imaginarlo siquiera, ya que estaba presa de otras agitaciones) del tsunami:
Largas noches de verano, un mástil sin bandera, el viento
invisible tallando el follaje, la piedra seca hundida en agua,
mis manos abriendo cajas chinas. Es un presentimiento
este temblor casi tectónico, oval, que me recorre el cuerpo
como un rey sus dominios, con anticipo y las botas puestas.
Quiconias -no sé si se escribe así- en un vaso, y el piano.
Pasadas las dos y media ni amanece ni atardece. El fin del mundo,
a fin de cuentas, es una historia de todos los días.
Bárbara Belloc"
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