por Daniel Link para Perfil
Dicen que de lejos se ve más claro. No
es mi caso. Estoy lejos desde hace unas semanas (al principio por
trabajo, ahora para aprovechar el tiempo lento del verano europeo,
por primera vez en mi vida) y cada vez que leo los diarios argentinos
(cosa que hago espasmódicamente y francamente desinteresado por los
pormenores de la política patria) entiendo menos, veo todo más
oscuro. Es como escuchar la fm marroquí desde las playas de Cádiz.
Aparentemente se ha impuesto en
Argentina un clima destituyente cuya víctima sería el gobernador de
la provincia de Buenos Aires, cuya autoridad política reposa tanto
en su capacidad para tejer alianzas como en esa entelequia enarbolada
ya tantas veces, la soberanía del voto popular.
¿Entonces, qué? Hay soberanía
popular en algunos casos y en otros no? Aparentemente, no. Lo que hay
es miedo a que la figura del Sr. Scioli interfiera en las
aspiraciones universalistas y teleológicas (hasta el fin de la
Historia) del kirchnerismo (no necesariamente de la Sra. Fernández,
que no se priva de manifestar su cansancio casi crítico ante cada
ocasión que se le presenta).
Por lo mismo se explicaría la
extraordinaria inquina del oficialismo todo contra el Sr. Macri: es
un rival político y sólo eso. Y el kirchnerismo teme a sus rivales
y preferiría no tener ninguno para entregarse plácidamente a su
política.
Qué raro, pienso, que el oficialismo
tema a dos figuras tan insignificantes (para mí, al menos) como el
Sr. Macri y el Sr. Scioli, cuyas (pocas) ideas no resistirían un
análisis a vuelo de pájaro.
Pero, entonces, tal vez no sean ideas
las que se debaten sino meramente tajadas de poder y de fortuna.
Después de todo, el oficialismo ha sido también bastante desatinado
en la aplicación de muchas de sus políticas, guiadas únicamente
por un afán propagandístico que sus enemigos han identificado con
el ideario goebbelsiano.
No sé... No alcanzo a entender ni al
peronismo, ni a sus seguidores, ni a sus detractores, de lejos. Es
más: casi me atrevería a decir que me importa más bien poco.
Pero los días pasan y se acerca la
hora de volver a casa a pelearme con el día a día (la cuarta
categoría, bla, bla, bla).
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