sábado, 27 de agosto de 2011

El pueblo en falta

Por Daniel Link para Perfil


Libia (todas las Libias: la Cirenaica, la Tripolitania y el Fazzan), Muammar Khadafi, la OTAN. La ceguera del gobierno británico, que postula “disturbios sin causa”. El club de millonarios franceses que ofrece parte de sus fortunas (fundadas en la inequidad y la mentira: ¡L’Oreal!) para calmar su mala conciencia ¿Por qué se aferran los soberanos al poder, más allá de la razón? ¿En qué paradigmas históricos fundan su excepcionalidad y su soberanía sobre los demás, que a gritos y a golpes de piedra y de fusil dicen que no quieren a esos soberanos que, sin embargo, siguen pensando, tal vez, “Todo mi pueblo me ama” (objeto de reflexión de esta columna el pasado 4 de marzo)? ¿Y por qué se aferran los millonarios a sus fortunas si saben que no les pertenecen?

¿Qué gravedad o qué ligereza se juegan en impulsos sacrificiales semejantes cuyos pasos son, primero, la producción de cantidades de miseria en relación con las cuales se opera vilmente y, después, la violencia y la destrucción como dispositivo sanitario? ¿La política como cruzada más allá del pensamiento, más allá de lo viviente?

Las fuerzas imperiales, el capitalismo, ¿hace falta insistir en ello?, son enemigos de procesos de soberanía sobre sí como los que se reclaman en todas partes.

Las rebeliones en Europa, el fin de la era Khadafi, no pueden examinarse con ligereza, sobre todo porque en esos procesos (que de a ratos nos parecen tan distantes) tal vez se cifre algo de nuestro destino. Ahora se impone una transición de resultado incierto en todos los frentes, salvo en uno: el pueblo (esa noción política, siempre en falta, precisamente porque no coincide consigo misma) de un lado; Khadafi, la policía del reino, los millonarios, del otro: dos modelos de soberanía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Suelen ser amados por el pueblo al menos en el ascenso.

Existe la comodidad de ser esclavo, de someterse.

"Que se ocupe él"

No es un Kadafi quien obliga sino el pueblo que se somete.

Elegimos a Perón, a los militares, a Menem, elegimos los K y algunos insisten con Tachuela.

El problema no son los 10 o 100 Kadafi, el problema son los millones de cómodos.

Así como no existe la droga, existen los drogadictos.