Pero ninguna obligación más importante (para dos escritoras o, al menos, dos grafómanas) que poner por escrito aquello que les pasa: mezcla de diario de chica y de novela epistolar, mezcla de confesión católica y parrhèsía griega (free speech, cháchara), lo que Cecilia y Fernanda escriben (lo sepan o no) sólo tiene una leve pátina de tono humorístico bajo el cual es posible encontrar, efectivamente, las llagas del presente en dos cuerpos que se muestran como máquinas deseantes sin objeto y sin final: dónde empieza una y dónde empieza la otra es muy difícil decirlo.
El parresiasta (como el que escribe diarios y cartas) es alguien que asume un riesgo. Lo que está en juego en Ceci y Fer, todo el tiempo (y de ahí la gravedad con la que hay que recorrer sus páginas) es precisamente la posibilidad de herir o ser herido. Es por eso que lo que muchos considerarán una cháchara inconsecuente es en verdad un habla erizada de peligros y Cecilia Pavón y Fernanda Laguna demuestran (como tal vez hasta ahora no lo habían hecho) hasta qué punto son capaces de sostener el coraje de decir la verdad (es decir el miedo, es decir el hastío, es decir la falta, es decir el desafío: "queremos nuevas generaciones de críticos que hablen de nosotras, 'aceptamos el desafío de la crítica dura')".
D.L.
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