Por Daniel Guebel para Perfil
Las costumbres fúnebres que imperan en el arte de la política argentina se presentan bajo dos modalidades principales: el asedio sobre la yugular de los deudos, a fin de obtener nuevas raciones de sangre fresca, o la confirmación y continuidad de estos, enaltecidos y como auroleados por el dolor de la pérdida. Como la economía parece funcionar, y Cristina Fernández tiene voluntad, preparación cultural y arraigo político, su destino, trágicamente beneficiado por el deceso repentino y lamentable de Néstor Kirchner, parecería ser el de la reelección, algo muy distinto de la ignominia, el oprobio y el destrato que en circunstancias similares padeció Isabel Martínez. De todos modos, no le espera una tarea fácil. Deberá enfrentarse a la creciente desafección de los intendentes del Conurbano –que, progresivamente, se alinearán con el sciolismo, el felipismo, el reutemanismo o cualquier ismo alentado por Duhalde–, a las internas del partido; las relaciones con los sindicatos necesariamente se volverán más ríspidas.
También deberá ocuparse de los reclamos perpetuos de los citadinos industriales, prebendarios de siempre, que esta vez se quedaron fuera de la mesa chica de los repartos, y de los tironeos de los ahora agazapados tecnoindustriales campestres, que confunden las retenciones con el martirio y sus terrenos agroquímicos con la patria. Para no hablar de la Iglesia, que ofrecerá su apoyo y consuelo espiritual, ante la adversidad, a cambio de alguna secular concesión a sus rígidos reclamos medievales (es paradójico cómo una institución que subsidia su existencia vendiendo beneficios u horrores ultraterrenos, se lamente tanto ante el fin de la vida humana, como si en el fondo no creyera en la existencia del cielo).
Dejemos de lado el flanco no cerrado de sus enfrentamientos con la prensa periodística no alineada con lo que desde el Gobierno se llama Proyecto Nacional y Popular.
Curiosamente, dentro de este campo de conflictos no se incluye, por el momento, a las Fuerzas Armadas, ya que ahora de la represión se ocupan –como en Irak– empresas mercerizadas que, a su vez, encargan el trabajo sucio a saltarines de tablón de las canchas del ascenso.
Si, hasta el martes a la noche, el destino del kirchnerismo en las próximas elecciones aparecía complicado, el fallecimiento de su líder le da nueva vida y perspectivas. Es de observar cómo política y religión –si no son lo mismo por otras vías– muestran idénticos funcionamientos. Sin ser médicos, podemos inferir que Néstor podría haber vivido muchos años más, si la pasión por sus prácticas no lo hubiera llevado a desatender los consejos de los médicos. Esa pasión ajena a la moderación, lo colocará de seguro, en un lugar sacrificial que la tradición peronista conoce bien, ya que lo aplicó rigurosamente a sus figuras fundadoras (el cáncer de Evita como metáfora de su devoción por los pobres; la muerte de un Perón ya senil, como efecto de su frenética actividad por salvar del caos a la patria). El peronismo explica su vocación por el poder bajo la figura del salvacionismo. En ese punto, a futuro, su rival más peligroso no se encuentra en las fuerzas representadas en el Congreso, sino en el sector trotskista al que desde los márgenes del PJ le han producido una víctima verdadera, una inmolación no buscada.
Probablemente, el trotskismo (como el cristianismo), sería una secta desterrada de la memoria de los hombres si a “papá Stalin” se no se le hubiera ocurrido mandar clavarle una pica a su adversario. Su duración y persistencia en el tiempo tiene que ver con la fe en la causa última de una revolución que ha de llegar (lo mismo pensaban los profetas judíos) y con su aptitud no buscada para ser elegidos como víctimas de los crímenes.
Al mismo tiempo, comparten con el cristianismo la creencia de que la verdad viene de afuera: en un caso, gracias a la iluminación que recibió Pablo camino de Damasco, en el otro, gracias al efecto del estudio de los textos cabalísticos marxistas. Triunfará Cristina, porque Néstor se ofreció a la hecatombe de la pasión; triunfarán alguna vez los trotskistas, porque son como los cristianos primitivos entregados a las arenas de un circo, donde se sueltan los leones del mundo.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
2 comentarios:
Uf, salado.
Estoy de acuerdo con esto "a futuro, su rival más peligroso no se encuentra en las fuerzas representadas en el Congreso, sino en el sector trotskista"
Según Jorge Altamira, "La muerte súbita del ex presidente Néstor Kirchner conmociona por su condición de jefe político incuestionable del gobierno actual. Tiene lugar en la misma semana en que se produjo el crimen político contra Mariano Ferreyra y cuando la investigación de este crimen ocupaba el centro del escenario político. Es imposible no pensar que la crisis desatada por este crimen, que caló hasta el hueso del régimen político, no haya cobrado un precio elevado sobre la salud deteriorada del ex mandatario. No sería la primera vez que las contradicciones insuperables de una política y de un régimen político se cobren la vida de su articulador."
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