jueves, 15 de junio de 2006

La fiesta deportiva sin igual




Hoy a las 16.00, Suecia (que viene de empatar con Trinidad y Tobago) juega contra Paraguay. Yo no voy a poder ver el partido, pero según La Nación está confirmada la participación del mediocampista sueco Freddie Ljungberg (en la foto).
Es habitual en Internet que con un par de clics uno llegue al porno. Más sorprendente es el poco esfuerzo que hay que hacer para pasar del registro fútbol, al registro pornografía y al registro homosexual (que no necesariamente coinciden). Basta con poner en los buscadores más usuales (google, en mi caso), el nombre propio de los "jugadores estrella" y hacer clic sobre el vínculo para buscar imágenes (algo que cualquier "periodista", hoy por hoy, está obligado a hacer) para llegar a las fotos mainstream de campañas publicitarias en las que esos jugadores han aparecido. Esas imágenes, inevitablemente, se alojan en páginas de contenidos (por decirlo suavemente) homoerótico (en muy pocos casos, en páginas "femeninas": y en esos casos, casi siempre, se trata de páginas italianas, famosas por su hipocresía y su dificultad para convivir con el papado).
Más allá del modo en que queramos evaluar una conexión tan inmediata entre dos esferas relativamente distantes (no tanto por su posición relativa en una misma línea recta sino más bien por el salto cualitativo que implican: el cuerpo como objeto de dos placeres diferentes), lo cierto es que se deja leer allí una lógica que, más tarde o más temprano, revela algo sobre la cultura en su conjunto. Hay algo que relaciona irremediablemente el deporte y el erotismo y eso sucede no en los bordes sombríos de las apropiaciones infames y profanatorias (¿o sí?) sino en el lugar más central de la cultura industrial: la publicidad, que adopta el formato del porno-soft y pone a actuar en él a un puñado de celebridades deportivas.
Por supuesto, una contigüidad semejante se deja ver fundamentalmente en una cultura como la de Internet, pero en la televisión no sucede (ni por asomo) lo mismo, donde la erotización del deporte sigue exclusivamente los andariveles de la broma procaz, en un esfuerzo desesperado (sin esperanza) por ocultar todo lo que de "più sexy" podría haber en la pasión de las multitudes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ahora bien, es necesario valorar este cruce de esferas o sólo nos queda, no con pena, disfrutar de estos muchachos en los interlineados de la lectura critica