Hace unas semanas, casualmente, un amigo soltero me contó una historia que me conmovió profundamente. Él había organizado en su casa una sex-party a la que concurrieron varias personas (hombres, todos ellos) a lo largo de la noche, la madrugada y la mañana (no hace falta aclarar que la partuza estaba debidamente aderezada con una cocaína de rara pureza).
"Como suele suceder en estas circunstancias" (repito textualmente sus palabras) siempre había alguno invitando gente (para eso sirven los odiosos celulares "inteligentes"). A las siete de la mañana, un invitado tocó timbre y cuando bajaron a abrirle, eran dos: el invitado y un señor mayor que no tenía la más mínima chance de intercambiar fluidos corporales o polvillos con los reunidos. Les dijeron que no.
A las ocho y media de la misma mañana, llegó otro invitado, también acompañado, y quiso la hora (y la destrucción de masa cerebral) que los dejaran pasar: "uno era lindo y el otro era feo", pero el feo era el que traía la plata. Luego de una confusión inicial, les dijeron que se pusieran la ropa de nuevo y se fueran con los cincuenta pesitos que habían traído entre los dos.
Mi amigo se quedó pensando en el underworld que le tocaba timbre: escorias humanas con las que él, un fino artista joven, y bastante lindo, tenía un sólo punto de contacto: la droga. Decidió que no aceptaría ya más esos intercambios entre "el mundo luminoso y el mundo oscuro" (las cosas que uno escucha). Mejor sería que dejara de drogarse, pero yo no soy de andar dando consejos de ese tenor.
Chicos y chicas (señores y señoras) que leen este blog: el underworld existe y no es glamoroso como en las películas de vampiros. Después de treinta y seis horas de gira, parece que se hace difícil discernir.
Vayamos al punto:
1) Pablo: yo no voy a impugnar tus argumentos poniendo en cuestión al interlocutor, como ya se hizo. No te conozco y no sé qué pensás del aborto, la vida, el matrimonio universal o la forma en que se crían los pollos para consumo masivo (y, seamos sinceros, no tengo ningún interés en averiguarlo). Pero: la analogía entre drogas y armas es muy pelotuda y sólo podría sostenerse desde la perspectiva deleuzeana (supongo que no querías aludir a eso), es decir: las armas, las drogas, las joyas y la música están del lado de la máquina de guerra (cuyo objetivo no es la guerra, sino la aniquilación del Estado).
Dejando de lado esa hipótesis anarco-nihilista, tu comentario carece de sentido (es un sinsentido lógico, o una frase totalmente esquizofrénica). Analizo: "Tal vez podríamos hacer lo mismo con las armas: que se produzcan y vendan sin restricción. Eso sí: eduquemos sobre los riesgos de las armas..." Por un lado, es de mala fe equiparar instrumentos de muerte y tortura con drogas (se trate de marihuana, cocaína, enteógenos o drogas de diseño). No tiene nada que ver una cosa con la otra. Pero aún haciendo la vista gorda a semejante simplificación, hasta donde yo sé, las armas se producen y venden sin demasiadas restricciones: los Estados Unidos, la libre portación de armas está garantizada constitucionalmente y en Argentina hay bonitas armerías en pleno microcentro (lo que es aberrante, claro). O sea: al Estado no le importa que las armas circulen: le importa tener un registro de quien las porta y las usa. No hace falta recordar la causa que involucró a un presidente nefasto en la venta de armas clandestinas o la explosión de Río Tercero.
2) Anónimo: La idea de que "en la ilegalidad del tráfico de drogas, el capitalismo encuentra su posibilidad de existencia" no es "del artículo de Link" sino del libro de Sergio Bagú citado.
A continuación reproduzco las páginas pertinentes:
Analizo: A Bagú no le importa demasiado el tema que estamos discutiendo. Sencillamente le interesa que "la exclusión de una parte del campo observable constituye, de por sí, un hecho que debe ser analizado y evaluado cuando se estudia una sociedad, una cultura o una corriente de ideas. Lo que se ve y lo que no se ve forman una unidad que debe ser explicada como tal".
