sábado, 17 de marzo de 2012

Altar sacrificial

por Daniel Link para Perfil
 
Lo primero a definir es el género: ¿lírico, épico o dramático? O, todavía más (moderno): ¿lo novelesco sin la novela?, ¿el poema blanco (sin ritmo y sin rima)?, ¿el melodrama o la sit-com?
¿De qué tengo ganas? Últimamente, la vena poética me tienta: silban las gomas de los autos que se queman, en las noches ventosas de un marzo atormentado.
Es verdad: en la ciudad más segura del mundo, queman autos de altagama. Aquí y allá aparecen, cada tanto (al ritmo de más de uno por noche) hogueras de indignación. Pasto de las llamas.
Aparentemente, los responsables silenciosos de la quema (tiembla la soja, el petróleo falta) utilizan los prendedores de resina que se utilizan tanto para encender el fuego del hogar (las danzarinas y crujientes llamas) como, entre nosotros, el asadito (el pleno vacío, la bondiola crasa).
Cuando me cuentan que cada noche uno o dos autos serán sacrificados en elaltar de no se sabe bien qué religión o política causa (la inversión del orden habitual de las palabras es muy poética), y cuando noto el despreocupado tono con que la noticia se me transmite (el porcentaje de incendiados en relación con el parque automotor... ¡es mínimo!), me doy cuenta de que estoy en medio de una sociedad psicótica. ¡En la ciudad más segura del mundo el vandalismo es tolerado como si se tratara de una travesura infantil!
Me refiero a Berlín, donde comenzó el suceso que, en ciudades más ignorantes, más snobs, y más tendientes a la locura colectiva, como Buenos Aires, ha comenzado a reproducirse.
¿Son anarquistas? Probablemente. ¿Son acciones organizadas? Imposible saberlo. El método es infalible: el prendedor de resina arde lentamente y permite a los perpetradores alejarse de la escena del crimen. Cuando el vehículo estacionado en el dormido cordón de lavereda es ya una bola de fuego, no hay a quien culpar. Y no habiendo a quien culpar, la culpa va royendo nuestras más íntimas certezas, toda tranquilidad, ya nadie duerme.
Berlín, la ciudad más segura del mundo, la ciudad con un transporte público infalible, parece tener también un equilibrio perfecto entre automóviles y plazas de estacionamiento. Los autos duermen mayormente en la calle.
Entre nosotros, nada de eso es cierto, pero la manía imitativa ha cundido igual, con un sentido más... trágico: muerte al automóvil, al tren, al subterráneo, al ómnibus de pasajero. Piquete (de ojos) al traslado. ¿Niños quieren ir al balneario? ¡Pum! Tiramo el bondi contra el tren, ¡que aprendan! (las rupturas de registro lucen bien en un poema moderno).
¿Se me murieron cincuenta pasajeros contra un amortiguador deshabilitado? Pues bien, les digo: que expliquen los quejosos sus 38 muertos de la crisis.
La poesía es así: a salto de mata, enhebra imágenes sin ton ni son.
Volvamos a la hoguera. En Berlín, un sentido opaco (¿anarcos?, ¿la mafia rusa?, ¿poscomunistas?), pero estimulante (la historia sigue viva, la izquierda radical amenaza nuestro confort capitalista); aquí, un carnaval de fuego (una estrategia de bandas criminales que tratan de desviar la atención policial, para dar golpes de peso en otra parte).
El último estratega sabía que no se podía desfederalizar el sitio de la fundación mitológica sin trasladar, al mismo tiempo, la sede de la soberanía. Alfonsín, Alfonsín, Alfonsín: ¿cómo no nos va a parecer cuento que empezó la Ciudad Autónoma de Buenos Aires si es como un inquilinato con vecinos cada vez más pobres, más soberbios y más díscolos, y caseros cada vez más incompetentes y con menos ambición? CABA suena idéntico a CAVA. Vivo, vivimos, en la CABA.
Desviar la atención, ponerse la divisa punzó, andar diciendo boudoudeces (los poetas son grandes inventores de palabras). El macrokirchnerismo es así: pirómano, desvencijado (lo atamo con alambre), se hace amigo del juez y no le da de qué quejarse.
Silban las llamas en las noches ventosas de un marzo atormentado (la repetición es la sal del poema) y no es como en Berlín, donde el sentido (de las llamas, de la muerte) se presta a una hermenéutica (ésta o aquélla).
Aquí diremos que tal miente, que tal desvía la atención, de aquel que es petimetre y de aquella que es soberbia. Mientras tanto, los fantasmas de los muertos (38 de la crisis, 51 en-trenados, los qom, Dios mío, tantos otros) bailan alrededor de las fogatas de alta gama. La tilinguería pretende gobernar el caos, mandar la mugre debajo de la alfombra.
Ninguna oda al ganado y a las mieses, ningún cantar de las siniestras hermanitas perdidas. Una elegía en protesta por la vida. 


1 comentario:

Pablo Makovsky dijo...

ni bien leí las primera noticias paranoides pensé que se trataba de una escena de montserrat. si no te dedicás a la poesía, deberías hacer una regreso de álvaro bustos-quemacoches