por Artemio López para Perfil
Según datos oficiales, “en la Argentina, los suicidios constituyen la segunda causa de muerte en la franja de 10 a 19 años. En el grupo de 15 a 19 años, la mortalidad es más elevada, alcanzando una tasa de 12,7 suicidios cada 100 mil habitantes”.
La tasa en los varones es de 18,2 y en las mujeres 5,9. Desde principios de la década de 1990 hasta la actualidad la mortalidad por suicidio en adolescentes se triplicó a nivel nacional.
La psicóloga, militante de la salud y miembro de la Fundación Soberanía Sanitaria, Daniela Giorgetta, se pregunta: “¿Cómo explicamos este terrible accidente del alma? ¿Qué fenómeno siniestro conduce a la juventud al peor de los finales? ¿Qué los hace sufrir tanto? ¿Por qué no los vimos ni escuchamos antes? No es este un recuento de situaciones trágicas o meras descripciones de esta época, es un intento de atar cabos, de unir puntos, de poder respondernos algo ante la pregunta cómo llegamos hasta acá”.
Para comenzar a responder la pregunta de Giorgetta, referimos una información reciente suministrada por el ministro de Salud Bonaerense, Nicolás Kreplak: “La cantidad de suicidios en la provincia duplica la cantidad de asesinatos. Se duplicaron los suicidios en el primer año de Javier Milei”.
Tomemos ahora estos datos y combinémoslos con la mirada de Mark Fisher, el filósofo y teórico cultural británico que abordó el tema de la depresión sustrato de muchos suicidios, desde una perspectiva crítica y política, particularmente en su libro Capitalist Realism: Is There No Alternative?
Sostiene Fisher que en un contexto de falta de alternativas y crueldad neoliberal, la responsabilización se convierte en un problema central cuando se trata de salud mental.
Las personas que enfrentan dificultades psicológicas o emocionales, como la depresión, a menudo son (auto) percibidas responsables de su sufrimiento, sin considerar los factores sistémicos que contribuyen a su malestar.
Sin cuestionar las estructuras de poder y las condiciones sociales que producen estrés, ansiedad y alienación, se tiende a culpar al individuo por su incapacidad para “adaptarse” o “superar” dificultades.
Esto puede llevar a la estigmatización y al aislamiento, ya que se percibe la enfermedad mental como un fallo personal.
La responsabilización refuerza la sensación de que no hay alternativas al neoliberalismo. Si las personas están constantemente bajo presión para mejorar su bienestar personal, enfrentándose a la ansiedad por su desempeño en todos los aspectos de la vida, se crea un ambiente en el que la lucha por la “automejora” parece ser la única opción viable.
Esto supone la culpa individual: si no se tiene éxito, es porque no se está haciendo lo suficiente o porque se carece de la disciplina o la motivación necesarias.
Este proceso de culpabilización individual puede crear un ciclo de desesperanza, base frecuente del suicidio, donde las personas se sientan responsables desconociendo al sistema que les impide acceder a lo que realmente necesitan para llevar una vida satisfactoria.
¿Y qué tipo de insatisfacción estructural da marco hoy al incremento del padecimiento subjetivo y la culpabilización individual en los jóvenes?
Al respecto, un informe del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina –dependiente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA– indica un aumento muy fuerte de la indigencia y pobreza para quienes tienen entre 14 y 29 años. El relevamiento está hecho en base a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH-Indec).
La indigencia impacta sobre el 24,5% de la población joven a nivel nacional, y la pobreza afecta al 62%, récord absoluto desde que se miden ambas carencias.
Por otra parte, el desempleo y la informalidad entre los jóvenes duplican a la media nacional y el salario promedio juvenil es la mitad de la media nacional.
La persistencia del modelo neoliberal de miseria planificada, que en su versión más extrema en democracia encarna el presidente Milei, –solo interrumpido durante la década kirchnerista–, en nuestra perspectiva, y los datos así lo corroboran, resulta el marco estructural que da contexto al aumento de los padecimientos subjetivos que en su cima muestra la disparada de la tasa de suicidios juveniles.
Abandonar este modelo de organización económico-social neoliberal responsable de calamidades estructurales y también de una subjetividad desdichada es el único camino, ya no solo para lograr mayores niveles de justicia y equidad, sino también para que la gente joven no se mate.
1 comentario:
"solo interrumpido durante la década Kirchnerista". Cómo dice una conocida comediante: Permitime dudar.
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