domingo, 23 de enero de 2005

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La vida, instrucciones de uso

Un sueño realizado
César Aira
Alfaguara
Buenos Aires, 2001
160 págs.

por Daniel Link No hay que ir muy lejos para encontrar la teoría y la moral en relación con las cuales Un sueño realizado, la más reciente entrega a la imprenta de César Aira, ha sido realizada. Las respuestas están en el libro mismo --se lo entienda como mercancía destinada a un mercado específico o como un texto atrapado en la red infinita de las opciones estéticas.
Lo primero que Un sueño realizado, publicado por editorial Alfaguara de Buenos Aires, agrega a la literatura de Aira es precisamente eso: un nuevo nombre en la cadena de sellos editoriales que han publicado su obra. Sería difícil encontrar otro escritor argentino (o en cualquier parte del mundo) que haya publicado en tantos sellos diferentes. Centro Editor de América Latina, Mondadori (Barcelona), Pre-Textos (Valencia), Beatriz Viterbo, Bajo la Luna Nueva, Emecé, Grupo Editor Latinoamericano, Editorial de Belgrano, Joaquín Mortiz (México), Javier Vergara, Ada Korn, Simurg o Mate, son sólo una docena de las casas editoras en las han aparecido los libros de Aira. Esa es una moral (una política) de la literatura que conecta, por otro lado, con la extraordinaria cantidad de títulos que Aira ha publicado (aproximadamente cuarenta). No es la velocidad de una obra saludada desde hace años como uno de los más interesantes acontecimientos de la literatura contemporánea en lo que hay que detenerse sino en la combinación (necesaria) de proliferación y ubicuidad. Nadie podría apostar dónde será el próximo golpe de César Aira. Su literatura queda, así, libre de todas las sociologías del campo intelectual y de las determinaciones objetivas del mercado. Libre (de sospechas), incapturable (alguna vez César Aira dijo, arrepentido de su figuración en una antología de narradores, que la literatura es una casa que él prefiere habitar solo), la obra de Aira busca una relación inmediata con sus lectores, casi en el mismo sentido en que el autor (el nombre propio que esa obra designa) entabla una relación inmediata (existencial, no mediada) con la escritura.
Si los libros de Aira, leídos separadamente, pueden aparentar ser sólo juegos intrascendentes (l'art pour l'art en un contexto imposible), la "obra completa" de Aira no hace sino manifestar hasta qué punto rayano casi en el fundamentalismo, discordante en estos tiempos de pragmatismo, se toma en serio la literatura, entendida como un monstruo bifronte (literatura es tanto lectura como escritura) con el cual sólo se puede sostener una relación de inmediatez, autenticidad y verdad.
No es una pirueta de baile, sino un salto mortal lo que representa cada nueva entrega de esta obra (fascinante precisamente por el modo en que arremete contra todos los enemigos del arte). La literatura de Aira se toma en serio el trabajo de convertirse en literatura de verdad.
Para garantizar la pureza de ese salto (o de ese trabajo) hacen falta algunas reglas. Por un lado, queda dicho, la proliferación y la ubicuidad. La literatura de Aira es como una enfermedad que puede aparecer en cualquier parte y en cualquier momento: siempre hay un "libro más reciente" de Aira y un "libro anterior" que uno no ha leído. Ahora bien, pensada como una epidemia (después de todo los escritores son sólo enfermos -grafómanos- que han hecho del síntoma un estilo de vida), a la obra de Aira -segunda regla- se puede entrar por cualquier parte y cada una de sus partes deberá funcionar como un mapa posible de todo (de cualquier) itinerario. Alguna vez algún tesista norteamericano intentará periodizar la obra de Aira y el intento quedará para la historia como esa clasificación de cierta enciclopedia china que tanto hacía reír a Foucault. La obra de Aira no reconoce la "progresión": es como una guerrilla intermitente, una marea sobredeterminada por variables que desconocemos, una catástrofe natural que sobreviene en el momento más inesperado (circulan los rumores de que Aira no publicará, ya más, ficciones). De modo que sería imposible emitir un juicio sobre los libros de Aira independientemente considerados de acuerdo con escalas crecientes o decrecientes de calidad.
Tercera regla: cada parte de la obra de Aira funciona como la totalidad de la obra, con el mismo rigor, con el mismo desdén respecto de las determinaciones materiales (el mercado, los géneros, la historia literaria), en fin: con la misma moral y la misma teoría. Cada nuevo libro de Aira será pues (en calidad) equivalente a cualquier otro. Esa suspensión de la calificación (y también de la clasificación) que Aira se impone como consecuencia necesaria del rechazo hacia toda idea de progreso aplicado al arte no es nada fácil de conseguir: cada una de sus novelas aparece como cortada por la repugnancia a estar haciendo algo demasiado singular, algo que desequilibre ese contínuo (ese libro único) que Aira viene escribiendo desde hace años (¿cuándo y dónde será su próximo golpe?).
De Un sueño realizado podría decirse que, como Plata quemada de Ricardo Piglia, es la historia de un robo a mano armada. Eso es falso: en rigor es el análisis de esa historia, un poco ridícula, como historia y, sobre todo, como historia realista (el realismo es el sueño cumplido). También podría decirse que es un delicado ejercicio sobre la represión. Eso no es del todo cierto: si bien es la historia por la cual un homosexual reprimido se da cuenta de que es en realidad un heterosexual reprimido, la novela no deja de dibujar (con la velocidad que Aira nos ha enseñado a admirar en Copi) líneas de fuga para los personajes, para el relato, para la vida misma. Sería posible defender, incluso, la hipótesis de que Un sueño realizado es la reescritura de "Un sueño realizado" (1941) de Juan Carlos Onetti. Después de todo, el mismo Aira ha notado que "escritura, ensoñación y fracaso [son] los tres elementos básicos de Onetti. Un sueño realizado (1951) es su primer volumen de cuentos, género en el que fue tan magistral como en la novela". En fin, de Un sueño realizado de César Aira podría decirse cualquier cosa (aún, o especialmente, sin leerla) y todo funcionaría (relativamente mal o bien) sólo teniendo en cuenta el lugar que uno asigne a esta nueva pieza de un rompecabezas (que por supuesto, no tiene ni dos, ni tres, sino infinitas dimensiones).
Lo que nadie debería ignorar es que esta última entrega de Aira es, como cada una de las partes que componen su obra, un informe de experiencia. Ni más, ni menos: una radical experiencia de escritura. Un salto mortal al borde del abismo, o una recrudecimiento de la enfermedad. ¿Cuándo y dónde dará Aira el último golpe?

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