Hace unas semanas, en Brasil, una reclame televisiva nos sumió en la angustia más profunda: ofrecían servicio de conexión de banda ancha no de 5 megas (el mínimo), ni 10, ni 20, sino de ¡100 megas!
Por supuesto, sabemos que en Argentina existe una oferta de 20 megas, pero no es para consumo domiciliario, de modo que volvimos de las velocidades del capitalismo del norte como quien vuelve a los ejes de su carreta (además, nos habían dicho que nuestro proveedor de Internet tenía los días contados).
Pocos días después de nuestro regreso, nuestro servicio de televisión por cable nos anotició de que no sólo no habría de desaparecer la empresa que nos provee de conexión fibrosa sino que, para mejor contenernos, podíamos acceder a 6 megas (¡el doble de lo que teníamos!). Ni cortos ni perezosos contratamos de inmediato el servicio. ¿Para qué? Muy bien no sabemos, todavía, pero por lo pronto ahora podemos bajar lo que nos plazca mientras (¡multitasking!) seguimos enviando correos electrónicos y mirando videos en youtube sin que colapsen las computadoras que usamos.
Ya veremos qué saldrá de bueno de todo esto, pero queríamos velocidad brasileira. Y la tenemos. ¡Qué se creen esos patasucias!
Las tres gracias
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Hace 2 semanas.
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