lunes, 8 de agosto de 2005

El pecado en salita de 4

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hacíamos una fila
de alfileres que preñaba/n
el corazón de jesús
con nuestra mugre
para luego parirnos a nosotros mismos
como había hecho su Padre
de puro onanista y en el colmo
del incesto

algunos clavaban con saña
otros, más alegres
yo: no recuerdo

pasábamos de a uno y a medida
que se consumía la serpiente
el corazón se hinchaba rebozante
de zumo de acero:
por lo que a mí
siempre último en la fila
ya no me parecía nada triste
esa fruta vigorosa

(éste, y otros poemas igual de interesantes, pueden leerse en El destino es un gil de mierda)

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