O sea: la teoría ciega determinadas zonas del campo observable porque no puede dar cuenta de ellas y hace como que no existen. Esa no existencia del fenómeno no lo hace desaparecer, sencillamente invalida la teoría (económica, en este caso). Que uno prefiera no ver la importancia económica del tráfico de drogas no niega esa importancia, sino que hace de uno un miope.
La conclusión es tan obvia que conviene subrayarla: "el underworld no es un fenómeno marginal, ni una excrecencia incontrolable en la economía estadounidense. Es uno de los sectores más importantes y normales de esa economía, lo que conduce a pensar que ésta no podría haber funcionado en el siglo XX sin ese sector. SIn embargo, la teoría económica lo ha ignorado por completo...".
De acuerdo: yo he puesto "capitalismo" donde Bagú ponía, en 1970, "economía estadounidense". No me parece un exceso, sobre todo porque Bagú dice esto en un apartado que se llama "la teoría de Occidente": basta pensar en los carteles en América Latina, donde la situación es todavía más dramática que en USA, basta pensar en "la mafia rusa" (esa construcción literaria pero no por eso menos inquietante), etc...
A vos te puede parecer "verdaderamente disparatado" el argumento. Yo digo que lo disparatado es el capitalismo. ¿O me equivoco? La pregunta que hay que hacerse, entonces, es por qué los Estados modernos toleran la existencia de una economía no visible cuya legalización, en principio, beneficiaría al capitalismo del cual esos Estados son socios (o cómplices). La respuesta es brechtianamente evidente: porque la prohibición lo beneficia más.
Puck: Admito la abducción (el espacio periodístico es tirano) y tal vez el razonamiento sólo es claro para (una vez más) los lectores de Deleuze. Desarrollo, entonces: en las sociedades con chamanes, el chamán representa un polo sino opuesto, al menos resistente a la soberanía. El chamán es el que te cuida mientras tomás la ayahuasca o el peyote (rituales en los que todavía soy virgen, aclaro, y que no me seducen particularmente). El chamán es un más allá del Estado. Pero los Estados modernos son ellos mismos su propio más allá (por aquello de que el soberano, paradójicamente, está dentro y fuera de la ley, etc.). Entonces, no me parece disparatado reivindicar la "función chamán" para nuestras tristes sociedades (nunca me referí específicamente a Argentina, y no lo hago ahora). Naturalmente, no veo manera de que esa función no esté regulada estatalmente (pero eso no es mi culpa).
Mejor es no opinar (la "opinología" ciega) sino analizar, leer, volverse, sí, soberano sobre uno mismo y para eso demandar el espacio necesario. Dicho esto, querid@s, me voy a la cama, que mi chamán particular me está esperando.
3 comentarios:
Nuevo post brillante. El debate es diálogo, es ida y vuelta, es volver a juntar pruebas para sostener lo dicho, es corregir malas interpretaciones. Y además, para que el pensamiento sea filoso debe realmente incomodar y ser áspero, como lo es acá.
Abrazo
Santiago
Pero mi querido Link! (+ lúcido cada vez!! como haceis??) He leído ( y leo) a Deleuze desde aquellas " experiencias dionisíacas" que son tus clases! pdrías decir-me que lo he leído mal: puede ser.Pero al punto: justamente, si el chaman es quien "me" cuida y "me" guía en mis infatigables viajes (cosa que no ignoran muchos que no han leído a Deleuze, pero que sí han tenido experiencias con psicoactivos)y entiendo que es ese el papel que quieres dar al Estado (y adhiero a ello)lo que digo es : cada uno en su sitio: el Estado que vigile los asuntillos (como lo hace , por otra parte) y el chaman a lo suyo. Rescatemos al chaman (obvio!) para la nefasta sociedad que vivimos , pero que ello no devenga en una pérdida de su magia desterritorializada (recuerdo aqui la distinción que plantea Deleuze entre lo nagual y tonal).
Y dado q el espacio es muuuuy reducido y temo aburriros aquí me quedo.
Graxs por tu respuesta y por incluir el texto de Bagú! Está completo en Scribd?
Puck
¿En qué consiste lo conmovedor de la historia de tu amigo soltero? Es otro relato con una loca histérica, mala, discriminadora y artsy fartsy como protagonista.
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