Por Daniel Link para Perfil
¿Puede haber sido tanta la corrupción,
como parece? ¿Será que ahora, porque hay menos, todo reluce como
lata (porque el oro se lo llevaron todo)? Imposible saberlo, me digo,
mientras me zampo la Frecilina del día.
Como nos recuerda Artemio López, “El
antecedente frentista inmediatamente anterior al impulsado por Néstor
Kirchner en el año 2003 fue la convocatoria de Perón al Frente
Cívico de Liberación Nacional (Frecilina) –la declaración se
hizo en la revista Las Bases, en febrero de 1972–, que
revitalizó la ofensiva política del movimiento peronista contra el
gobierno militar que encabezaba el dictador Lanusse”.
No sería mala idea, con ese nombre que
evoca a un antibiótico de amplio espectro, fabricar Frecilina 500
(o, mejor, de 1 gramo) para combatir la corrupción que, como todo el
mundo sabe, designa tanto a un vicio o abuso como al proceso de
echarse a perder o pudrirse.
¡Frecilina para todos y todas! Los
jubilados y las jubiladas, las nativas y los migrantes, los
embarazados y las abortistas. La Patria no puede esperar el lento
paso del Aparato Judicial: ¡mejor es recurrir a la ciencia
imaginaria!
¿Por qué nos duele tanto la
corrupción? Tengo una respuesta, más bien apresurada: los gobiernos
de derecha, por más ejemplarmente honestos que sean, siempre nos
serán antipáticos porque sus proyectos son reaccionarios, retrasan
y opacan el horizonte emancipatorio, la ansiada soberanía sobre si y
la liberación de las energías potenciales del género humano, que
es el norte de cualquier proyecto de superación del espantoso estado
de las cosas de este mundo (lo que se llama “capitalismo”).
Los proyectos de izquierda (aún los
que así se autoproclaman sin serlo, como es el caso del peronismo),
en cuanto se complican con oscuros casos de corrupción, pierden toda
su potencia simpática: nada es más horrible que una bella idea
corrupta. Un médico a la izquierda: Frecilina 1 gr., endovenosa.
1 comentario:
¿conoce un gobierno de derecha ejemplarmente honesto?
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