jueves, 19 de noviembre de 2015

Dicen que...


Suturas

por Edgardo Scott para Otra Parte

“Me interesa, por eso, la sutura (que es la marca de una herida) entre la antigua cultura letrada y lo que hoy llamamos ciberculturas”. Ya en la introducción, Daniel Link define el territorio a indagar en Suturas, el tercer volumen de la saga que comenzó con Clases (2005) y siguió con Fantasmas (2009). Suturas se mueve entre el ensayo académico, con un abundante y riguroso sistema de citas, y el recorrido profesional autobiográfico (flashes inesperados, pertinentes, alusivos).
Herida y sutura serán ideas y términos —metáforas— que Link trabaja en diálogo con los principales filósofos contemporáneos (Foucault, Deleuze, Agamben, Derrida). De hecho, la “herida” refiere a una cita de Bataille: “Imagino que mi vida —o mejor, su aborto, la herida abierta que es mi vida—…”. Pensar la vida y sus predicados (el arte, la política, el deseo) en estos tiempos de biopolítica (la subordinación total de la política al discurso capitalista) es el rasgo principal del proyecto de Link. El método es escribirlo desde una subjetividad determinada (la del autor), en un tiempo y un lugar determinados (los signos digitales del presente, Buenos Aires de trasfondo).
Hay tensiones. Cualquier libro que intenta establecer y describir lo actual, lo nuevo e incluso lo que vendrá siempre posee una entonación entre sentenciosa y sugestiva: “Nuestras sociedades han dejado de ser hoy sociedades políticas: son algo completamente nuevo, para lo que carecemos de terminología”; o: “Vivimos hoy en sociedades que han optado por la democracia digital”. Pero tanto por la continua interrupción de su montaje como por el goteo de su anecdotario autobiográfico y las múltiples referencias, Suturas completa una gran excursión intelectual por “el presente como instante de peligro”. Es que nada es más riesgoso que pensar el presente. Porque, en verdad, ¿hay presente? Hay sucesión. Más que pensar el presente, libros como el de Link piensan en presente. Es decir, son pura enunciación. Libros que, al buscar identificar su tiempo, se identifican con él.
La intención menos programática, pero a su vez más intensa y valiosa, está en las coordenadas del recorrido amoroso-intelectual de Link. Aquella transferencia Alcibíades-Sócrates de El banquete de Platón: el amor al que se dirige el saber. Por eso, hacia el final del libro, es clave la reivindicación de Jean Genet y de su ética amorosa (que ha tenido entre nosotros un brillante difusor y heredero: Carlos Correas). Una ética que resista frente a un presente tan democrático, exigido de exaltar y respetar las diferencias, pero para fiscalizarlas y asignarles su plusvalía o destierro: “Es muy probable que Jean Genet nos resulte hoy un poco anacrónico, y, por eso mismo, estimulante: […] tienen el sabor de lo insospechado, de lo que violenta el propio pensamiento y lo pone a andar en una dirección desconocida”. Porque como Arlt o Correas, Genet sabía que, aun en tiempos de posfilología, el verdadero secreto de la cultura yace en la violencia.

Daniel Link, Suturas. Imágenes, escritura, vida, Eterna Cadencia, 2015, 672 págs.

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