miércoles, 13 de octubre de 2010

Invitación

Hachazos

Claudio Caldini / Andrés Di Tella

performance / proyección en formatos múltiples

miércoles 20 de octubre 21.30hs
Sala Leopoldo Lugones
Teatro San Martín
Corrientes 1530

¿Cine expandido o documental en vivo?
Parte de un mismo proyecto mutante, en colaboración, que comprende un libro ilustrado y una futura película, esta “performance/proyección en formatos múltiples” incorpora una diversidad de materiales cinematográficos, textuales y musicales de ambos artistas: proyecciones múltiples en super-8, 35mm y video digital, fotografías, imágenes nuevas y de archivo, música electroacústica, grabaciones magnéticas, lecturas de viva voz. Claudio Caldini, pionero del cine experimental, y Andrés Di Tella, referente del documental en primera persona, exploran, por caminos diversos, un mismo eje: un experimento cinematográfico que es, a la vez, un experimento de vida.




Un hombre lleva toda su obra, que es toda su vida, dentro de una vieja valijita de cuero comprada en la India, en un tren que va de Moreno a General Rodríguez, por el conurbano bonaerense. Son los originales de sus películas, todas en super-8, un formato obsoleto, en vías de extinción, que no permite copias. Esa valija es como el manuscrito de su autobiografía. Se trata de Claudio Caldini, cuidador de una quinta de los suburbios, gran cineasta secreto.
Muy pocos han visto sus películas. Sólo pueden verse cuando él mismo las proyecta, a veces manipulando tres o más proyectores simultáneos, cortando y pegando las viejas cintas de super-8 en el momento, transpirando, casi en trance, en una performance de “cine en vivo” que tiene algo de ceremonia religiosa. En el cine de Caldini hay imágenes que hacen ver el mundo –y las posibilidades del cinematógrafo- de otra manera. Ponen en cuestión qué cosa es y en qué momento se produce eso que llamamos “cine”.
Caldini hace cine solo, sin dinero, sin nadie. Ata la cámara a una soga y la revolea por encima de su cabeza, pinta o perfora el celuloide, monta la cámara encima de una bicicleta, filma sombras, crea animaciones con la luz que entra por una ventana, amplía las posibilidades del cine hasta hacer lo imposible. En las extrañas imágenes que viene filmando hace ya cuatro décadas se cifra su autobiografía. Un experimento cinematográfico que es a la vez un experimento de vida.
Hablar de Caldini es también hablar de mi propia relación con el cine. La primera vez que estuve en una filmación, o algo parecido, fue cuando todavía estaba en la escuela.
Se trataba de una performance en la que la artista Marta Minujín, amiga de mi madre, se enterraba viva. Yo tiraba la tierra, Caldini filmaba en super-8. Por esa época, en la Argentina se enterraban cuerpos anónimos todos los días. No lo volví a ver durante muchos años. Volver a encontrarlo, después te tanto tiempo, fue volver a encontrar una parte perdida de mi propia vida.
El hombre del tren duerme, tal vez sueña. Por sus sueños, puso todo en riesgo. Experimentó hasta las últimas consecuencias la ruptura de los 70. Sobrevivió la dictadura militar encerrado en un jardín. Escapó a la India detrás de una utopía y perdió casi todo, hasta la razón. Fue expulsado de un ashram, internado en un manicomio. De regreso a Buenos Aires, quedó en la calle. Durante una década de errancia, tuvo 36 domicilios provisorios y abandonó el cine. En los últimos años, recaló como cuidador de una quinta del conurbano bonaerense. Allí vive,
humildemente. Entre las plantas y el silencio, en la contemplación, volvió a pensar en el cine. Una vez más, armado con una cámara prestada y tres rollitos de película virgen, vuelve al ruedo.

Andrés Di Tella

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