viernes, 11 de marzo de 2011

Correspondencia

Con gran pesar el Departamento de Letras informa que ayer, alrededor de las 22 horas, murió David Viñas*. En señal de duelo el Departamento permanecerá cerrado el día de hoy. Por decisión de familiares directos, sus restos restos serán velados en una ceremonia íntima en la localidad de Monte, Provincia de Buenos Aires. Colegas, amigos y discípulos preparan para el próximo sábado 12 de marzo, a las 17 horas, un acto público de homenaje en la Biblioteca Nacional.

*David Viñas, yo mismo

Por Daniel Link


Nunca fui alumno de Viñas pero siempre lo tuve como maestro. Al principio, cuando me cruzaba con él en las escaleras o los pasillos de 25 de Mayo (donde funcionan los institutos de investigación de la Facultad de Filosofía y Letras) me sentía intimidado. Era, en mi perspectiva de entonces, salido apenas de mi primera juventud vivida en dictadura, como cruzarse con la estatua viviente de un prócer argentino. Yo había leído por entonces poca cosa de Viñas pero me había impresionado vivamente la calidad de su escritura y el alcance (megalómano, tal vez) de su mirada. Cualquiera de sus párrafos (el párrafo es su unidad de escritura) condensa bien ambas propiedades. Cito, de un texto famoso sobre Walsh, el siguiente, donde aparece una de sus dos palabras predilectas (“entonación”, la otra es “ademán”):


El derrotero crítico de Walsh culmina en Operación masacre, de 1957, ese testimonio fundamental que por su movimiento de página y por su entonación se graba con nitidez en un curso trágico: el que inaugura José Hernández con sus comentarios al degüello del Chacho Peñaloza en 1863, prolongado en el aguafuerte de Roberto Arlt con la descripción del fusilamiento de Severino Di Giovanni en 1931. Esos momentos portan tres blasones que corroboran las complejas y mediadas pero decisivas relaciones entre la política argentina y el espacio textual: la liquidación del gaucho rebelde, la eliminación del inmigrante peligroso y la masacre del obrero subversivo. La carta abierta de Walsh a la dictadura de 1977 –al inscribirse en esa secuencia como cuarto blasón– no sólo la continúa y ahonda sino que preanuncia ya el asesinato del intelectual heterodoxo.


En 1994 le llevé un ejemplar de mi primer libro, La chancha con cadenas, que él leyó, subrayó, marcó con impacientes signos de pregunta y depositó en la Biblioteca del Instituto de Literatura Argentina, donde descansan sus restos.
Después, la frecuencia de nuestros esporádicos encuentros fue mitigando esa sensación aplastante que su figura me provocaba y, como nunca trabajé bajo su directa supervisión, tampoco tuve que participar de las asesinas recillas internas que a su alrededor se desataban.
Viñas nació en 1929 y ha modificado el modo en que se lee la literatura argentina (o, lo que es lo mismo: su modo de existencia). La mayoría de los clichés que pronunciamos los inventó él (y si hoy circulan como meros clichés no es su responsabilidad sino la nuestra). Como historiador de la literatura (Literatura argentina y realidad política, 1964; Historia social de la literatura argentina) no es el mejor, sino el único (y los demás, al pretender imitarlo, se hunden cada vez más en la ignominia).
Para mí fue siempre (y lo sigue siendo) una de los más lúcidos lectores (lo que, tratándose de un intelectual con sólidas ideas de izquierda, es más que un mérito: casi un milagro). Escribió un cuento precioso que casi nadie conoce, “Sábado de gloria en la capital (socialista) de América Latina”, más allá del cual yo mismo no podría pensar la literatura del siglo pasado, y un artículo luminosísimo, “Después de Cortázar: historia y privatización” (publicado en el número 234 de Cuadernos Hispanoamericanos, junio de 1969) del que he robado casi todo, salvo los juicios estéticos (excesivamente lukacsianos para mi sensibilidad o mi capacidad crítica). Sobre su formación, recuerdo particularmente lo que escribió en Radarlibros el 21 de diciembre de 2003, donde volvía sobre sus lecturas juveniles de Wilde (Oscar) en el Liceo Militar, un texto deslumbrante y necesario para comprender su heterodoxia.



2 comentarios:

Diego dijo...

Daniel, las últimas veces que vi a Viñas lo vi precisamente subiendo o bajando las escaleras desmesuradas de 25 de Mayo. Era una imagen tremenda.

Anónimo dijo...

Cierto; David era tremendo, como la sombra terrible de Facundo. Y fue el que nos enseñó a todos los que seguimos vivos, incluso al bruto de Asís, al que hizo morder el polvo y ahora no pierde la oportunidad de mostrar el sorete que es. Hay otro idiota por ahí, un tal Montes Bradley, que tampoco entiende nada.