por Daniel Link para Perfil Cultura
Dominó Caníbal es el nombre de la última intervención curatorial de Cuauhtémoc Medina (México, 1965), el más famoso “comisario” (como se llama en España a quien ejerce la práctica de la curaduría) latinoamericano.
Cuauhtémoc Medina es Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de México (de cuyo Instituto de Investigaciones Estéticas es miembro) y Doctor en Historia y Teoría del Arte por la Universidad de Essex. Entre 2002 y 2008 fue el primer Curador Asociado de Arte Latinoamericano en las colecciones de la Tate Modern en Londres. En 2009 fue responsable del envío mexicano a la Bienal de Venecia (el proyecto de Teresa Margolles, ¿De qué otra cosa podríamos hablar?) y ahora diseñó, para la ciudad de Murcia, el proyecto Dominó Caníbal, que durará todo el año, a lo largo del cual Jimmie Durham (25 de enero), Cristina Lucas (26 de marzo), el colectivo Bruce High Quality Foundation (21 de mayo), Kendell Geers (9 de julio), Tania Bruguera (24 de septiembre), Rivane Neuenschwander (12 noviembre) y Francis Alÿs (17 de diciembre) exhibirán sus obras, realizadas con una sola condición: trabajar a partir de la obra del artista previo (que citarán, destruirán, canibalizarán o repetirán, de acuerdo con su ánimo).
El resultado, así se espera, será un vasto itinerario que, en la perspectiva de Cuauhtémoc Medina, debería ser representativo de una cierta lógica evolutiva del arte contemporáneo, que él pone bajo las metáforas de la antropofagia (un tópico bastante transitado en el arte y la literatura latinoamericana) y el dominó, juego emblemático de la globalización porque, como el mismo Medina escribió: “La ruta migratoria del juego que va de Catay al Caribe, pasando por las rutas europeas del capitalismo temprano, es un mapa del proceso histórico que desató al mundo moderno y que, a pesar de la paranoia que encierra, no deja de ser consignado en concepto del «efecto dominó» que imagina el peligro de una conmoción global producida por una serie de explosiones en cadena, incontrolables y sucesivas”.
La primera pieza de la radical apuesta de Medina por la destrucción y lo monstruoso estuvo a cargo del norteamericano Jimmie Durham, que ocupó el espacio de exhibición elegido por el comisario (la Sala Verónicas de Murcia, una antigua iglesia conventual barroca), quien dispuso en el ámbito alguna vez sacro de la iglesia los más desangelados despojos de nuestra pretendida civilización (bloques de cemento de demoliciones, alambres retorcidos, electrodomésticos juntados de la calle).
En algún sentido, Durham, que podía imaginar, a partir del mandato curatorial, la desaparición de su obra, la presentó de entrada como el resultado de una violencia constitutiva de nuestro tiempo, la misma que Medina había subrayado en su proyecto anterior, el envío a la Bienal de Venecia ¿De qué otra cosa podríamos hablar?: “Según la prensa, 2008 fue el año en que más balas se dispararon en la historia reciente de México. Ese mismo año más de 5.000 personas perdieron la vida en los diversos episodios de violencia y ejecuciones ligados con la actividad del tráfico de sustancias y su represión, cuando durante el año 2007 la cifra fue de aproximadamente 2.800. Más allá de que las estadísticas de bajas han escalado a niveles comparables con una zona de conflicto bélico, la sangría va a dejando a su paso un trauma permanente en una multitud de comunidades y familias (...) En una época donde las fronteras ya no pueden contener la peste, en una era en que la política se activa con el uso ideológico del miedo, y donde el capital global se acompaña de toda una epidemiología de violencia, ¿De qué otra cosa podríamos hablar? quisiera sugerir la necesidad de politizar el descontento y disgusto, en lugar de aceptar las estrategias de un nuevo orden mundial erigido sobre las ruinas de las guerras perpetuas del poder y sus cruzadas infinitas”.
¿De qué otra cosa que de la violencia y la guerra, en efecto, podría hablar el arte? O, dicho de otro modo: ¿puede hablarse de arte si no se habla de la guerra y la violencia?
