En el breve diálogo titulado Hierón, Jenofonte (muy conocido en los círculos militares como pionero en el arte de domar caballos, cuyos principios clásicos asienta en Sobre la caballería e Hipárquico) cuenta la visita que el poeta Simónides le hace al tirano Hierón («De la Tiranía» es precisamente el subtítulo del diálogo). El poeta, cuyo deseo de gloria es más o menos equivalente de la pasión erótica por el poder del tirano, interroga a Hierón sobre cuál vida es más deseable, si la del soberano o la del súbdito (el ciudadano particular). Hierón le aconseja no dejarse engañar por las apariencias: son tantas las penas y fatigas que implica el ejercicio de la tiranía, y tan pocos los placeres que permite el stress de los poderosos que nada está más alejado de la realidad que el pensamiento de que son innumerables los motivos de placer a su alcance. Tan persuasivo es el político en sus lamentaciones que Simónides termina dando a Hierón unas espléndidas recomendaciones que, a su juicio, le permitirán mejorar su calidad de vida y, al mismo tiempo, lo volverán amable a los ojos de sus súbditos.
Muchos años después, un gran lector de Hegel, Alexandre Kojève, lee en el Hierón la clave de una colaboración simbiótica. No se trata de seguir sosteniendo, piensa el sobrino de Kandinsky, la separación entre saber y poder (la retirada en el jardin epicureísta, la República de las Letras, la secta secreta o la comunidad imposible de los nobles de espíritu), porque el Ser es temporal, el resultado del trabajo de la Historia en su marcha inexorable hacia su final definitivo.
Para que haya progreso de la Historia, los filósofos deben dar consejos a los hombres de Estado. El intelectual, así, es el mediador entre la posición soberana del tirano y las condiciones materiales de su trabajo (la falta de tiempo, la solicitación constante, el embrutecimiento inherente a la gestión pública). El tirano no juzgará la filosofía y el filósofo no juzgará a la tiranía, porque los dos son las dos caras de la misma moneda en una situación que, Kojève no se cansa de decirlo, es la del advenimiento del final de la historia con el Estado Universal Homogéneo.
No es, por cierto, la única versión sobre las relaciones entre saber y poder que hoy podrían esgrimirse y tampoco es la de Hegel la única imagen de la historia a nuestro alcance. Lo que importa, en todo caso, es que el tirano debe, necesariamente, escuchar al sabio. De otro modo, lo convierte meramente en un payaso de la corte, un festejante, apenas un aplaudidor.
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
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"Conversación con Césare Gárboli. Eneas, aquel que ha sobrevivido a sí
mismo, que comienza su historia cuando ésta ya ha terminado, como personaje
emb...
Hace 11 horas.
6 comentarios:
sí, pero cuando el sabio es ernesto laclau, y el círculo de aplaudidores la gente de sociales, la política como conflicto permanente se ve justificada para unos con argumentos crudelísimos, schmittianos, y para los otros con las viejas lecturas marxistas en las que basan la forma de terquedad que adoptan como sabiduría.
y lo más curioso, es que estos dos saberes no son realmente compatibles, lo que permite que el peronismo siga siendo un lugar donde todas las retóricas son posibles, pero la interpretación de lo real siempre cambia acompañando a la retórica, como enseñó perón. en un círculo de esas características, el aplaudidor funciona como garante de la interpretación de lo real, y el sabio alienta a la confrontación permanente, cumpliendo un sueño de antaño: combinar el Aristóteles que habla al oído a su soberano, con el ideal moderno, creador, de tener su propio régimen “neopopulista latinoamericano” en un paraje tercermundista. no es difícil lograr un ideal político de estas características, porque no depende de estrategias de construir un país (no depende de entrar en contacto con lo real para modificarlo proyectando imaginación política), sino SOLO de construir un soberano, y con él, el fantasma imaginario de un pueblo a la imagen de constructos filosóficos que fueron decisivos para el nazismo en tiempos de Schmitt.
para zafar de tiranos y payasos, me copa el modelo 2x1 aka el rey-filósofo, onda este emperador y pensador de la escuela estoica:
"El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía interior, exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, sin hacer nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que el otro haga o deje de hacer."
-Meditaciones, Marco Aurelio el Sabio
Hoy, en la VIVA.
http://www.elpais.com/recorte/20080426elpepucul_1/LCO340/Ies/Muhammad_Ali_portada_Esquire.jpg
Daniel, en privado:
Ayer vi "The Darjeeling Limited" (gran película!) y descubrí que Adrien Brody se parece mucho a vos!
Ahora, también estoy enamorada de el.
Mariajimena.
Platón era contemporáneo de Jenofonte y tenía, en un principio, la misma idea ingenua de que el filósofo debía aconsejar y guiar al tirano para que gobierne de una manera sabia y justa. Incluso llevó esa idea a la práctica, y fue durante un tiempo consejero del tirano de Siracusa. Por supuesto que su empresa fracasó: la embriaguez de poder de los tiranos y las mezquinidades de los funcionarios-cortesanos limitaban y ponían freno a la labor del consejero-filósofo. Entonces Platón subió la apuesta: los filósofos como meros consejeros no sirven, tienen que ejercer directamente el poder. El famoso "rey-filósofo", como bien propone girlontape.
El único rey-filósofo que tuvo la Argentina fue Sarmiento, casualmente el más difamado por la chusma populista (que ama los tiranos).
Cómo se nota que todos los estúpidos imberbes que escriben aquí son estudiantes. Seguro no les guste el tango. Cuando hayan crecido, mis queridos, no solo dejarán de esgrimir esas oposiciones de museo como rey y filósofo, populista y estadista, etcétera, dejarán de mirarse el huevo desde la tontería liberal. ¿No pueden sustraerse mínimamente a la tontería hegemónica de lo que sus papitos gerontes les enseñaron en la facultad? Piensen desde otro lugar, porque seguirán reproduciendo las bobadas que se dicen en las cátedras. Hay que animarse a pensar de otro modo.
El único rey filósofo que tuvo la Argentina fue Perón, Antígono. El único. El incomparable.
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