miércoles, 16 de febrero de 2005

Chicas que cantan

Volver a los 17

por Daniel Link La historia de lo gay (es decir, de lo que se imagina sobre lo gay) tiene sobre todo un punto de inflexión -y de no retorno- marcado por la epidemia de Sida. Las consecuencias de ese punto de inflexión son decisivas porque volvieron un poco innecesaria la batalla por el derecho a la disidencia sexual y, sobre todo, porque pusieron en evidencia que el problema era (sigue siendo) la forma de visibilidad de lo gay (la loca de los años setenta se convierte paulatinamente en el macho de gimnasio de los noventa, por ejemplo). La enfermedad vino a poner en evidencia no sólo la "identidad sexual" de los portadores -y/o sus hábitos en lo que al consumo de drogas recreativas se refiere- sino la pobreza de las representaciones asociadas con la homosexualidad. El sistema de figuritas que agotaban la forma de amor que ni siquiera osa decir su nombre (la loca, el desviado, el chongo, etc.) se tambaleó al enfrentarse con la muerte epidémica y obligó a pensar en nuevas figuras que organizaran la vida de relación.
Contra la imagen de "máquinas de follar" característica de los treinta primeros años de historia de la cultura gay (Tom de Finlandia, paradigmáticamente), los noventa fueron mostrando la necesidad de crear una imagen más espiritual del universo homosexual (lo gay considerado como una aventura del espíritu). Diversas asociaciones civiles e iglesias de los Estados Unidos patrocinaron para el próximo 31 de diciembre la Marcha del Milenio, sobre Washington, por la defensa del derecho a la vida espiritual de los homosexuales. Es en relación con esta "espiritualización" de la cultura gay -cuyos efectos habrá que evaluar en su momento? que la última producción discográfica de Eurythmics, Peace, adquiere todo su sentido. Todo su sentido, porque es el único que tiene, y esa tal vez sea la grandeza pero también la debilidad de un disco pensado como un reencuentro pero que tiene todo el aspecto de una despedida. El último disco de Eurythmics es, efectivamente, la marca de un final.

"Todos están buscando a alguien" Annie Lennox -más hermosa que nunca, a sus cuarenta y cinco años- y Dave Stewart volvieron a unirse con los auspicios de dos grandes empresas multinacionales -Amnesty International y Greenpeace- para este nuevo disco de Eurythmics, un grupo -como Pet Shop Boys- decisivo en la historia del pop de los ochenta. El primer disco del grupo apareció en octubre de 1981, pero fue Sweet dreams (1983), y sobre todo el clásico de discoteca que da título al álbum el que colocó al grupo en el Hall de la Fama. A partir de ese suceso, con un disco por año y varios temas en los charts europeos y americanos, Eurythmics se consolidó como uno de los sonidos de la década, apuntalado por las composiciones siempre eficaces de Dave Stewart y por el extraordinario talento de Annie Lennox, una de las voces más exquisitas que ha dado el pop pero también una impresionante intérprete que hizo de la elegancia, el glamour y la distinción su sello.
El duo formado por Lennox y Stewart había sido, antes, pareja durante cuatro años. Se conocieron en Londres, donde Annie Lennox, una working girl escocesa había comenzado a estudiar en la Real Academia de Música de Londres a los diecisiete años. "Pensé que iba a ser como una de esas series de TV protagonizadas por chicas, viviendo en el swinging London y pasándola bien juntas. Pensé que sería algo así: novios con autos deportivos blancos, bares, sofisticación, fiestas. ¡Nunca me equivoqué tanto!", confesó Annie, interrogada sobre sus comienzos. Es que el mundo de la London Royal Academy pronto se le reveló como un espacio puramente competitivo que obligó a la futura estrella a abandonar toda idea romántica sobre la institución. En uno de sus primeros gestos "políticos", la joven Annie abandonó los estudios poco antes de graduarse. "Ahora me doy cuenta de que abandonar la Academia fue un acto de cobardía", reconoció años después, "pero en ese momento me pareció una decisión extremadamente dramática y una acción positiva. Y yo estaba decidida a provocar un impacto".
De todos modos, su ecléctica formación (desde pequeña fue expuesta a la influencia del folklore escocés, los musicales de Broadway, la música clásica y los hitos del pop) y la rigurosa formación vocálica de la Academia la habían preparado ya para la teatralidad y la música sintetizada que se impondrían hacia mediados de los años ochenta. Nunca nadie consiguió articular con tanto glamour el sonido de una época y los contenidos ideológicos "progresistas" como Annie Lennox. En 1989 fue lanzada la última producción del grupo, We Too are One. Mientras Dave desarrollaba una errática carrera con The Spiritual Cowboys, Annie se entregaba a los placeres de la maternidad (es madre soltera), la unánime admiración de la crítica y un éxito de ventas que Eurythmics nunca llegó a tener. Diva y Medusa son los nombres de sus dos discos como solista, en los que Annie Lennox trasciende los artificios de discoteca de Eurythmics y el papel de estrella del pop a la Madonna para acercarse al estilo de una de sus ídolos, Joni Mitchell. Las letras tienen esa ironía típica de Lennox. "Why" y "No More I Love Yous" son celebraciones (y no lamentos) ante la pérdida de un gran amor. "Supe tener demonios en mi cuarto por la noche. Deseo, desesperación, deseo... ¡tantos monstruos!".

Dale una oportunidad a la paz El nuevo disco de Eurythmics ofrece una imagen neta en su ambigüedad. Dave y Annie vestidos de blanco, como si de una boda espiritual se tratara. En la bella balada "17 Again" que abre el disco la letra dice "no podemos estar juntos, no podemos estar separados". Tanto Annie como Dave reconocieron el carácter autobiográfico de esas dos líneas, pero insisten en que se trata de otra cosa. El tema, destinado a convertirse en un top de este fin de siglo, recupera hacia el final la letra de "Sweet Dreams", en un intento por ligar este disco con la historia de Eurythmics como grupo. Es dudoso que lo consiga, pero en todo caso el final es una simpática apelación a la juventud como tiempo de la ilusión y la pureza de ideales (¿habrá escuchado Annie Lennox a Violeta Parra cantando "Volver a los 17"?). Del resto de los temas es mejor ni hablar. Salvo de la balada "I've tried Everything" (Lo intenté todo), donde la voz de Annie viene como del cielo para decir, en el estribillo, "Yea, You're a loser now/ Yea You're a loser". O la exquisitamente lenta "My true love", donde se escucha: "Mi amor verdadero es una peligrosa taza china/ con sus piezas rotas/ que no pueden juntarse". Tal vez esa imagen sirva como definición de Peace, que parece, en efecto, un rompecabezas mal armado. Porque la corrección política se convirtió en un artículo de tocador, o porque es difícil para una estrella del pop encontrar un lugar maduro desde el cual seguir hablando (sin caer, claro, en la imagen forever young à la Cher) o porque, como el mismo disco reconoce, "Paz es sólo una palabra".


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