Cuauhtémoc Medina, como se ve, es incapaz de pensar el arte por fuera de sus condiciones de existencia y, habiendo comprendido que la situación en que vivimos es propiamente una guerra civil en curso, quiso que esa lógica no apareciera como una mera alusión en las obras exhibidas sino que fuera precisamente lo que las articula: el arte en guerra contra si mismo, devorándose a si mismo.
Lo que resulta fascinante (y totalmente infrecuente) del trabajo de Medina es su capacidad para mostrar, al mismo tiempo, una concepción sobre el arte (su “ser”, su función), ciertas hipótesis sobre el presente y una aguda autoconciencia sobre el rol del curador, que le exige al mismo tiempo un compromiso con el arte y con su tiempo. Por eso, Medina desprecia eventos como las bienales de arte porque ”no obstante su importancia en proveer el barómetro de la cultura del tiempo presente, los modelos de exhibición de arte contemporáneo (las bienales, las exhibiciones personales o colectivas e incluso los festivales de sitio específico) tienen una limitación compartida: la escasa o casi nula interacción entre los artistas y proyectos que los integran”.
En contra del adocenamiento y el aburguesamiento (la culturalización, podría decirse) de las bienales, Medina propone, mediante la sencilla estrategia de introducir la variable temporal en su proyecto, una nueva presentación del arte adecuada a la época que vivimos: una muestra colectiva de siete artistas que nunca nadie podrá ver como tal, porque la sucesión supone la desaparición de la obra previa. Se trata, en ese sentido, de la invisibilización de lo visible.
Pero, por otro lado, consigue sostener un discurso comprensible incluso para quien (como es mi caso) jamás ha estado en Murcia ni prevé hacerlo. No importa, para evaluar la práctica curatorial propuesta por Cuauhtémoc Medina o para comprender sus ideas sobre el arte y el presente, ver los resultados. Basta con conocer las premisas. Y, en ese sentido, como un mago capaz de una doble prestidigitación, Medina vuelve visible lo invisible.
El arte contemporáneo es, para Medina (que retoma irónicamente una frase de Nikita Khruschev), “el basurero de la historia”, lo que significa que “el mundo del arte se ha transformado en un espacio donde nuestra tensión con las profesiones tradicionales está acabado”. No un espacio cerrado, sino un espacio acabado, inexistente y que si, imaginariamente, sobrevive, esa supervivencia de muerto-vivo tiene que ver con “un problema de falsa representación de lo artístico en los medios de comunicación”, el mayor obstáculo para pensar, al mismo tiempo, la sociedad y el arte.
Es probable que no todo comisario piense como Cuauhtémoc Medina, y en algunos casos pareciera que los curadores ni siquiera piensan. En todo caso, él piensa así y su pensamiento opone a la globalización y la violencia, a la cultura chatarra y al circo del arte ("latinamerican travelling circus" llama a las exhibiciones itinerantes de exotismo latinoamericano), una cierta relación entre el efecto dominó y la digestión caníbal “como metáfora de la rebelión contra los mitos de la originalidad e identidad cultural”*.
*Todas las citas han sido tomadas de textos y entrevistas de Cuauhtémoc Medina.
Ya no hay vergüenza...
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Il tempio etrusco (work in progress)
View on Flat: Il tempio etrusco
Hace 2 semanas.
4 comentarios:
Me parece, Daniel, que la guerra y la violencia son más efectos de causas que no queremos ver/discutir/oír/tocar que son lo que Deleuze llamaba la redistribución de la pobreza. Obviamente que todo efecto luego se transforma en causa y viceversa pero de qué otra cosa podríamos hablar que no sea la reapropiación de la riqueza y la redistribución de la pobreza?
Pal refrito pandémico bien viene dieta, e in extremis antropoemesis.
(Algo que no se les escapa a los caníbales).
El arte siempre será un Ser Muerto Muerto Muerto -tal como deseamos, yacentes liebres-, pero obbio que no da lo mismo que corporice o indigeste.
Onda no tomar fagia por gula.
Ya que salió el tema de la distribuceón.
Oi Daniel,
esse texto é parte da fala que você fez no mês passado na Abralic, não é?
você acha que pode me enviar o texto completo, que foi lido aqui? adoraria poder degustá-lo com mais tranquilidade...
abraços
Simone
Simone: no es parte de la fala, sino una derivación... En cuanto termine de corregir el texto lo mando a Curitiba. Beijao!
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