viernes, 4 de agosto de 2006

Más allá

por Daniel Link

Ant: O quam gloriosa refulget gratia sebastianus dei martyr inclitus qui militis portans insignia sed de fratrum palma solicitus confortavit corda pallentia verbo celi sibi collato celitus.

V: Ora pro nobis beate martyr Sebastiane.

R:Ut digni mereamur pestem epidimie illesi pertransire et promissionem christi obtinere.

V: Ora pro nobis beate martyr Sebastiane.

Anthoine Vérard (ed.). Hore beate virginis marie ad usum Sarum (Libro de las Horas). Paris, ca. 1505, folio 103.

Habíamos llegado a Catamarca después de haber atravesado La Rioja. Nuestro destino era Pomán, que fue, durante algunos años, capital catamarqueña antes de haber sido degradada (por razones oscuras que los lugareños relacionaban vagamente con el ejercicio de la caza) a lo que es hoy: cabecera del departamento de Pomán, que ocupa el valle del mismo nombre, justo al borde de la puna y de los Andes. Íbamos a Pomán (Catamarca) para registrar fotográficamente el Festival de San Sebastián (patrono de la miserable localidad), a quien el pueblo homenajea todos los 20 de enero con una misa solemne y un festival hermético.
Para llegar a Pomán habíamos viajado más de 1.400 kilómetros en diversos medios de transporte, y habíamos sobrevivido a varias calamidades triviales de ésas que se cuentan a los amigos al regreso de unas vacaciones complicadas (se rompió la tapa de los cilindros, hubo que rectificar el motor, perdimos casi todos nuestros documentos en una fiesta tecno-esotérica en el valle de Traslasierras, etc.). Si habíamos seguido adelante fue porque nos dominaba la convicción de que debíamos implicarnos en el culto del mártir. Sabíamos algunas cosas. Sabíamos, por ejemplo, que el rey David no pudo edificar una casa consagrada a su dios, IHVH, porque las guerras lo tuvieron ocupado. Fue su hijo Salomón el que encaró la construcción, según las formas y los cálculos dictados por el mismo IHVH a David. Sólo el sumo sacerdote podía pronunciar el nombre de Dios una vez al año, y cuando Roma destruyó ese templo, el nombre ya no pudo pronunciarse más y sólo pudo ser escrito. Pero interdicto, el nombre quedó partido en dos mitades que se buscan para siempre, errando por el cosmos. IH designa a un ser insensato que, sin conocer nada sobre sí, sueña y piensa. VH es el nombre de un ser condenado al exilio por la concupiscencia de la carne.

Sabíamos que en nuestra carne estaba secretamente inscripto el nombre de IHVH y sabíamos que es en el cuerpo de San Sebastián donde se escribe el nombre de Dios. Por eso, el mártir aparece en todas las épocas y por todas partes: en la Edad Media, durante el Renacimiento, y después. En Flandes, en cada una de las ciudades italianas, en España, en Pomán (Catamarca).


Sigue acá.

publicado originalmente en Damas chinas, revista de literatura, 1: Desplazamientos (México: agosto de 2006). Aparece junto con Celeste.

No hay comentarios.: