cuando te vi (o mejor, te escuché, tu voz) en las jornadas de literaturas comparadas. Y vos, hablaste de las sirenas, esos monstruos. El fantasma.. la mujer gallina que devino en mujer pescado, de las plumas a las escamas. Todo un corpus que abrías desde propuestas tan claras, a lo Link.
No quedó otra; ante el acontecimiento de Fantasmas tuve que entregar mi economía sin parpadear: “me lo llevo” le dije a un librero.
Lo leí, lo leo, Daniel. Y no puedo dejar de pensar que tu escritura es una fantasmagoría. Algunos dicen que es sólo cosa mía, pero no puedo evitar encontrarme con la destrucción de mi ser, con ese canto “terrible” o esa pura promesa, cuando te leo y digo ¡pero este tipo llegó a hasta acá y no dice nada! Tanta promesa, ¿para qué? Y de repente como un cataplum, un satori decís vos, aparece esa mínima diferencia, lo impensable: lo veo, lo escucho…
Encuentro alivio, cierto consuelo. Porque termino en des-astre de mí. Yo (astrum), estela también, en disgregación y envío constante, de constelación a constelación. Me tranquilizo cuando me venís con el ego-cum, mecum o nobiscum, hablandome del “yo”, esa fantasmagoría para vos. Dejémoslo todo en la imaginación, como centro en que la memoria se organiza, como desplazamiento epistemológico, en fin, la política del fantasma: cuyo principio constitutivo es la calificación, y la desclasificación. Lo indeterminado decís en relación con el principito. Fuerza desintegradora, voz, no lenguaje: voz, no lenguaje. Dice link: las sirenas no cantan nada, o mejor cantan justamente la nada:
Lo que se deja leer en la literatura actual, en los textos que amamos, es un anuncio de esa amistad estelar en la cual “yo” nunca es “yo” pero nosotros somos todos y ninguno. Con gran ligereza, nos hemos acostumbrado a asociar el “yo” al testimonio y hemos asimilado la vivencia y la experiencia, como si se tratara de lo mismo. Tal vez ha llegado la hora de decir no una vez más que “yo es otro” sino que “otro es yo”.
De un amigo estelar, para un fantasmita desclasado te com-sento, como mi ego-cum, que a fuerza de imaginación me habilita a significar algo tan imaginado. Muchas gracias, Daniel
Carlos Leonel Cherri
Las tres gracias
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Hace 2 semanas.
1 comentario:
me comprás con el título
Sos un divino de tiempo completo..
y parafraseando al chicuelo de la Alta marcha (http://linkillo.blogspot.com/2008/11/alta-marcha.html)
"yo no voy a decir que fui alumno tuyo, pero recién terminé de leer [fantasmas] y te amo"...
La carta, bien lo entendiste, entre otras cosas quería decirte eso
p/d: espero que el recuerdo de las papas santafesinas no te aterrorice por siempre!
abrazote
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