por Daniel Link para Perfil
Hay tantas opciones... Podría escribir
una columna a la Rafael Spregelburd, comentando la deslucida puesta
de Tannhäuser en el teatro Capitole de Toulouse, que abusó
del contact y otras piruetas pseudocoreográficas para representar el
Venusberg y dar cuenta de uno de los momentos de inflexión más
dramáticos de Occidente: la opción wagneriana por el amor en su
forma cristiana, en vez del amor en su forma griega (lo que, como se
sabe, enfureció a Nietzsche). O, como Angélica Gorodischer, podría
comentar mi relación con los gorriones de la isla europea donde me
encuentro, la triste confianza que en mi (que soy, en definitiva, un
predador implacable) depositan durante cada desayuno. O, a la manera
de Martín Kohan, podría comentar los monótonos e irracionales
festejos españoles ante un nuevo triunfo en la Eurocopa.
Pero no, debo retractarme. La semana pasada auguré para los europeos un futuro parecido al nuestro, en un
rapto de melancolía patriótica (es decir: cristinista). Pero la
microeconomía me obliga a corregir mi percepción equivocada.
España acaba de implementar un sistema
de copagos progresivos para los medicamentos: los jubilados,
pensionados y desocupados no pagan nada. Los que más ganan, pagan un
sesenta por ciento de los medicamentos en las farmacias.
Yo mismo, que arrastro por el mundo una
lesión lumbar irremediable, me he visto obligado a comprar
medicamentos a precio de lista. Para mi sorpresa, un relajante
muscular que es además un ansiolítico /(recetado por una
veterinaria francesa que se dedica al teatro, con suerte despareja en
ambas disciplinas) me costó menos de cinco euros.
Luego, en ciudades menos cautas en el
expendio de analgésicos, compré una caja de cuarenta ibuprofenos de
seiscientos miligramos y otra de cuarenta diclofenacos de cincuenta
mligramos (la imaginación española para los nombres de fantasía de
las drogas deja bastante que desear: compárese con nuestro
mitológico dioxaflex) por tres euros con ochenta.
Definitivamente, ni en materia de
transporte ni en materia de salud pública los europeos pueden
alcanzar las cimas de fracaso en las que nosotros nos desenvolvemos.
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