sábado, 4 de agosto de 2007

La imaginación intimista

por Daniel Link

Pensaba en términos de "
la era de la intimidad" o "el giro autobiográfico" sobre el que se nos proponía reflexionar en esta mesa (y otras tantas diseminadas a lo largo y a lo ancho del litoral argentino) y confieso que me cuesta relacionar lo que hago con ambas designaciones, aún cuando sé que cuando se habla de esos espinosos asuntos se presupone mi participación activa (como crítico, como novelista) en esa tendencia del presente que me gustaría llamar "la imaginación intimista" (porque toda intimidad, en última instancia, es puramente imaginaria). Siempre me ha resultado particularmente complejo el pronombre "yo", en particular cuando tengo que articularlo con el verbo "ser", y muchas veces he preferido exponer "mi intimidad" en tercera persona.
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Lo más íntimo de mí

En las papeletas de los departamentos de inmigración no le importa tanto la verdad de su identidad profesional y contesta siempre esa pregunta según el humor del momento (ha escrito "investigador", "historiador", "crítico cultural", "artista", "estudiante", "editor", "maestro", "periodista", "docente", "trabajador de la cultura" -fue una resolución grupal- y hasta "esquiador" –después de todo, aquel viaje tenía ese propósito).
Esa repugnancia a declararse (o incapacidad para reconocerse) siempre el mismo ante la burocracia migratoria es índice del vago malestar que le provocan los casilleros en blanco. "¿Qué derechos se reconocen los Estados para andar haciéndome preguntas tan íntimas?", se dice cada vez. Y también: "¿Dónde tendría que detener la especificación?". Porque no sería mentir a la verdad escribir "teórico de la literatura" o "poeta malo" o "semiólogo" o "crítico de novedades bibliográficas" o "historiador de la literatura del siglo XX" o “investigador especializado en postestructuralismo” (más allá de la pedantería de esas designaciones) si es verdad que a eso se dedica o se ha dedicado, razona. Pero esta segunda pregunta adquirió su verdadero dramatismo en relación con otras tecnologías del yo (con otros géneros asociados a la profesión, al nombre propio y la vida madura): la solapa de libro o la credencial en los programas de televisión, por ejemplo. Entonces tuvo realmente que decidir su identidad profesional, lo más íntimo de sí. Y comenzó a decirse -para incredulidad y escarnio de los otros- "catedrático y escritor", dos bellas y envejecidas palabras que describían a la perfección y sin error su vida entera (pasada, presente y futura). Aunque sus amigos le sugirieron "profesor" porque era más modesto, él prefirió "catedrático" porque de ese modo definía con la mayor exactitud sus espacios de intervención pública (la cátedra y la escritura). "¿Se entenderá?, ¿Se entiende lo que digo?", piensa. Y con lo que piensa, lo más íntimo de sí, hace frases. ¿Se entiende lo que digo?: Hago frases con lo que pienso, lo más íntimo de mí.

El texto completo,
acá.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Quería pedirte si podés poner el texto completo acá, porque me intereso el artículo, y en el otro blog resulta muy difícil leerlo. El fondo negro sobre letras blancas es imposible, a mí me duelen los ojos.

CANCEROLAZO 2021 dijo...

Habría que nombrarlo "Ministro de la Intimidad" para dejarnos de otros ministerios inseguros, el texto es excelente y me recordó muchísimo al "Libro de la memoria" de "La invención de la soledad" de Paul Auster como fuente secreta del marco formal (hablar de lo más íntimo en tercera persona).

Si no lo fuere, se lo recomendamos excepcionalmente (el resto de Auster, para hacer un mal juego de fonemas, no es tan austero...)

¿así que Yacer Kon Arafat exigió la márgen del Jordán izquierda y nos venimos a enterar de gOLPe que encarnaba como referente no sólo al pueblo palestino, sino al postergado pueblo sodomita?
(¿¿con esos labios Raquel Mancini??menos mal que asesinaron a Rabín y no tiene que vivir para saberlo)

Habitaríamos un mundo moralmente superior si la gente fuera tan literal que cuando se muriera de verguenza se muriera de verdad. Como superviviente y admirador quisiera profesarle el viejo deseo árabe de que viva cien años o al menos de que desde el más allá nos siga-laptop en mano-prodigando acariciadores Montserrates.

Sol Fantin dijo...

¿Cómo pensar o atravesar el problema de la exposición, el pudor, la imagen "pública", el narcisismo, los secretos, el pasado que retorna en forma de algo que quedó plasmado y ahora se rechaza, en fin, todos estos problemas?